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¿Por qué a los caleños les cuesta tanto acatar la cuarentena?

Aunque las autoridades crearon un grupo élite para vigilar que no haya aglomeraciones, las denuncias por fiestas y reuniones masivas no cesan.

La interrupción de una orgía gay y el descubrimiento de 19 parejas en un motel hacen parte de los sucesos de Cali que se han convertido en noticia durante los últimos días. Sin embargo, las violaciones a la norma son muchas más: tan solo el pasado fin de semana, las autoridades desactivaron 42 fiestas y sellaron 10 establecimientos, incluido el motel.

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A través de redes sociales, el caos se reporta desde distintos sectores de la ciudad: reuniones multitudinarias en los antejardines con grupos musicales, estancos en funcionamiento y casas que alquilan para hacer fiestas privadas. Cali se ha consolidado como una suerte de símbolo de la desobediencia a nivel nacional en la emergencia por coronavirus.

«Cuando intentamos desarticular una fiesta y las personas se resisten, vemos que el problema es cultural»: Jimmy Dranguet, subsecretario de Inspección, Vigilancia y Control.

Para Jimmy Dranguet, subsecretario de Inspección, Vigilancia y Control (IVC), esta problemática está relacionada con factores culturales. “Los caleños son jocosos, amables y cariñosos. Muchos no tienen consciencia de la pandemia y continúan haciendo sus reuniones. Cuando intentamos desarticular una fiesta y las personas se resisten, vemos que el problema es cultural”, explica Dranguet.

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La intervención del grupo élite que creó la Alcaldía para dispersar las aglomeraciones tiene varias etapas. En un primer momento se realiza una labor pedagógica para que los habitantes entiendan los riesgos de violar el aislamiento. Si no acceden a terminar las reuniones, se toman otras medidas. “Los llevamos a la estación de Policía o les ponemos un comparendo”, añade el subsecretario de IVC.

«Siempre ha sido muy difícil hacer cumplir normas en Cali porque los ciudadanos tienen una mala imagen de sus líderes»: Alberto Sánchez, investigador en temas de seguridad ciudadana.

Estas acciones, sin embargo, parecen no ser suficientes. El investigador en temas de seguridad ciudadana Alberto Sánchez coincide en que la mezcla cultural que hay en Cali genera dificultades para controlar el orden público, pero le añade otras causas a la desobediencia que se ha reportado durante la cuarentena.

“Las personas se portan bien o mal en función de la percepción del riesgo de ser sancionadas. Siempre ha sido muy difícil hacer cumplir normas en esta ciudad porque los ciudadanos tienen una mala imagen de sus líderes. En muchos casos, el desorden se justifica con una presunta desconfianza sistemática hacia la Alcaldía”, comenta el investigador.

A esto se le suma que las autoridades carecen de herramientas suficientes para imponer sanciones. “No pueden hacer traslados, a la gente no le importan las multas y no hay un buen sistema pedagógico”, agrega Sánchez.

Desobediencia extendida

Varios reportes de violación de las medidas sanitarias corresponden a las zonas vulnerables de la capital, pero el desorden trasciende límites y clases sociales. Según el subsecretario de IVC, en exclusivos sectores como Valle del Lili, El Ingenio y Ciudad Jardín también se han desactivado reuniones. Incluso, en este último barrio hay una casa donde se han impuesto sanciones más de cuatro veces a quienes están allí de fiesta.

Las denuncias sobre la desobediencia o inoperancia de la autoridad tampoco cesan. Una habitante del sur de Cali, por ejemplo, tuvo que esperar 40 minutos para que su llamada en la línea 123 fuera atendida. “Llegaron y acabaron con el ruido, pero a la media hora había música de nuevo”, dice la mujer. En el centro de la ciudad, otra caleña logró ver desde su ventana cómo el anfitrión de una fiesta sobornaba a un policía para que le permitiera continuar la rumba.

¿Pasa solo en Cali?

El investigador Alberto Sánchez asegura que la situación de desorden se repite en otras partes, pero sobre Cali siempre ha habido un sesgo que la muestra como una ciudad ingobernable. En Antioquia, por ejemplo, las autoridades dispersaron un culto religioso con más de 100 personas; en La Guajira, el alcalde de un municipio fue descubierto sin tapabocas en medio de una procesión. La desobediencia se esparce en el territorio nacional.

De acuerdo con Mónica Ospino, periodista y exfuncionaria de la Oficina de Comunicaciones de la Alcaldía, la estigmatización de Cali como epicentro del desorden puede estar relacionada con un asunto de comunicaciones. “El ‘espíritu libertario’ y la seguridad de que no nos va a pasar nada es un fenómeno nacional. No creo que sea exclusivo de Cali. Lo que sí hacemos exitosamente acá es comunicar el desastre”, señala Ospino.


Cifras:

  1. 42 fiestas se desactivaron en Cali el pasado fin de semana.
  2. 10 establecimientos fueron cerrados por violar la cuarentena.
  3. $936 mil deben pagar quienes incumplan el aislamiento.

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