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El diagnóstico de Acolfutpro: precariedad, deudas y los grandes vacíos en la Liga Femenina 2025

Acolfutpro presentó el informe de la Liga Femenina 2025 y dejó en evidencia, una vez más, el mismo sabor amargo de siempre.

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La historia de la Liga Femenina en Colombia desde 2017 ha sido una mezcla rara entre resistencia, ilusión y demasiado aguante. Ocho ediciones después, seguimos celebrando que exista mientras nos toca reconocer, una vez más, que la estructura que debería sostenerla hace todo lo contrario, la ahorca. Y la discusión no puede seguir siendo si “al menos hay torneo”.

El punto es que el fútbol femenino no puede sobrevivir solo a punta de voluntad y sacrificio. Las jugadoras son deportistas profesionales, y tratarlas como tal no debería ser una pelea de todos los años, una lucha eterna.

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Un nuevo informe reveló lo que ya se rumoreaba de pasillo en pasillo en 2025 se jugó la liga más larga de la historia del FCP femenino, sí, pero también una de las más desordenadas y llenas de malas prácticas. Y lo más grave, de nuevo, es que las irregularidades siempre caen sobre las futbolistas. Varias jugaron sin seguridad social, otras vivieron meses sin salario, y muchas quedaron navegando entre contratos que se acaban justo cuando más deberían protegerlas.


Y para 2026, ni siquiera sabemos cómo va a ser el formato, cuántos clubes participarán o qué recursos habrá. Sin patrocinador oficial y con el Ministerio del Deporte enfrentando recortes, la incertidumbre es casi que es la única constante.

¿Qué dice el informe de Acolfutpro?

La Acolfutpro fue clara las condiciones no alcanzan ni lo mínimo. El reglamento permite inscribir 30 jugadoras por equipo, pero solo exige contrato para 15. Y sí, cinco clubes se fueron por lo bajo. Eso no es “ajuste administrativo”, eso es precarización. Y no maquilla nada un calendario que se anunció como extendido pero que, en la práctica, dejó más de 40 días sin competencia. Para una liga que ya lucha por continuidad, es un golpe directo a la estabilidad deportiva de las jugadoras y a su estabilidad laboral, porque muchas viven del día a día.

En varios clubes, los contratos desaparecieron tan pronto el equipo quedó eliminado. Así, sin anestesia. Y mientras tanto, problemas más crudos: Deportivo Cali les quedó debiendo dos meses de salario en plena fase final; Pasto no pagó junio ni liquidaciones; Orsomarso y Alianza se tomaron más de un mes en cumplir obligaciones básicas.

La pelea entre lesiones, abandono y condiciones indignas

Si las jugadoras están enteras, todo bien. Pero si se lesionan ahí aparece la verdadera cara del sistema. En Pasto, cuatro futbolistas con lesiones graves quedaron desafiliadas del sistema de salud y terminaron en el régimen subsidiado. El mensaje es brutal, lesionarse es un riesgo laboral que ellas tienen que cargar solas.

Varios clubes, además, ignoraron la Circular 007 del Ministerio del Deporte, que exige afiliar a todos los deportistas al Sistema de Protección Social. Y en Orsomarso, la Alcaldía de Yumbo terminó manejando el equipo femenino, algo prohibido por ley. Como si nada. En Alianza, 24 futbolistas compartieron tres habitaciones. Tres. No hace falta mucho contexto para saber que eso no es digno.

¿En serio así vamos a construir una liga?

Lo que concluye Acolfutpro es fuerte, pero no sorprende: “aunque se han dado pasos hacia adelante, la Liga Femenina sigue marcada por la discriminación estructural”. Y sí, esa frase duele porque es real. Todo el avance que se presume se desmorona cuando revisamos las condiciones básicas como los pagos, contratos, salud, alojamiento y continuidad.

Y acá es donde uno tiene que decirlo sin suavirzar, es muy difícil sostener el deporte femenino de esta manera. No por falta de talento, ni de público, ni de ganas. Es difícil porque no hay una estructura mínima que respalde su existencia. Porque seguimos dependiendo de voluntades políticas y presupuestos inciertos. Porque se sigue tratando a las jugadoras como un “extra” del fútbol masculino y no como lo que son, trabajadoras del deporte, profesionales, personas que merecen condiciones y pagos justos.

Si Colombia quiere una liga femenina competitiva, estable y respetada, no basta con abrir un torneo cada año y celebrarlo como si eso fuera suficiente. El compromiso real se demuestra en lo que pasa detrás, con los contratos dignos, cargas laborales claras, estabilidad, salud, inversión y respeto.

Mientras eso no pase, la liga seguirá existiendo, sí... pero a costa de ellas. Y eso, simplemente, no se puede normalizar, la discriminación no puede ser la constante del fútbol femenino de Colombia.

       

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