Opinión

Opinión: Son detestables

Andrés Charria se despacha contra aquellos taxistas malas personas, tramposos y ventajosos.

Todos los taxis
Hugo Ospina amenaza con llevar todos los taxis del país y dejarlos tirados en bogotá

Sus momentos gloriosos pasaron hace mucho tiempo, cada vez se ven menos, sin embargo más o menos cada mes les da por manifestarse y amenazan con paralizar la ciudad si les aparece competencia; sí, hablo de los taxis y sobre todo de los taxistas.

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Son detestables, no todos pero una buena parte son malas personas, tramposos y ventajosos. No conozco otro negocio donde pagar sea un suplicio; salen a trabajar sin un peso en el bolsillo; en cualquier almacén para iniciar el día abren la caja con una base que sirve para dar vueltas, ellos no. Si a las 7 de la mañana se paga con un billete de $20.000 por una carrera de $18.000 es un lio; sale la detestable frase “¿no tiene más sencillo?”.

No estoy diciendo nada nuevo, es un gremio poco apreciado; pretenden ser monopolio de transporte pero hacen lo que les da la gana, si llueve, está oscuro o se solicita una carrera a un sitio de tráfico complicado simplemente desaparecen o se niegan. “Yo por allá no voy” es otra frase de cajón. ¿Entonces? Si no van para “allá” ¿por qué no dejan a otras personas que sí están dispuestas a ir “por allá”?

No hay nada más sucio que un taxi, repito siempre habrá excepciones pero la generalidad es que el aseo brilla por su ausencia en esas chatarras amarillas. Son cochinos e incómodos. Hace unos años se pusieron de moda unos carros diminutos con tanque de gas que hacía imposible utilizar el baúl para llevar si quiera una caja de chicles. Las esquinas donde en las noches estos angelitos toman tinto son muladares con olor a orines y basura.

Generalmente salen en la prensa por los tristemente célebres paseos millonarios, a tal punto que dos taxistas fueron extraditados por matar a un funcionario gringo que tuvo la mala fortuna de oponerse a estos bárbaros y acabó muerto en el intento. O cuando paralizan la ciudad siempre bajo las órdenes del energúmeno que los dirige

Comprar un taxi y manejarlo es muy costoso, un invento no sé de quien, el “cupo” hace que un papel sea mucho más costoso que un buen carro. Más de cien millones de pesos cuesta un carro de segunda mano con cupo que es lo que realmente se compra; adicional a esto deben afiliarse a alguna compañía que antes servía para que una señorita con unas dotes orales impresionantes dictara las carreras donde se pedía un servicio mediante un servicio de radio teléfono. Era increíble oír a estas damas decir en menos de un segundo “carrera séptima calle 54 por los impares”.

Se hicieron célebres en la época de los grandes narcotraficantes colombianos pues eran su anillo de seguridad, en las grandes ciudades el servicio de radioteléfono servía también para identificar cualquier movimiento sospechoso (para el capo narcotraficante).

La tecnología ha puesto al alcance de nuestras manos, o mejor de nuestros computadores de escritorio o de nuestros celulares, actividades que hasta hace apenas unos 15 años eran impensables por lo difícil y costosas. La fiebre que en estos momentos hay por los podcast se dio precisamente por la facilidad y sobre todo lo barato que resulta sentarse a hablar sobre cualquier cosa, y si el contenido es de calidad la audiencia puede ser enorme. Las emisoras de radio y los noticieros se han visto relegados a un segundo plano. Para hacer un programa similar a uno de televisión se requiere muy poco. A nadie se le ha ocurrido que las grandes cadenas de televisión o emisoras de radio en Colombia o en cualquier otra parte del soliciten al gobierno de turno prohibir esta práctica pues a ellas hacer algo similar les cuesta muchísimo más; aún hoy en día para tener una emisora de radio de las tradicionales se requiere contratar con el gobierno; una infraestructura tecnológica importante y grandes profesionales en muchas áreas.

Muchas otras actividades han sido desplazadas gracias a la tecnología que las abarataron y facilitaron. Los discos por Spotify, las películas que se arrendaban en videoclubes por plataformas de streaming, los rollos de fotografía y el revelado por los celulares. Nadie se quejó, mucha gente y empresas perdieron muchísimo dinero, algunas tan importantes como Kodak o Blockbuster se acabaron.

En Colombia podría pasar lo contrario; podríamos seguir alquilando películas de VHS, y oyendo música en equipos de sonido enormes pues quienes ofrecían esos productos se pueden sentir perjudicados por las nuevas tecnologías.

Eso es lo que han pretendido los taxistas encabezados por el odioso Hugo Ospina que se niega a que otras formas de transporte sean implementadas. Uber, Cabify, principalmente, pero sin la mayor vergüenza indica que hasta las patinetas y bicicletas de alquiler deberían desaparecer y los ciudadanos deberíamos utilizar únicamente los odiosos amarillos. Ardua tarea tiene el nuevo alcalde para hacerle entender a ese gremio y al troglodita que los dirige que la tecnología avanza.

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