Aquí no voy a venir a llorar porque Junior ante América en Cali, durante los 90 minutos, no fue más efectivo. Un sólo gol le bastó para igualar la serie y definir todo en la tanda de penales, su normal final en Copa Colombia (antes lo había hecho ante Huila y Atlético). Tampoco voy a elogiar a Jefferson Martínez porque fue la gran figura de ese partido al sacarle de todo a “la mechita”. Primero, porque para eso le pagan, y muy bien. Y segundo, porque cuando un arquero es figura, algo dentro de la cancha falló con sus compañeros. Algo no estuvo bien. Pero sí debe estar poniendo a pensar al técnico Alfredo Arias sobre su continuidad en Liga. De lejos su nivel es mejor que el de Mauro Silveira. Si Junior perdió en los lanzamientos desde el punto blanco, es porque Suárez y Rivas mandaron ese balón para las tribunas del Pascual Guerrero y porque América fue más efectivo en el último cobro. Fin de la película.
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Y ahora, se viene lo bueno. El saber que en la recta final de la liga, ya no hay margen para los errores, y que nadie, en el mundo Junior, debe pensar en el fracaso. Es lo único que está frente a sus ojos, y que se convierte en una verdadera obligación: ganar la estrella once a fin de año. La de navidad, la que se disfruta más en Barranquilla. Es una ilusión intacta, y más por el buen momento que atraviesa el equipo en materia de puntos. El onceno rojiblanco cabalga en el segundo lugar de la tabla de posiciones con 28 puntos, a tres de asegurar definitivamente su clasificación a los cuadrangulares semifinales. Muy diferente a torneos anteriores donde siempre alcanzaba el objetivo en las últimas jornadas. En ese sentido, tiene un gran mérito la campaña que hasta ahora ha realizado el equipo barranquillero.
Hablo del buen momento que atraviesa el equipo en materia de puntos, porque si bien ha sumado dentro y fuera de casa de gran forma, no ha dejado la mejor impresión en su actuar. La exigencia de la prensa especializada y del hincha se ha hecho sentir en medio de rotaciones inesperadas, de partidos sin clase futbolística y de jugadores, especialmente de refuerzos, con muy bajo nivel. Aquella frase de que en el fútbol se alcanza la perfección cuando se “gana, golea y gusta”, en este Junior poco o nada. Simplemente se gana y poco se gusta. Es inexplicable, y lo digo porque algo debe tener “el tiburón” que está en la cima, en medio de críticas, y no los acostumbrados que están por debajo. La mediocridad de nuestro fútbol, dirán muchos. Ironías otros. En fin.
Ese fútbol lírico, de poesía, de ensueño, ya no queda nada. Y hablo en general. No sólo de Junior. En ese orden de ideas, eso de ganar como sea, no es tan descabellado en medio del afán de alcanzar el gran objetivo que es ser campeón. En la tabla de posiciones los méritos no se ven reflejados, sólo los resultados, vencer, empatar o perder. Ahí el onceno barranquillero manda la parada, como uno de los principales favoritos para llevarse los honores. Es el principal reto. De no conseguirlo, es decir que Junior fracasó en el intento. Otro año perdido...

