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Opinión: El fútbol da votos

Personalmente creo que los dos equipos de Bogotá podrían tranquilamente poner un alcalde si se unen con las barras bravas de las instituciones que dirigen

El fútbol da votos. En Argentina, Mauricio Macri, y en Paraguay, Horacio Cartes, lograron llegar a la presidencia en parte por lo hecho en sus equipos Boca Juniors y Libertad. En Colombia no hay un dirigente deportivo lo suficientemente carismático que logre algo parecido, pero para los Char el Junior es un vehículo electoral en Barranquilla y parece  que el presidente del América, Tulio Gómez quiere ser alcalde de Cali. Para cualquier político es interesante tener más de cien mil seguidores, poco formados y con diciplina más o menos comprobada a la hora de unas elecciones. Personalmente, creo que los dos equipos de Bogotá podrían tranquilamente poner un alcalde si se unen con las barras bravas de las instituciones que dirigen.

Eso es una cosa, utilizar a los clubes para sacar rédito político, otra cosa es lo que en insinuó el presidente: que se deben democratizar los equipos. Pero más absurdo es decir que deben ser las barras bravas las beneficiarias de este esperpento. No habla de los hinchas, los exjugadores, o cualquier otro colectivo más o menos civilizado; no, para él son las barras bravas quienes deben ser dueñas del fútbol.

Ejemplos de clubes mal manejados por sus socios o al menos por presidentes elegidos por sus socios en Argentina hay muchísimos. Uno reciente y otro que ya tiene algún tiempo que curiosamente se trata de grandes clubes con estadios diferentes alejados uno del otro por apenas trescientos metros. Me refiero a Independiente y a Racing de Avellaneda. Hace un tiempo, quebrado, una juez indicó que Racing Club desaparecía, todo por deudas impagables e impagadas. Nunca supe cómo lograron rescatar el equipo, sí me acuerdo de un dirigente que fue golpeado por un tambor en la cabeza como resultado de la crispación por la desaparición del equipo.

Más actual es el caso de Independiente; el máximo ganador de la Copa Libertadores está quebrado, más de treinta millones de dólares de deuda, jugadores que demandan, sancionado por FIFA sin poder inscribir nuevos jugadores, todo como resultado de unos dirigentes, expertos en otras cosas, que creyeron que ser hinchas es tan fácil como dirigir al equipo de sus amores. En este caso, el jefe del sindicato de camioneros decidió manejar el club como seguramente maneja su sindicato y así le fue, hasta los trofeos los tiene embargados. Ser dirigente, repito, no es fácil; en el caso de Independiente no es tan difícil pues el equipo no es de él, la plata no la tiene que pagar él y si al final el equipo amenaza con descender aparecerán los hinchas que mediante una colecta tratarán de enmendar las metidas de pata de estos genios del timón.

Es interesante pensar en alguna participación de los seguidores, que no de las barras bravas, en la gestión del club. Ese modelo no es ajeno en Europa; en Alemania los aficionados deben tener como mínimo el 50% mas un voto del club, es decir son mayoría. No quiere decir esto que lo manejen como una tribuna del estadio, nada de eso, equipos como el Bayer de Múnich y el Borussia Dortmund son ejemplos a seguir en este esquema de gestión.

La figura es viable en Colombia pero cuesta dinero, nadie va a regalar parte de la propiedad de su negocio, menos a una caterva de desadaptados simplemente porque tienen la palabra “social” en su nombre. Más aún cuando están lejos de ser “barrismo social” y son barras bravas.

Es divertido oír a muchos aficionados decirles a los dueños cuando el equipo va mal “inviertan o vendan”, tan fácil, como los de Independiente. El hincha  dice, inviertan su plata o vendan su club, fácil. El fútbol es un negocio, privado pero con muchísimas connotaciones públicas; en el caso colombiano el estado no hace nada por el fútbol y a los dueños de los equipos poco les importan sus seguidores y desprecian al estado. El hincha paga de vez en cuando la boleta, paga por ver los partidos por televisión y la mayoría oye radio o lee en prensa noticias sobre sus equipos. Ese es nuestro fútbol.

El fútbol colombiano puede y debe mejorar, pero es con trabajo mancomunado entre estado y dirigencia, no con propuestas absurdas que permitan más Cúcutas y Pereiras que equipos fuertes desde el punto de vista deportivo y económico.

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