La noche del 13 de noviembre de 1985 quedó grabada para siempre en la memoria de Colombia. A las nueve en punto, el rugido del Volcán Nevado del Ruiz rompió el silencio de la cordillera y, en cuestión de minutos, 30 millones de metros cúbicos de lodo y piedras descendieron con furia sobre el municipio de Armero, en el Tolima. En aquel entonces, el pueblo albergaba cerca de 29.000 habitantes; más de 23.000 perdieron la vida en uno de los desastres naturales más devastadores del siglo XX en América Latina.
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Dos días después de la tragedia, el 15 de noviembre de 1985, un grupo de médicos, enfermeros y especialistas en logística de la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) aterrizó en Armero con 22 toneladas de suministros médicos, medicamentos y materiales de albergue. A pesar del caos, las altas temperaturas y las toneladas de lodo que cubrían el terreno, sus equipos se unieron a los esfuerzos de rescate y atención médica, brindando apoyo a los hospitales cercanos y formando nuevos equipos de salud para llegar a los sobrevivientes.
“Una de las cosas más impactantes eran los pacientes atrapados, incluyendo niños, adultos mayores, muchos con gangrena, tratando de salir del lodo”, recordaba años después Pierre Marie, el primer coordinador logístico de MSF en Colombia. Durante un año completo, la organización permaneció en la zona y en municipios vecinos como Lérida y Mariquita, ayudando a reconstruir puestos de salud y hospitales, y acompañando emocionalmente a quienes lo habían perdido todo.
Esa tragedia marcó el inicio de la misión humanitaria de Médicos Sin Fronteras en Colombia, un compromiso que, cuatro décadas después, sigue vigente. Desde entonces, MSF ha desarrollado 51 proyectos en el país, respondiendo a emergencias como el terremoto de Armenia en 1999, la pandemia de COVID-19, y los conflictos armados que aún golpean regiones como el Catatumbo, Nariño y el Pacífico colombiano.
Hoy, al cumplirse 40 años de su llegada a Colombia, MSF conmemora no solo su historia, sino el espíritu de humanidad que los llevó a actuar en medio del dolor de Armero y que los mantiene presentes donde más se necesita.
Entrevista con Nancy Guerrero Castillo, directora de Médicos Sin Fronteras (MSF) en América del Sur
Pregunta: Queremos hablar sobre la conmemoración de los 40 años de Médicos Sin Fronteras en Colombia, una labor que ustedes han realizado durante este tiempo. Recientemente enviaron una comunicación en la que hacen un balance de las actividades desarrolladas en el país.
Nancy Guerrero Castillo: Se cumplen 40 años desde la primera vez que Médicos Sin Fronteras llegó a Colombia. Llegamos para acompañar a las poblaciones afectadas tras la erupción del Nevado del Ruiz, conocida como la tragedia de Armero.
Desde entonces, hemos trabajado a lo largo y ancho del país, en muchas zonas rurales del Pacífico, el Caribe, el Caquetá, el Putumayo y Tumaco, entre otras. En todos estos años hemos adaptado nuestra forma de intervención según las necesidades de las comunidades colombianas.
Estamos conmemorando estas cuatro décadas porque reconocemos la permanencia de nuestra misión: salvar vidas y aliviar el sufrimiento de las poblaciones afectadas por desastres, conflictos armados y otras situaciones de violencia. También hemos trabajado en temas de tuberculosis, atención primaria en salud y salud mental, que ha sido un componente transversal de nuestras intervenciones.
De hecho, llegamos a Colombia el 15 de noviembre de 1985, apenas dos días después de la tragedia de Armero, con equipos médicos y personal humanitario para acompañar a las comunidades.
Pregunta: Precisamente, la tragedia de Armero cumple también 40 años ¿Qué testimonios o recuerdos conservan ustedes sobre esa experiencia tan dolorosa para el país y para la organización?
Nancy Guerrero: Según las estadísticas, cerca de 23.000 personas fallecieron en esa tragedia. Armero tenía alrededor de 29.000 habitantes, y nuestros equipos llegaron con personal sanitario y logístico, además de 22 toneladas de suministros, que incluían medicamentos, kits de ayuda y materiales de albergue. Lo primero fue participar en el rescate de las víctimas. Nuestros colegas se encontraron con toneladas de lodo y trabajaron para removerlo y salvar el mayor número posible de vidas. Trajimos maquinaria pesada para apoyar esas labores.

Después, brindamos atención médica a los sobrevivientes, especialmente a quienes presentaban traumatismos, y emprendimos acciones de prevención de brotes epidémicos, trabajando junto con las autoridades de salud locales y los hospitales cercanos, como el de Mariquita.
Pregunta: Muy pocos saben que ustedes permanecieron más de un año trabajando en esa zona. ¿Podría contarnos un poco sobre ese proceso?
Nancy Guerrero: Así es. Los primeros meses estuvimos completamente enfocados en la emergencia, pero permanecimos alrededor de un año en la región, apoyando la reconstrucción de puestos de salud y hospitales, y brindando acompañamiento psicosocial tanto a los sobrevivientes como al personal sanitario.
Después de esa experiencia, no hemos dejado de trabajar en Colombia. Empezamos a identificar otras necesidades médico-humanitarias, por ejemplo, en el Chocó, y comprendimos mejor los distintos contextos del país para adaptar nuestras intervenciones.
Pregunta: Otro aspecto poco conocido es que médicos colombianos también participan en misiones internacionales de MSF. ¿Cómo funciona esa colaboración?
Nancy Guerrero: Médicos Sin Fronteras es un movimiento global con más de 68.000 personas de diversas nacionalidades y culturas, presente en más de 70 países y 500 proyectos.
En cada misión, alrededor del 80% del personal es local y el 20% restante corresponde a personal internacional. En estos 40 años, muchos profesionales colombianos —médicos, psicólogos, enfermeros, logistas, especialistas en recursos humanos, finanzas y politólogos— han sido parte de MSF y trabajan hoy en lugares como Gaza, Yemen, Mozambique, Brasil, México o Haití.
Esto demuestra cómo Colombia no solo recibe ayuda, sino que también contribuye al trabajo médico-humanitario global.
Pregunta: Has trabajado desde el Catatumbo hasta llegar a la dirección de MSF en América del Sur. ¿Cuál es el panorama actual de su labor en Colombia?
Nancy Guerrero: Soy originaria de Norte de Santander y empecé hace 21 años con MSF trabajando precisamente en el Catatumbo, atendiendo temas de salud primaria, salud mental y asistencia a víctimas del conflicto armado.
Hoy seguimos presentes en esa zona, donde el conflicto se ha recrudecido. Allí trabajamos con comunidades rurales en Tibú, El Tarra y otras veredas, garantizando atención médica y psicológica a poblaciones que enfrentan restricciones en el acceso a servicios básicos.
También estamos en Arauca, apoyando a víctimas del conflicto y a personas desplazadas o retornadas desde Venezuela. En todos los casos, adaptamos nuestras intervenciones a las necesidades locales y actuamos donde no hay una respuesta suficiente de las instituciones del Estado.
Pregunta: Para quienes quieran sumarse o colaborar con la organización, ¿cómo pueden hacerlo?
Nancy Guerrero: Toda la información está disponible en nuestra página web: www.msf.org.co
. Allí pueden conocer las vacantes para profesionales interesados en unirse a MSF, así como las opciones para apoyar económicamente nuestra labor.
Es importante recordar que somos una organización independiente, tanto política como económicamente. Nuestro financiamiento proviene de más de siete millones de donantes en el mundo, incluidas más de 8.000 personas en Colombia.
Gracias a esa independencia, podemos acceder a comunidades vulnerables y garantizar que la atención médica y psicológica sea gratuita y basada únicamente en las necesidades humanitarias.
Pregunta: Finalmente, ¿hay algo más que quisiera resaltar?
Nancy Guerrero: Solo reiterar nuestro compromiso. Desde hace más de 50 años, la misión de Médicos Sin Fronteras ha sido salvar vidas, aliviar el sufrimiento y restaurar la dignidad de las poblaciones más vulnerables.
Seguimos trabajando bajo los principios de independencia, neutralidad e imparcialidad, ofreciendo atención sin discriminación alguna. Nos consideramos un puente de solidaridad humana, y ese es el espíritu que nos mueve a continuar esta labor en Colombia, en la región y en el mundo.
Testimonio Pierre-Marie, coordinador logístico de Médicos Sin Fronteras durante la emergencia de Armero en Tolima, Colombia, 1985

“Antes de que sucediera la tragedia de Armero, yo había estado trabajando en emergencias en el Líbano, Argelia, Chad, Túnez, El Salvador y Guatemala, principalmente en el área de logística y suministros. El 13 de noviembre de 1985 estaba trabajando en la oficina de Médicos Sin Fronteras cuando recibimos la información que el municipio de Armero había quedado sepultado por la erupción del volcán Nevado del Ruiz. Yo hablaba español y tenía experiencia en trabajar en terremotos y otros desastres y por eso me pidieron que viajara a Colombia para coordinar nuestra logística. Recuerdo que una de las tareas más importantes era proporcionar rápidamente a los hospitales los tratamientos contra la gangrena gaseosa, una emergencia médica absoluta después de una herida profunda infectada por el lodo. En el mismo tiempo, hemos querido ayudar a rescatar a las personas atrapadas en el lodo incluyendo niños, niñas, adultos mayores. Por eso pedimos unos aerodeslizadores que llegaron uno de Francia y otro de Inglaterra. Lamentablemente la alta temperatura en Armero dificultó muchísimo los trabajos de rescate y tampoco el uso de los deslizadores fue tan eficiente. El caos era impresionante por la cantidad de personas desaparecidas, las que habían sido desplazadas y las que se encontraban heridas”.

