Hay alimentos que no necesitan presentación porque ya hacen parte de la memoria colectiva. El chorizo es uno de ellos. Está presente en las parrillas improvisadas de los domingos, en las fondas de carretera, en los piquetes compartidos sin mantel y en las mesas donde lo importante no es el protocolo, sino el encuentro. Más allá de su sabor, el chorizo guarda una historia larga, silenciosa y profundamente colombiana que atraviesa siglos, regiones y generaciones.
El origen del chorizo en Colombia: herencia de la colonización
El chorizo llegó al territorio que hoy conocemos como Colombia en el siglo XVI, durante la colonización española del Nuevo Reino de Granada. No arribó como un producto terminado ni con una receta estandarizada, sino como conocimiento: la cría del cerdo y las técnicas europeas para aprovechar integralmente la carne mediante el salado, el adobo y el embutido.
En una época en la que la refrigeración no existía, conservar los alimentos era una necesidad vital. El cerdo se convirtió rápidamente en una pieza clave de la economía doméstica y rural. Los registros históricos muestran que entre los siglos XVI y XVII este animal se expandió por rutas comerciales, haciendas y poblados, gracias a su resistencia, su rendimiento y su facilidad de adaptación a los distintos climas del territorio.
De técnica importada a producto típico colombiano
No hubo una sola cuna ni una receta oficial para el chorizo colombiano. Su historia es la de la adaptación. En Antioquia y la región paisa, el cerdo se consolidó como pilar de la alimentación campesina; en el Eje Cafetero, especialmente en municipios como Santa Rosa de Cabal, la elaboración artesanal del chorizo comenzó a finales del siglo XIX hasta convertirse en un símbolo regional reconocido a nivel nacional.
En el centro del país, el chorizo encontró su lugar en fondas y caminos, como acompañante infaltable de sopas, papas y platos de cuchara. Cambió su forma de consumo —más frito, más asado—, se adaptó a las especias disponibles y adoptó sabores locales. Así, dejó de ser una técnica europea para convertirse en un producto típico colombiano, un lenguaje común que anuncia fiesta, reunión, descanso o celebración.
Le puede interesar: Asado navideño en Colombia: claves para llevar la parrilla a otro nivel en diciembre
El chorizo en el siglo XX: un alimento transversal
Durante el siglo XX, el chorizo terminó de afianzarse como un alimento transversal en la gastronomía colombiana. No distinguía clases sociales ni contextos. Estaba tanto en la cocina popular como en los encuentros familiares más íntimos. Era —y sigue siendo— una excusa para sentarse juntos, compartir y celebrar lo cotidiano.
Su presencia constante lo convirtió en un símbolo de cercanía y tradición, un sabor que atraviesa generaciones sin perder vigencia.
La transformación del chorizo en la gastronomía contemporánea
En las últimas décadas, el chorizo ha vivido una nueva transformación. Aquel producto históricamente asociado a lo callejero y lo cotidiano empezó a ocupar un lugar en la gastronomía contemporánea, no para perder su identidad, sino para reafirmarla desde la calidad, el origen de la carne y el respeto por los procesos artesanales.
En este contexto aparece La Chori, un restaurante bogotano que este año celebra 18 años de historia. Desde sus inicios, apostó por una idea poco común en su momento: elevar el chorizo sin despojarlo de su esencia. Crear un chorizo propio, magro, elaborado con cortes nobles de cerdo y sin sabores artificiales, fue una declaración clara: lo popular también puede ser sofisticado, sin dejar de ser honesto.
Lo que comenzó en un pequeño local de nueve metros cuadrados se transformó en un punto de encuentro donde la comida, la música y la identidad urbana dialogan sin pretensiones. La Chori no reinventó el chorizo; lo reconoció, lo entendió y lo puso en el centro del plato.
La Chorilover: tradición que se reinventa
Para celebrar sus 18 años, el restaurante lanza La Chorilover, una edición especial y limitada que resume este recorrido histórico. Se trata de una hamburguesa elaborada con carne de su chorizo artesanal, acompañada de tocineta, cebolla caramelizada, queso amarillo y vegetales frescos. Más que un nuevo producto, es un gesto simbólico: la tradición que se transforma sin romperse.
Un sabor que sigue contando historia
Tal vez por eso el chorizo sigue vigente. Porque no es solo carne embutida. Es parte de la historia de la gastronomía colombiana adaptada, un sabor heredado y una memoria compartida. Un alimento que llegó hace más de cuatro siglos y que, todavía hoy, encuentra nuevas formas de sentarse a la mesa con nosotros.

