Están a nada de pedir cárcel para la vicepresidenta por haber dicho astrología en vez de astronomía en una charla con 35 niñas colombianas que van a viajar a la sede de la Nasa en Houston. Quienes la atacan recuerdan el “Así lo querí” que dijo Iván Duque en el funeral de Carlos Trujillo. La diferencia entre un lapsus y otro, creo yo, es que de Duque nos burlamos (del expresidente nos burlábamos de lo que fuera porque se la pasaba dando papaya), mientras que los que se ceban con Francia Márquez se desviven por demostrar con pequeñeces de ese tipo que ella no está capacitada para ejercer su cargo.
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Y no pasa nada que le saquen chiste al asunto, que siempre será sano burlarse del poder, pero es que no les alcanza solo con eso y más bien se están agarrando de lo que sea para desacreditar todo lo que tenga que ver con Petro, que va apenas por su tercera semana de gobierno. Y no es que esperaran siquiera esas tres semanas, que desde que se posesionó le están dando palo, empezando por el gesto de ordenar que llevaran la espada de Bolívar a la plaza donde se realizaba el evento.
Se sabe que todo gobierno la embarra e incumple sus promesas, pero es que estos precoces de la crítica se desacreditan solos: al quejarse por cualquier cosa se vuelven irrelevantes, ruido apenas, como el radio que dejamos prendido y oímos a lo lejos mientras hacemos oficio en casa. Desde el primer día de mandato están haciendo “balances” de la gestión del nuevo presidente y hablando de “régimen” y “fraude”.
Toda crítica lanzada por estos días contra la nueva administración dice más o menos lo mismo: que están resentidos por haber dejado de ser gobierno por culpa de su propia incompetencia. Están huérfanos de poder y, peor aún, se sienten desplazados por personas que consideran inferiores a ellos; meros advenedizos. No lo dicen abiertamente porque quedarían peor parados de lo que ya están, pero lo cierto es que no soportan que lo que ellos consideran personajes emergentes y sin preparación ostenten los cargos que han sido suyos.
Se quejan, señalan y se sienten los más críticos solo porque están descubriendo lo obvio: que ser oposición es muy fácil, basta apenas con señalar los errores ajenos. Mientras mandaron fueron incapaces, indolentes y corruptos, y ahora quieren hacer ver cualquier torpeza o error como eso mismo: incompetencia, indolencia o corrupción. Los gobernantes de toda la vida están mirando a los nuevos dirigentes como miran los ricos de siempre a los nuevos ricos, con envidia, pero sobre todo con desprecio, temerosos de que, por tener que compartir el barco, terminen siendo desplazados por una nueva generación.
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Ahora sí les preocupa la reforma tributaria, denuncian matanzas y se desviven por los pensionados, los niños y todos los débiles de este país. Claman al cielo por igualdad y justicia mientras pobretean a las fuerzas militares, y hacen una tormenta porque alguien dijo astrología al referirse a la Nasa. Qué despropósito, qué desperdicio; tanto esfuerzo para nada, si cuando eran gobierno no descansaron por andar construyendo no solo carreteras, colegios y hospitales, sino todos esos cohetes y estaciones espaciales que hoy exhiben con orgullo la bandera de Colombia. En conclusión, qué pena con los gringos que venga alguien y en un solo discurso destruya todo su legado.