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¿Por qué recordamos olores de la infancia, pero olvidamos dónde dejamos las llaves?

El cerebro no guarda todo lo que vive una persona. Y no es (solo) por falta de espacio

Cerebro e IA - Whisk/FW
Cerebro e IA - Whisk/FW (Made with Google AI)

A cualquiera le ha pasado: una persona puede olvidar en minutos dónde dejó las llaves, pero recordar con nitidez el olor de una casa de la infancia o una frase dicha en el momento exacto. Esa diferencia no es capricho ni magia, sino una especie de “edición” interna.

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Según una investigación liderada desde la Universidad Rockefeller, el cerebro no trabaja como un simple archivador, sino como un equipo de postproducción: corta escenas, repite tomas y, cuando algo vale la pena, lo convierte en material de larga duración.

El viejo mito: “todo pasa por el hipocampo y luego se archiva”

Durante décadas, el modelo más popular decía que el hipocampo era la sala de espera de los recuerdos: ahí se guardaban temporalmente y, si eran importantes, se “transferían” a la corteza cerebral para quedarse a largo plazo.


La idea sonaba ordenada y hasta elegante. Pero había un problema: ese esquema no explicaba bien por qué algunos recuerdos se vuelven permanentes y otros se deshacen aunque hayan sido intensos o recientes.

El nuevo enfoque plantea que el proceso es menos lineal y más coral. En vez de un único guardia de seguridad (el hipocampo) decidiendo quién entra al club, habría varios controles coordinados que determinan qué se consolida y qué se descarta.

El giro de guion: el tálamo entra a la historia

Un hallazgo clave fue reconocer el papel del tálamo, una estructura ubicada en el centro del cerebro.

Según los investigadores, el tálamo actuaría como enlace entre la memoria a corto y a largo plazo, ayudando a decidir qué se conserva y también participando en el envío de esa información hacia la corteza para estabilizarla.

Dicho de forma simple: si el hipocampo escribe el borrador, el tálamo ayudaría a decidir si ese borrador se convierte en “versión final” y se imprime.

Ratones, realidad virtual y la ciencia de “repetir para recordar”

Para estudiar esta transición, el equipo diseñó un modelo conductual con realidad virtual aplicada en ratones. La gracia del sistema es que permitió controlar experiencias y manipular algo decisivo para la memoria: la repetición.

Variando cuántas veces se exponían los ratones a ciertos estímulos, se logró que algunos recuerdos quedaran más fuertes que otros, abriendo una ventana para observar qué ocurría en el cerebro cuando algo “se queda”.

Aquí aparece el detalle más interesante: no se trató solo de ver qué región se activa, sino de rastrear mecanismos genéticos que ayudan a sostener el recuerdo con el tiempo.

Los “temporizadores” genéticos: tres piezas que sostienen el recuerdo

Con herramientas de edición genética basadas en CRISPR, los científicos manipularon genes específicos y detectaron tres reguladores clave para la memoria de larga duración:

  • Camta1 (en el tálamo): ayudaría a asegurar la persistencia temprana del recuerdo.
  • Tcf4 (también en el tálamo): reforzaría la estructura celular que lo mantiene.
  • Ash1l (en la corteza cingulada anterior): activaría programas de remodelación de la cromatina para dar estabilidad a largo plazo.

La idea central es potente: estas moléculas no serían las responsables de “crear” el recuerdo, pero sí de evitar que se deshilache. Si estos “temporizadores” no se activan como corresponde, el recuerdo se apaga rápido, incluso si parecía bien formado al inicio.

Qué podría significar para enfermedades como el Alzheimer

El estudio sugiere una consecuencia prometedora: si se entiende mejor cómo funcionan las segundas y terceras fases de consolidación, quizá se puedan explorar caminos para sostener recuerdos incluso cuando ciertas regiones iniciales están dañadas.

En otras palabras, conocer estos circuitos y programas genéticos podría ayudar a imaginar estrategias para que zonas sanas asuman parte del trabajo.

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En resumen: el cerebro recuerda por etapas, y olvida por diseño

Esta mirada dibuja una memoria menos “automática” y más estratégica. El cerebro no solo registra; selecciona, fortalece y estabiliza. Y cuando no activa sus mecanismos de mantenimiento, deja que el recuerdo se vaya, como quien borra archivos para que el sistema siga funcionando.

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