Opinión

Opinión: Otra Semana Santa

“Hubo un tiempo en que me iba a la casa de descanso de cualquier amigo, pero ya ni eso”.

Foto referencial tráfico en Bogotá Foto Juan Pablo Pino (Juan Pablo Pino/Publimetro Colombia)

Otra Semana Santa en la que no salgo a vacaciones. Hubo una época en la que no desperdiciaba ni un segundo de ella y me iba de viernes a domingo, diez días de descansar quién sabe de qué, si nunca en la vida he hecho mayor cosa. Pasaba cuando era estudiante de colegio y universidad, donde cualquier plan y grupo era excusa para salir de casa, pero perdí esa habilidad como quien pierde el pelo, y ya no recuerdo cuándo fue la última vez que me fui de paseo durante estas fechas.

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No es solo que no esté dispuesto a gastarme el platal que significa irse de viaje en esta época ni a vivir las congestiones que se viven en todos lados, sino que tampoco tengo a alguien que me invite a algún plan, y encima carezco de la iniciativa para armar uno por mi cuenta. Debe ser que cogí fama de aburrido, o de tacaño, ni idea, el punto es que mientras hay personas que tienen de a dos y tres planes y tienen que repartirse unos días acá y otros por allá, a mí no me sale evento ni para subir a Monserrate.

Hubo un tiempo en que me iba a la casa de descanso de cualquier amigo, pero ya ni eso. Es que es desgastante socializar todo el año con alguien que quizá no te agrada del todo, solo para que te lleve a pasear a su finca durante media semana, porque con las obligaciones de la adultez es imposible hacer lo de antes y tomarse dos fines de semana seguidos y los días hábiles que hay en la mitad de ellos. Hoy, si tienes suerte, logras salir de paseo el miércoles en la tarde y regresas el sábado para evitarte la gran operación retorno del domingo de Resurrección.

Esta ley de quedarse mirando al techo aplica también para puentes festivos y fines de semana comunes y corrientes: entras en cualquiera de esas fechas a alguna red social y ves desde la aburrición de tu casa que todos se fueron a un lugar donde hay verde, montañas o agua. Siempre que ocurre eso me antojo y me prometo salir de descanso, pero luego llega diciembre o un viernes cualquiera y me veo sin ideas y sin opciones para cumplir mi propia promesa. Sin ir demasiado lejos en el tiempo, en Semana Santa de 2022 dije que en la de este año salía como fuera, así como en las últimas navidades me juré no volver a pasar una más solo en casa. Lo único bueno (si es que hay algo positivo en todo esto), es que las noticias de trancones, derrumbes y quiebres de aerolíneas que dejan a miles de clientes con su pasaje en la mano son meras anécdotas para mí, ruido apenas, algo que ocurre en un mundo ajeno al mío.

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Y sí, tiene su encanto vivir la soledad de la gran ciudad mientras los demás se han marchado, pero no voy a hacer lo de muchos, que es decir que prefieren quedarse en vez de pasear. Si yo pudiera, me iría sin pensarlo, que a ratos me siento como un perdedor, un muerto en vida por haber renunciado voluntariamente a seguir recorriendo el mundo, o al menos el país que habito. Ya veremos qué pasa en 2024 porque, una vez más, esta no fue. Feliz descanso.

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