Cuando todo estaba preparado para una fiesta multitudinaria, cuando el partido se encaminaba a la victoria del líder absoluto de la Serie A, apareció el Salernitana (1-1) para posponer la celebración de un ‘Scudetto’ que ya es histórico, pero que tendrá que esperar para viajar a Nápoles.
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La larga espera de 33 años tendrá que alargarse unos días más. Lo que empezó como un día de celebración en Nápoles con la victoria del Inter Milán que habilitó las cuentas y que continuó con el tanto de Olivera, tornó en una fría tarde desaliñada por culpa de Boulaye Dia, que no evitará que el Nápoles levante el título, pero que sí pospone el festejo mínimo, hasta el jueves, en campo del Udinese.
El inicio del partido estuvo a la altura de lo esperado en Nápoles. Con un Diego Armando Maradona lleno, que esperaba con ansia la victoria, el Nápoles salió sin especular, como siempre durante la temporada, pero esta vez con una energía contagiosa, acorde con la atmósfera general en una ciudad volcada con su equipo.
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Osimhen fue el peligro principal peligro de los de Spalletti. Y es que el ariete se tuvo que pelear con hasta tres zagueros que intentaron pararle, pero que no pudieron evitar que rematara los precisos centros de Lozano por banda derecha, en lo que fue el principal recurso de los locales y la vía más rápida en la primera mitad.
El problema del Nápoles, dueño y señor del partido, estuvo bajo los palos del Salernitana. Y es que el mexicano ‘Memo’ Ochoa volvió a ser clave para su equipo, en la enésima demostración desde que llegara en enero de que es el portero por el que pasa la salvación en Salerno, salvando en dos ocasiones los testarazos del ariete nigeriano, desatado.
El control abrumador de un Nápoles deseoso de desbloquear el partido de sus vidas desembocó en una segunda mitad que siguió el mismo guion que la primera, en un dominio absoluto que no pareció mermar la confianza de una grada entregada a su equipo.
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Un disparo desde el suelo desde Anguissa y una chilena de Zienlinski animaron el ritmo del partido, sembraron las dudas en una sólida zaga del Salernitana que se propuso con creces retrasar lo máximo posible una fiesta inevitable en Nápoles.
Pero solo fue una cuestión tiempo. Fue imposible que el muro del Salernitana resistiera todo el empuje de una ciudad, el empuje de once guerreros que salieron al campo con un objetivo en mente y que no pararon hasta conseguirlo en el minuto 62.
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Y el protagonista esta vez si que fue inesperado. Como toda historia bonita con final feliz, tuvo su giro de guion inesperado y cuando todos hubieran apostado por Osimhen o ‘Kvaratskhelia’, fue Mathías Olivera el que hizo el gol de todos. Fue el que tuvo el honor de dar el golpe definitivo para hacer historia con un testarazo en saque de esquina inapelable, fue el que aprovechó la oportunidad de la titularidad tras la lesión de Mario Rui, que hubiera sido seguro titular en caso de haber podido, y que estuvo a un paso de pasar a la historia como protagonista.
Pero la gloria se escapó de entre las manos al Nápoles cuando a pocos minutos del final, en un final de partido casi trágico para los allí presentes porque cuando todo el mundo celebraba la victoria y el campeonato, Boulaye Dia aguó la fiesta con un disparo directo a la escuadra que silenció una ciudad entera.
Lo intentó de todas las maneras el conjunto de Spalletti, pero no pudo volver a derribar el muro de Ochoa. Osimhen, desesperado no se lo podía creer. Era la frustración de un estadio entero, de una ciudad entera a la que le amargaron el día perfecto. El Nápoles será el campeón, eso seguro, pero tendrá que esperar.