Santiago Pinzón Giraldo del diario El Tiempo, realizó un reportaje a ‘Pildorita’, una mujer trans que creció en una vereda del municipio de la Calera, allí desde los 8 años empezó a sufrir por violencia intrafamiliar, ya que su padre no aceptaba que ella se quisiera comportar como una mujer y por eso la castigaba y golpeaba, la solución que encontraba para evitar el maltrato era irse de su casa para Bogotá, en donde a muy temprana edad se vio en soledad lidiando con la discriminación en búsqueda de su identidad sexual.
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Desde los 12 años, se vio metida en el mundo de las drogas, influenciada por sus amistades cuando vivía en una casa del barrio Santa fé, uno de los sectores más complejos de Bogotá, precisamente por el tráfico de estupefacientes y la prostitución. Cuando tenía 13 años vivió uno de los momentos más complejos de su vida, al ser engañada junto a otras menores de edad, a quienes les prometieron que trabajarían en barcos en Barrancabermeja y fueron reclutadas para ser prostituídas junto a otros niños y niñas en Bogotá.
Para su fortuna, por su identidad de género logró irse del lugar junto a otras niñas trans, ya que el dueño del establecimiento no las quería y las dejó literalmente escapar y salieron del lugar bajo amenazas corriendo. Aunque en esa ocasión pudo salvarse, ya lejos del lugar siguió dedicándose a la prostitución, junto a otras amigas que con el tiempo desaparecieron o fueron asesinadas. Así estuvo durante 16 años, metida en las drogas y la prostitución.
Un cambio que dio vuelta a su vida
A los 24 años decidió dejar esa compleja vida y terminó trabajando en una peluquería del centro y haciendo oficios varios. Pero no fue una labor fácil, ya que aún seguía consumiendo drogas y terminaba recayendo, lo que le trajo graves problemas incluso se salvo de morir, recibió un disparo en una rodilla, una puñalada en el cuello, otra en el brazo, entre tantas otras situaciones que le pasaron cuando regresaba a las calles, a causa de la droga y las malas amistades.
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Luego de un año de sobriedad en el que se preocupó por su desintoxicación, pidió un prestamo a un ‘gota a gota’ y decidió montar su propia peluquería, algo que no dejaba de darle miedo, pero gracias a su arduo trabajo el negocio prosperó, y no solo eso, con el tiempo llegó a ser dueña de siete peluquerías, tras la pandemia ocasionada por el covid-19 entregó cuatro y ahora vive de sus tres establecimientos.
Pero no solo eso, ha decidido dar oportunidad en sus negocios a personas de la comunidad LGTBIQ+, adultos mayores, extranjeros, entre otras comunidades a las que considera les resulta muy difícil conseguir empleo por su condición, convirtiéndose así en todo un ejemplo de resiliencia y muestra de que es posible cambiar de vida, por más complejas que sean las circustancias.