La eterna lista de cosas pendientes

¿Realmente ayuda anotar las cosas que tenemos pendientes?, ¿nos ayuda a no olvidar, a ser más eficientes con nuestras tareas? En este texto me detengo en mi relación con las listas.

Soy, pero sobre todo era, amante de hacer listas de cosas pendientes para el día, para la semana, de cosas que en teoría estoy desarrollando desde hace años y a desarrollar en los siguientes meses. No muy elaboradas, escritas detrás de recibos de mercado, fotocopias, papeles que ya había usado por un lado. A pesar de la inmensa satisfacción de tachar cada tarea que iba cumpliendo, no recuerdo haber completado una lista en un solo día.

Durante años asumí que la lista de turno me ayudaba a organizar el día o la semana y así los pendientes no aparecían cada tanto de la nada. Es posible que detrás de cada una de ellas se esconda el miedo a que se me vaya la vida sin haber pagado ese recibo, sin haber hecho ejercicio o sin haber llevado a cabo actividades o proyectos que me propuse alguna vez.

Quizás habría continuado con ese sano y angustioso hábito si no hubiera aparecido la voz que leía con tono mandón: por ejemplo, si aparecía escrito “comprar olla”, ella enunciaba “tengo que comprar una olla”. A veces, usaba un tono más amable y pasivo agresivo: “debo” o “debería” comprar una olla. La mayoría de las veces no había obligación real, salvo la que la voz asumía y que también afectaba actividades que disfrutaba y que adquirían un peso innecesario. Así, “tenía” que leer al menos 20 páginas diarias, “tenía” que sacar tiempo para dibujar y escribir y un largo etcétera.

En el último año, sin embargo, mis listas de turno han empezado a disminuir en cantidad y complejidad. Creo que tiene relación con el hecho de que he empezado a fijarme más en la frecuencia con la que la misma voz mandona se extendía a otros ámbitos y me decía que “tenía” que llegar a cierto lado, “tenía” que hablar con alguien y “tenía” que comprar mercado, entre otras.

Ahora, cuando puedo, disminuyo la cantidad de elementos en la lista e incluso, si es posible, procuro que se limite a lo que puedo hacer en un día. A veces hay que anotar más, en especial cuando son actividades operativas que no dan espera o son el primer paso para que sucedan otras. No anoto los elementos que tomarán más tiempo, como los proyectos en desarrollo o por desarrollar, pues si debo anotarlos, quizás no son tan importantes.

La voz mandona se aparece en algunas ocasiones al final de la jornada a recalcar que no he hecho lo suficiente y se me ha ido el día no sé cómo ni en qué... Ya me acostumbré a que para esa voz, nunca nada sea suficiente. En esos momentos me sirve anotar lo que he hecho durante el día y la voz entonces baja el volumen. Este nuevo tipo de lista me ayuda a reafirmar que he hecho lo mejor que he podido con lo que he tenido a mano, con lo cual, incluso, he empezado a dormir más tranquilo.

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