Alejandra María Montoya, es una mujer paisa de 33 años, madre de una adolescente de 16, que desde hace 5 años tuvo una experiencia que le cambió la vida y desde entonces lucha por construir un país en paz.
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Alejandra a los cinco años fue víctima de la violencia, su padre murió por una bala perdida en medio de confusos hechos que rodearon una masacre en la que fallecieron 14 personas. Ese hecho marcó su vida y su futuro.
“Es la hora y no sé qué pasó con exactitud ni nada sobre las personas que estuvieron involucradas en esa masacre. Mi mamá fue la que nos crio a mí y a mi hermana y crecimos sin saber esa verdad. Siento que la violencia me arrebató una parte de la historia en la vida”, comentó.
Ser mamá y activista
A los 17 años Alejandra quedó embarazada. Asumió el reto y se enfrentó al mundo como madre soltera. “Fue muy duro ser mamá en un contexto y en un entorno difícil. Mi hija ya tiene 16 años, pero siempre he luchado por sacarla adelante pese a las dificultades. En el trabajo he sentido que las mujeres no tenemos las mismas oportunidades que los hombres, que ser madre soltera dificulta el acceso a la educación superior, pero aun así me gradué como tecnóloga en gestión logística”, dijo.
Para Alejandra la experiencia laboral le ha evidenciado que de manera indirecta se ejerce un tipo poder con el que se aprovechan de la necesidad evidente de las mujeres al ser madres cabezas de hogar. “Se aprovechan que uno no puede perder el trabajo y nos intimidan siempre con que existe esa posibilidad en cualquier momento”, agregó.
En el 2016 cuando iniciaron las movilizaciones por el Acuerdo de paz y la realización del plebiscito llegó a su vida el activismo social y se convirtió en parte fundamental de su vida.
“La consulta del plebiscito me cambió. Yo estaba en las afueras del Teatro Pablo Tobón y recuerdo que había un grupo de mujeres esperando los resultados. Ellas tenían carteles con fotos de sus hijos, hermanos, padres, esposos; ahí me di cuenta que eran de una organización de víctimas de la violencia de este país”, relató.
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El momento en el que se conoció el resultado de la consulta de la aprobación o negación de los Acuerdos de la Habana, en el que el No ganó con un 50,21% frente al Sí que obtuvo el 49.78%, la vida de Alejandra se transformó.
“Recuerdo lo que yo sentí cuando vi la reacción de estas mujeres y fue como si una vez más les volvieran a asesinar o a desaparecer a sus seres queridos. Ellas se quedaron sin fuerzas, cayeron al suelo y empezaron a llorar. En ese momento sentí que me cargué de toda esa energía y que pude sacar ese dolor de haber crecido sin un papá y con todo lo que me habían arrebatado de esa historia. Además, de toda esa injusticia que había vivido a través de mi maternidad”, narró.
La decisión de buscar un cambio
Alejandra sintió que a partir de esa experiencia debía cambiar. “En ese momento tomé la decisión de que cualquier cosa que yo hiciera tenía que ser por construir un país en paz para mi hija, no una paz en la que no haya conflictos, sino un país consciente de lo que significa la paz, de no hacerle daño a nadie, de no arrebatarle la verdad y los seres queridos a los otros”, describió.
Entonces, creó un movimiento que se llamaba Paz a la calle, con el que ayudó a organizar marchas multitudinarias por la paz para ayudarle a dar voz a las víctimas.
“Así empecé en el mundo del activismo. En el camino descubrí que las clases pudientes son indiferentes, como que no sintieran, porque no son conscientes. Por eso empezamos a hacer acciones simbólicas en sectores como El Poblado”, recordó.
La mamá que todo lo puede
“Para mi hija soy la mamá que todo lo puede y que tiene la solución para todo. Ella cuando ve que hay una injusticia con alguien de inmediato me busca porque siente que yo tengo la fuerza para hablar por las personas que sienten que no tienen voz o que les da miedo hacerlo”, destacó.
Alejandra conformó un colectivo que se llama Medellín Resiste, con el que a través del arte y la cultura crea nuevas formas para apoyar a la ciudad. Ahora es uno de los movimientos que no ha parado de manifestarse a través de las marchas y plantones en el marco del paro nacional.
“Actualmente tratamos de apoyar a los artistas con la consecución de los materiales para que puedan hacer sus murales, porque los están borrando. Entonces, si nos callan, hablamos más fuerte. Cuando vino la Minga Indígena recolectamos alimentos y objetos necesarios para su estadía y para cuando regresaran a sus territorios”, comentó.
Además de Medellín Resiste, Alejandra hace parte de una barra de fútbol, La corporación pueblo verdolaga, en la que usan el fútbol como excusa para poder llegar a comunidades alejadas, usando el deporte como herramienta de transformación social.
La frase
«Tomé la decisión de que cualquier cosa que yo hiciera tenía que ser por construir un país en paz para mi hija», Alejandra Montoya, activista y miembro de Medellín Resiste.
La cifra
5 años cumple Alejandra como activista.
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