Renovar el cuidado y amor por el Metro de Medellín

El Metro es un sentir, es un tesoro, es algo que nos enamora, que nos hace sacar pecho llenos de orgullo, y es fundamental renovar ese amor para cuidarlo y protegerlo.

Metro de Medellín
Metro de Medellín (Twitter: @metrodemedellin)

En este momento, mientras usted lee esta columna, cinco trenes del Metro de Medellín entran en turno para ser completamente renovados por un equipo de más de 150 personas en los talleres de esta empresa en el sector de Bello, en el norte del Valle de Aburrá. El único transporte masivo y público de este tipo que existe en el país desde hace 27 años, ha vivido momentos difíciles en los que no ha parado de brindar su invaluable servicio.

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Con la asesoría de la empresa española CAF, pero con mano de obra ciento por ciento local y el conocimiento aportado en su totalidad por empleados del Metro, la flota de trenes que llegó a la ciudad para cumplir su primer trayecto, el 30 de noviembre de 1995 a las 11 de la mañana, hoy vive una renovación total que le dará un margen de vida adicional de 25 años con todas las condiciones de modernidad y seguridad. Paso a paso, este valioso equipo humano laboral trabaja en la renovación total de los trenes. Todo, incluidos el cascarón de los vagones y los más de 100 kilómetros de cableado que circulan en el interior de estos bellos vehículos, está siendo sometido a refacciones y modernización. Es un trabajo enorme que se hace de manera quirúrgica para no afectar el normal desarrollo del sistema y que para diciembre de este año espera finalizar con la puesta a punto de 80 trenes. Esto –el renovarlos y no comprar una flota nueva– genera para la ciudad un ahorro enorme que indica que un tren repotenciado cuesta la mitad de lo que vale comprar uno nuevo.

Lo anterior se refiere a la estructura, pero hay cosas que van más allá. La pandemia afectó al Metro y, sin un gramo de duda, el sistema se ha visto golpeado por crisis que van en las afectaciones de su movilidad y en tener muy claro que este sistema –junto a su red complementaria de metrocables, tranvía, Metroplús y buses integrados– son absolutamente esenciales para el desarrollo de esta ciudad, de este valle y de sus municipios anexos.

El tema de los suicidios, de las personas que en medio de situaciones muy complejas de sanidad mental deciden lanzarse a las vías para ser arrolladas por los trenes, es un asunto de orden prioritario para el sistema. Los llamados Escuchaderos se han convertido en un punto esencial para atender a los ciudadanos que deseen buscar ayuda, que quieran ser escuchados y que reciban asesoría profesional para los manejos psicológicos. Estos puntos de ayuda están ubicados en muchas estaciones, rotan y, según cifras del mismo Metro, han ayudado a salvar la vida de más de 800 personas.

Es una labor dura, compleja y enorme en la que también como ciudadanos debemos mirarnos, analizarnos y establecer lazos de empatía más fuertes para entender este problema. Comentarios como “¿Eh, por qué no se suicidarán en una hora que no sea la pico?” o “¿Por qué si se quieren matar no eligen algo distinto al Metro?” duelen en aras de nuestro sentido humano al ver que cuando esto sucede todo el sistema se para, se afecta y eso hace que me “sienta perjudicado…”.

Más allá de las cifras, los que hoy tenemos entre 35 años y 50 años o más, fuimos los que estuvimos impregnados, educados y amoldados por todo lo que conlleva la llamada Cultura Metro, que se basa en el respeto por el sistema, por los otros y por el bien común. Dejar salir para poder entrar, preservar el Metro, tenerlo limpio, no comer dentro del sistema, cuidarlo de que se convierta en una “carpa” de vendedores ambulantes, de mendicidad y de todo tipo de hechos delincuenciales, en sí: cuidarlo del caos. Hoy hay nuevas generaciones, hoy hay más usuarios extranjeros, hoy hay que renovar esa cultura, no dejar que caiga y desfallezca. Polinizar esto no solo depende de la empresa, depende también de nosotros, los ciudadanos.

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El Metro también ha sido un ejemplo de valentía al sobrevivir al tsunami de fetidez que ha sido la nefasta y corrupta administración del alcalde Daniel Quintero y su séquito. El Metro, gracias a su fortaleza, ha logrado mantenerse al margen de esa politiquería en la que también ha sabido capotear el recorte del que ha sido víctima en sus presupuestos. Solo quedan, gracias al destino, ocho meses de esta pesadilla quinterista…

El Metro de Medellín no es solo un sistema de transporte masivo que, como su acertado eslogan lo dice, genera Calidad de Vida. No, no es solo eso. El Metro es un sentir, es un tesoro, es algo que nos enamora, que nos hace sacar pecho llenos de orgullo, y es fundamental renovar ese amor para cuidarlo y protegerlo.

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