Defender y proteger los dineros públicos, absolutamente válido. Querer renovación, hablar de una nueva era, válido también. Tener un discurso sobre el querer ser una nueva figura en la historia política de Antioquia o del país, válido y respetable. Pero hay cosas que van más allá de los objetivos. Soy un convencido de que en la vida hay que tener mucha precaución y ser muy atento en los procesos y acciones. Ante todo, como premisa, el cómo es más importante que el qué. Creo que el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, no tiene en cuenta esto, o, peor aún, no le importa.
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Lo sucedido esta semana en Empresas Públicas de Medellín (EPM) y en la corporación Ruta N, en el marco de la renuncia masiva y contundente de la casi totalidad de los integrantes de sus juntas directivas, es un hecho sin precedentes en la historia de esta región. Esto, sin duda, ha estremecido los cimientos del empresarismo y el poder social, económico y político del departamento.
No sobra recordar que Antioquia ha sustentado su estrategia de progreso en una base que es sagrada en estas tierras: la unión. Y ante esto, tener presente que luego de la muerte de Pablo Escobar y después de la devastación que dejó la guerra contra el narcotráfico en Medellín, en donde la capital antioqueña llegó a ser la más peligrosa del mundo; y en donde la cantidad de muertos forjó una condición de paria, la situación total de la región era calamitosa. Esta sociedad, siempre pujante, tenía que volver a surgir de sus cenizas. Para ello, se reunieron los empresarios, los políticos, los académicos, diferentes líderes intelectuales y otros frentes y resolvieron liderar la creación de nuevos caminos para esta región.
Activar diferentes procesos económicos distintos a la manufactura, apuntarle a la innovación en ciencia y tecnología, impulsar el ADN del emprendimiento para potenciar todo lo anterior, crecer la industria paisa, traer el mundo a Medellín y llevar a Medellín al mundo; todos estos factores y más llevan a que la ecuación hoy muestre una Antioquia que es fuente próspera de progreso. Faltando mucho por hacer, esta tierra pasó de ser paria y una vergüenza para el mundo, a un ejemplo de progreso y resiliencia.
Y esto se logró sin violar una premisa: trabajar unidos. Y en esa unión hablo de la academia, la empresa y el Estado. Y es en esa mesa en donde se han sentado esos líderes, tipos como Nicanor Restrepo y los que han seguido a esas generaciones; ellos, con errores y virtudes, han hecho la labor. ¿Qué se puede hacer mejor? ¡Claro que sí! Pero los procesos y el respeto son claves.
Voté en blanco para las elecciones de alcalde de Medellín. Creo que históricamente era el ramillete más flojo de candidatos que he visto. Quintero me parecía el menos peor y me gustaba su ímpetu y juventud, pero no dejaba y dejo de pensar que le faltaban cuatro años más para conocer esta ciudad y ser ideal para el cargo. Hoy, creo que tengo la razón. Lo veo biche. Ha hecho cosas buenas, por ejemplo, el inicio del manejo de la crisis de la pandemia, su previsión fue correcta y su sentido de protección de la vida. Pero también ha dado tumbos: irse a despintar paredes tras las marchas, el tema de Telemedellín con su reality y lo de su directora, el fantasma de las acusaciones de acoso, el tema del publirreportaje del Día del Padre con Caracol, anunciar que le va a cortar los servicios públicos a la gente que haga fiestas durante la cuarentena y, algo muy preocupante, su estrategia comunicativa. Ahí tiene un feroz tendón de Aquiles que se combina con reacciones soberbias y respuestas que no ayudan.
Sobre la crisis de la junta de EPM, el alcalde, en declaraciones dadas a La W Radio, manifestó que “él no tenía que pedirle permiso a nadie para tomar decisiones por el bien de la comunidad”. Dijo, además, “que, si un integrante de una junta o algún miembro no le gustaba, pues lo cambiaba”. Y adicional a esto, afirmó “que le sorprendían estas renuncias masivas”.
Cabe anotar que, en estas juntas, la de EPM y Ruta N, había gente que él nombró y también le renunció. También, hay que decirlo, había gente con mucha experiencia, intachable, de gran prestigio y renombre en el andamiaje de Medellín. Y, leyendo y escuchando a los que renunciaron, el discurso lleva a un: “Esto se manejó mal, el alcalde no nos tuvo en cuenta, nos pasaron por encima, se pasó la junta por la faja, ¿para qué entonces una junta?”.
La crisis está. Ya el alcalde Quintero tiene los nombres, curiosamente en tiempo veloz y ágil, de los nuevos integrantes de estas juntas. Queda en el aire la sensación de una puja con los tradicionales gremios industriales y económicos de esta ciudad, queda un tufo maluco de todo esto. Incluso, hay más politización en el debate izquierda vs. derecha en este tema.
¿Nueva era? El tiempo lo dirá. Daniel Quintero ha dicho que están aprendiendo. Válido, hay maneras de aprender. Lleva siete meses y siento que llevara cuatro años, y hay una profunda división en lo que antes era una sagrada unión. Hay formas, sigo pensando que acá falló el cómo más que el qué. Y eso en la vida indica sabiduría.
@poterios