Interpretando los cuatro aires vallenatos de paseo, merengue, puya, son, trece niñas se batieron en un duelo alejado de las luces y el show en el Festival Vallenato, pero que poco a poco se convierte en una revolución musical en la cual el género femenino lleva la bandera.
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Las concursantes en la categoría por la corona de reina menor en Valledupar fueron: Angie Daniela Corzo, Ana Paula Leal, Brinna Pinto Romero, Carolina Camacho Gómez, Diangely Salomé Valencia, Kenny Castañeda, Laura Patricia Moreno, Laura Sofía Benítez, María del Rosario Ortiz, María José Ortega, Nikoll Peñaranda Sumalave, Sara Valentina Mora y Sarid Antolínez Castañeda.
PUBLIMETRO siguió las competencias en la capital de este ritmo y habló Gabriel Aguancha, uno de los jurados de esta categoría quien lleva diez años calificando a los profesionales del género vallenato. “Ver a estas niñas ha sido muy hermoso porque tienen mucho talento y será muy difícil coronar a una reina menor este año. Lo importante es que estas niñas tengan esa condición natural, la actitud y ese talento y de allí para adelante es práctica. La base primordial es el talento y cuando lo hay todo fluye”.
Niñas acordeoneras: una revolución musical que va creciendo en el Festival Vallenato
Una de las primeras en tocar fue Kenny Castañeda quien a sus 13 años vino desde Turbaco, Bolívar a nueve horas en bus del evento. Esta niña desde los seis años practica el acordeón. “Estoy muy feliz. Un poquito nerviosa pero después se me va pasando”. Ella hace parte de la Academia del profesor Jaime Arrieta, en Arjona Bolívar y está en octavo grado.
El papá de Kenny afirmó en medio de las competencias que “yo compré el acordeón para mí, pero me lo quitó, porque ella lo tocaba y yo se lo entregué y gracias a Dios y le puso un ángel en el camino que es el profesor Jaime Arrieta para enseñarla”.
Este instrumento además de su peso de 6 kilos es exigente. Estas niñas entrenan todos los días después del colegio en horas de la tarde y cuando van a competir los sábados y domingos porque esa es su pasión.
Angie Daniela Corzo es descendiente del pueblo indígena kankuamo, en las estribaciones de la Sierra Nevada y está optando por ser reina vallenata menor “Desciendo de La Mina y Atanquez porque soy kankuama y he aprendido de mi abuelo y mi padre que vivieron en el poblado indígena de Villa Germania, pero ahora toda mi familia vive en Valledupar”, contó la joven.
Como muchas de ellas, el acordeón estaba arrimado en un rincón de la casa y el instrumento la llamó para que lo tocara. “Cuando yo era pequeña mi hermano ya tenía un acordeón entonces cómo es un instrumento costoso tuve que ganarme el mío demostrando mi talento. Estaba guardado el acordeón y a mí me gustaba sacarlo y tocarlo, así comencé”.
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Otra de las participantes que tuvo un viaje de más de dos días fue Ana Paula Leal, con nueve años y en quinto grado, ya se presenta en conciertos, vino desde el municipio de Chinácota, Norte de Santander. “Cuando tenía tres años y me regalaron un acordeón de juguete y estuve sacando melodías hasta los cinco años que me regalaron un acordeón profesional y me llevaron a la Academia allí práctico diario tres horas para actuar en festivales y eventos comerciales”.
Otra pequeña participante con su fabulosa “acordeón fucsia con brillitos”, como ella misma la describe, es Sara Valentina Mora, toca desde los seis años y viajó desde Montelíbano, Córdoba a 12 horas de viaje a Valledupar. “Mi papá tenía un acordeón y lo empecé a tocar. No me importa que sea pesado porque práctico pesas para poder cargar el instrumento”, cuenta entre risas. Algunos familiares dicen en broma que su acordeón hecho a medida pesa más que ella.
Una de las concursantes más segura de su talento fue María José Ortega, quien no dio rodeos para honrar su herencia musical. A sus siete años, está en segundo grado, proviene de Valledupar. Cuando se le pregunta que cómo empezó en esto de tocar el acordeón miró al horizonte como buscando una respuesta providencial “pues de los Molina, mi familia”, recalcó.
Una de las concursantes más segura de su talento fue María José Ortega, quien no dio rodeos para honrar su herencia musical. A sus siete años, está en segundo grado, proviene de Valledupar. Cuando se le pregunta que cómo empezó en esto de tocar el acordeón miró al horizonte como buscando una respuesta providencial “pues de los Molina, mi familia”, recalcó.
Unas llevan menos tiempo practicando pero demostraron su maestría como lo hizo María del Rosario Ortiz Rojas, con 14 años proviene de La Loma de la Calentura en El Paso, Cesar a dos horas y media de Valledupar. Esta joven está en noveno grado. “Desde pequeña me gusta el instrumento. Llevo un año y medio tocando y preparándome. Todos los días hay que practicar y para esto hay que ser muy constante y disciplinada en las prácticas. Lo más difícil del acordeón es la independencia que debe existir entre las dos manos. Con una se toca los bajos, con otra se tocan los pitos y todo en forma diferente”.
Una de las experimentadas fue Nikoll Peñaranda Sumalave, con 14 años, está noveno grado y afirmó que lo más difícil de aprender el acordeón son los bajos “porque está por acá y los bajos van por allá y uno siempre se demora metiendo los bajos, el pulso y la resistencia para no cansarse en la tarima”, dice entre risas.
Nikoll llevaba flores rosadas en la cabeza y una mochila del mismo color, según contó de su atuendo “fue idea de mi mamá, porque ella es siempre la de mejor gusto en la casa y ella siempre me dice que esto es mejor, esto te luce más y me gustó lo que eligió. Desde chiquitica, me gustó el acordeón porque vía a mi hermano tocar y siempre me pareció un instrumento muy interesante y desde los 10 años empecé a aprender canciones más sencillas, comerciales como las de Diomedes Díaz, Jorge Oñate y en la pandemia le dediqué más tiempo al acordeón para irme perfeccionando”.
Otra participante con acordeón rosada fue Brinna Pinto Romero de 10 años. Ella está en tercer grado y cuando se le pregunta sobre hace cuánto aprendió la pequeña respondió sin parpadear que desde “hace ufff, full tiempo”. Brinna practica el instrumento de 2 a 5 p.m. de lunes a viernes y los sábados de 8 a.m. a 2 p.m. “Cuando yo estaba chiquitica (más chiquita que en la actualidad) le dije a mis padres que quería aprender a tocar acordeón como Isabel Picón, como Juancho Rois y Beto Villa como todos esos grandes músicos y entonces me motivé”.
Con su desparpajo, Brinna aprovechó para enviar un consejo a las niñas que quieran aprender este instrumento. “Que nunca les de pena en la tarima, que uno esté seguro, porque si le da pena, le sucede como una niña que estaba tocando en la tarima que le dio miedo y se quedó en blanco y le digo a las otras niñas que se pongan las pilas para tocar bien”, sentenció la pequeña con severidad.
A la mayoría de las niñas les gusta el vallenato clásico, se saben de memoria álbumes musicales grabados hace décadas, mucho antes de que nacieran, e incluso sus padres y algunas lo alternan con el vallenato moderno.
Acordeoneras algunas llevan una carga más pesada que su propio instrumento
Algunas son verdaderos ejemplos de superación y de cómo pese a los obstáculos, el talento se abre paso. Este es el caso de Salomé Valencia, que a sus 15 años se trasladó desde Arjona, Bolívar casi a diez horas de Valledupar. Salomé es una de las alumnas de Jaime Arrieta en la Academia Los Amigos del Arte. Allí, en medio de las dificultades, practica de 3 p.m. a 8 de la noche todos días. “Yo empecé tocar por al instrumento y cómo mi mamá no tenía para pagarme las prácticas fue súper duro, pero mi profesor en la academia se portó muy bien conmigo y no me ha cobrado por la enseñanza y a él le debo todo lo que sé. Tengo tres años practicando este instrumento y el año pasado competí y quedé en la semifinal y este año espero pasar a la final y es un sueño que siempre he querido cumplir”.
La mamá de Salomé la apoyó y la acompañó desde este lejano municipio para que su hijo cumpliera sus sueños.
Igualdad para las mujeres en el vallenato
Por unanimidad, estas pequeñas acordeoneras de lazos y trenzas en sus cabelleras y vestidos de encaje, agradecen que el festival les haya abierto la categoría de reina menor para poder participar. “El festival, lo mejor que ha hecho es abrir nuestra categoría. Los otros acordeoneros afirman que tengo una pulsación bastante fuerte y que pal ante”, enfatizó María del Rosario.
Salomé, por su parte, opinó que “tiene que existir igualdad en el vallenato entre los hombres y las mujeres, porque tanto las mujeres como los hombres pueden tocar de una manera maravillosa. He visto a algunas mujeres que lo hacen muy bien como Wendy Corzo, la actual reina mayor y María Silena Ovalle, entre otras, porque tienen mucha feminidad al estar en la tarima y me gusta mucho ese estilo de tocar el acordeón”.
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Nikoll Peñaranda sueña que las bandas de grandes artistas como Karol G y otros integren a más mujeres en sus filas. “Si se me da la oportunidad de tocar con Karol G no la rechazaría. A las mujeres le deben dar el mismo valor que a los hombres en estas competencias que a veces tocamos mucho mejor que algunos hombres”, cuenta con su rostro lleno de emoción.
La cifra: 13 niñas acordeoneras compitieron este año en el Festival Vallenato. El año pasado solo 9 participaron en el certamen.
Estas fueron las ganadoras del certamen vallenato: