“Una madre nunca se cansa de esperar”, dice una conocida canción religiosa. Esa frase parece describir con crudeza la lucha y el dolor que vivió la madre de Harold Andrés Aroca García, un adolescente de 16 años del barrio Los Laches, en Bogotá, que fue secuestrado, torturado y asesinado.
El caso ha causado indignación en la ciudad no solo por la violencia con la que se cometió el crimen, sino también por la ausencia de apoyo institucional durante los días cruciales en los que el joven estuvo desaparecido.
El 5 de agosto, Harold fue visto por última vez en unas canchas de microfútbol de su barrio. Vestía chaqueta y saco rojos, uniforme de fútbol, tenis blancos con azul y medias negras con amarillo. Un video, que hoy es pieza clave en la investigación, muestra a varias personas forzándolo a abandonar el lugar contra su voluntad.
El secuestro de Harold Aroca
Pese a que su madre denunció de inmediato la desaparición ante la Policía y otras autoridades, asegura que no recibió respuesta oportuna. “Tocamos muchas puertas, pero no hubo apoyo real para encontrarlo”, relató.
Cuatro días de búsqueda desesperada
Durante los siguientes cuatro días, familiares, vecinos y líderes comunitarios se unieron a la búsqueda. Se hicieron velatones y se difundieron fotos del joven en redes sociales y medios locales. La madre de Harold recorrió calles, bosques y barrios aledaños, siguiendo cualquier pista, por pequeña que fuera.
En ese tiempo, la familia recibió mensajes inquietantes desde el celular del menor, e incluso una llamada en la que un desconocido aseguró que “se lo habían llevado por un inconveniente”. La última señal del teléfono fue rastreada hasta una zona controlada por grupos armados, donde se registró un enfrentamiento con las autoridades.
El mensaje que lo cambió todo
La pista definitiva llegó de manera inesperada. Un mensaje anónimo en redes sociales le indicaba a la madre que buscara en un bosque cercano. La ubicación era precisa, como si quien escribió se hubiera conmovido con sus súplicas y decidiera romper el silencio.
Ella misma, con un grupo reducido de personas, llegó al lugar señalado el 10 de agosto. Allí encontró el cuerpo de su hijo, en una zona boscosa de Los Laches.
Signos de tortura y un inquietante papel
Según el informe preliminar, Harold presentaba claros signos de violencia y posibles indicios de tortura cometida minutos antes del asesinato. En uno de sus bolsillos, los investigadores hallaron un papel con un mensaje perturbador: “Jajaja. Eso le pasa por sapo”. Este elemento podría ser clave para determinar el móvil del crimen.
Hipótesis enfrentadas
La Fiscalía General de la Nación asumió el caso y planteó como primera hipótesis una retaliación entre bandas dedicadas al microtráfico, en las que presuntamente el menor habría sido instrumentalizado.
Sin embargo, la madre rechaza de manera tajante esta versión. Afirma que el crimen podría estar relacionado con comentarios que Harold hizo en el colegio, donde habría dicho conocer al presunto autor de un homicidio.
Para ella, vincularlo con actividades criminales es una manera de desviar la atención sobre la verdadera razón de su asesinato y de justificar la falta de acción de las autoridades durante los días que estuvo desaparecido.
Indignación ciudadana
El caso ha provocado una ola de indignación en Bogotá. Vecinos y líderes sociales han criticado el papel de la alcaldía y la Policía, argumentando que, a pesar de las alertas tempranas, no se activaron protocolos eficaces para dar con su paradero a tiempo.
El coronel Luis Carlos Torres, comandante de Seguridad Ciudadana #4, afirmó que el caso está en manos de una unidad especializada y que se analizan videos, testimonios y pruebas forenses para identificar a los responsables.
“Si no lo salvaron, que al menos haya justicia”
En medio del dolor, la madre de Harold mantiene una exigencia firme: que la muerte de su hijo no quede impune. “Si no hicieron nada para salvarlo con vida, al menos que actúen ahora para que paguen quienes lo mataron”, dijo entre lágrimas.
El mensaje anónimo que recibió y que la llevó a encontrar el cuerpo de su hijo es, para ella, una prueba de que la solidaridad humana existe incluso en contextos de miedo y silencio. Pero también es un recordatorio doloroso de que, si ese mensaje hubiera llegado antes o si las autoridades hubieran actuado con celeridad, Harold tal vez estaría con vida.
Un llamado urgente
El asesinato de Harold Aroca ha reabierto el debate sobre la seguridad en los barrios más vulnerables de Bogotá, donde la presencia de grupos criminales y la ausencia de acción estatal dejan a jóvenes y familias enteras expuestas a la violencia.
Mientras la investigación avanza, la imagen de su madre recorriendo calles, encendiendo velas y aferrándose a la esperanza, queda como símbolo de una lucha que ninguna madre debería vivir: la de buscar a su hijo sabiendo que cada hora que pasa es vital, y que a veces la justicia llega demasiado tarde.

