José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay y figura emblemática de la izquierda latinoamericana, falleció este lunes a los 89 años, en su chacra de Rincón del Cerro, a las afueras de Montevideo. La noticia fue confirmada por el actual mandatario Yamandú Orsi: “Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, Viejo querido”.
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Enfermo de cáncer de esófago desde 2023, Mujica había comunicado en enero de 2025 que la enfermedad se había extendido, asegurando que no se sometería a más tratamientos. “Hasta acá llegué”, dijo en una entrevista, en la que también pidió que respetaran su intimidad y lo dejaran vivir sus últimos días en tranquilidad.
Su historia fue digna de una novela. Militante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, Mujica fue herido de bala, detenido en múltiples ocasiones y pasó 14 años en prisión, varios de ellos en condiciones infrahumanas durante la dictadura uruguaya. Llegó a sufrir delirios, aislamiento extremo y problemas de salud mental, pero encontró refugio en la lectura y la escritura, lo que marcó su transformación.
Liberado con el regreso de la democracia en 1985, Mujica se incorporó a la vida política institucional. Desde 1995 fue legislador, luego ministro de Ganadería y finalmente presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Su paso por el gobierno estuvo marcado por leyes progresistas como la legalización de la marihuana, el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto.
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Su estilo austero, su vida en el campo y su discurso cargado de filosofía popular y crítica al consumismo lo convirtieron en un fenómeno internacional. A pesar de ser llamado “el presidente más pobre del mundo”, Mujica siempre negó esa etiqueta. “No acompaño el camino del odio... el odio no construye”, dijo alguna vez, fiel a su visión reconciliadora.
Murió acompañado de su compañera de vida y de lucha, Lucía Topolansky, quien declaró: “Estoy hace más de 40 años con él y voy a estar hasta el final. Eso es lo que le prometí”.
Pepe Mujica se despidió en su finca, entre sus libros, sus plantas y los recuerdos de una vida dedicada al país. Su último deseo fue ser enterrado allí, junto a su fiel perra Manuela. Y así, sin ruido ni honores fastuosos, se fue uno de los políticos más queridos y coherentes de América Latina.