Antes de abordar el tema que nos ocupa, quiero dedicar este artículo a mi hija Gabriela quien desde su llegada a mi vida hace 12 años ha sido fuente de felicidad, inspiración y motivación infinita. Gracias Gaby por salvar mi vida en más de una ocasión y por enseñarme a través del rol paterno que mi vida ya no me pertenece y ahora por una decisión de amor es tuya.
PUBLICIDAD
Entrando en materia y sin generar ninguna controversia sobre el particular, el empoderamiento del rol paterno implica acciones más allá del padre proveedor para constituirse en un modelo de padre transformador, y que mejor vía para hacerlo que la alimentación. Debemos desmitificar esa versión de papás alimentando a sus hijos con hamburguesas y pizza, para pasar a padres que se involucran con la buena alimentación.
El primer paso para esa alimentación responsable es entender lo múltiples beneficios que aporta cocinar con los niños; el principal de ellos es conocer la procedencia de los alimentos y el tratamiento que se da a estos. Allí podremos seleccionar ingredientes que representen beneficios nutricionales para nuestros hijos y crear en ellos conciencia sobre la influencia de una buena nutrición en la salud. Desde la psicología se ha demostrado que cocinar con niños contribuye a que estos creen pautas de buena alimentación y en momentos de toma de decisiones opten por alimentos con altas calidad nutricional. Otro plus que nos aporta al cocinar con nuestros hijos, es que a futuro tendremos adultos funcionales que al momento de no estar en casa podrán solventar sus necesidades nutricionales sin tener que recurrir siempre a un domicilio o a la popular comida chatarra.
Cocinar con nuestros hijos siempre será un estímulo para sus sentidos y de los dos hemisferios del cerebro, favorece la creatividad y al desarrollo de habilidades blandas, motricidad fina y memoria. Adicionalmente, las fases previas como el alistamiento de ingredientes y los procesos de preparación tienen efectos en la mejora de atención, el orden y la disciplina para otras actividades de su rutina diaria. En este orden los niños a los que se vinculan a la cocina como forma de diversión, internalizan el hecho de que el trabajo en equipo es valioso en cualquier actividad humana.
Otro punto importante es la aplicación de otras disciplinas llevadas a la cocina; verbigracia las matemáticas para determinar medidas, peso y cantidades, así y ciencias como la física y la química aplicada a los alimentos. Lo anterior demuestra que los procesos de aprendizaje pueden ser divertidos y contribuir a la formación académica de niños, niñas y adolescentes. Siguiendo esta línea, las actividades en la cocina también pueden enseñar al niño rutinas y hábitos de aseo y lavado de manos, así como la desinfección de alimentos, el lavado de instrumentos, cubiertos y loza.
Por otro lado no podemos perder de vista que estamos cocinando con niños y algunas actividades pueden representar un peligro potencial para ellos; es así que el uso de cuchillos o instrumentos filosos, ollas y líquidos calientes, deben estar bajo supervisión de un adulto, sin embargo, debemos tener precaución de no crear miedos infundados y al contrario, interiorizar sobre la responsabilidad y atención que representan estos elementos.
Como conclusión, un padre que vincula a sus hijos a la cocina elimina paradigmas y estigmas, demostrando con ello que un hombre que cocina no “colabora” sino que es un adulto funcional que es coparticipe del funcionamiento del hogar. En el caso de padres separados, cocinar con y para nuestros hijos fortalece vínculos que de seguro serán gratos para ellos y nosotros, pero lo más importante estamos dando tiempo de calidad y privilegiamos lo afectivo por sobre la imagen del papá cajero que solo satisface necesidades económicas.
“Cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre”. Gabriel García Márquez.