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Claudia López: la alcaldía, la presidencia y el humo

Les echo mi cuento: Claudia López estuvo con intención de hacerse la primera presidenta. No le di mi respaldo por su incoherencia en la práctica política. Les traigo una nota que hice para esas fechas, para que conozcan las razones de mi decisión en ese momento coyuntural de la historia del país. Puede leerse aquí.

Pasó el tiempo y ella decidió ser alcaldesa, como todos los políticos que aspiran a la Presidencia de la República y ven en Bogotá un botín político interesante. De ninguna manera soy ingenua, yo sabía perfectamente de la maleabilidad política constante de Claudia López; sin embargo, para esas fechas sucedió que no veía a nadie lo suficientemente digno del voto de las mujeres, en realidad, de ningún otro voto.

Las candidaturas que había para la Alcaldía de Bogotá realmente me parecieron tóxicas. Dadas las circunstancias, en ese sentido tomó más importancia mi razón feminista. Si las candidaturas que habían no eran dignas, mi deber ético era apoyar a la única mujer viable para la primera alcaldesa de la capital. No soy una persona irracional, mis decisiones obedecen a los contextos puntuales y siempre analizo muy bien, desde mis perspectivas, la situación política antes de asumir una postura. Muchas personas me dijeron que no respaldara a Claudia, que me mantuviera firme en mi posición de reconocerla como una mujer con prácticas políticas tradicionales, así sea lesbiana. 

Antes de darle todo mi respaldo decidí invitarla al programa que realizo para Publimetro Colombia, ‘Mujer y Sociedad’, y entrevistarla, cuestionar un poco su ejercicio político en el Congreso. Algunos colegas me dijeron que me exponía a que me dejara tirado el programa con mis preguntas, pero debo decir que fue una mujer amable y de ninguna manera se acaloró. Me dio sus razones, que no comparto, pero que me parecieron válidas y, dada la coyuntura, decidí votar por ella y que no pensaría votar por un ‘macho’ más, habiendo una luz de esperanza para las mujeres.

Respaldé en el Partido Verde a las personas a las que les creí honestamente, a los ojos le dije a Claudia que mi voto no era un voto ciego. Soy una ciudadana responsable y siempre he tenido en cuenta que la ciudadanía está para hacer veeduría, desde ahí la respaldaría, desde una ciudadana que iba a estar atenta y alerta en todo su gobierno. De corazón esperaba ver más cosas positivas que negativas en su Alcaldía. En esas fechas yo le dije a las mujeres que había que votar por Claudia como un acto de fe. Fui honesta y expliqué las razones por las cuales en ese momento puntual de la historia me paré del lado de ella.

Hoy, absolutamente decepcionada, reafirmo: «Claudia López no será mi presidenta». Yo no juzgo que no sea feminista, ni siquiera juzgo que no cargue la bandera de la comunidad LGTBI. Lo que sí señalo categóricamente es el hecho de que ha instrumentalizado las necesidades puntuales de la gente, la manera en que ha usado los discursos para conseguir votos, pero en la práctica permite todo tipo de injusticias. Dice defender a los más pobres y necesitados, pero mira para otro lado cuando hay desalojos en plena pandemia, mientras sale en televisión, casi llorando, diciendo que va a cuidar a los más pobres y necesitados de la ciudad.

Señalo la manera en que ha usado con incoherencia el discurso en contra de la pobreza, en particular, su solapado discurso xenófobo: Dice que defiende los derechos humanos, pero en la práctica considera a los ciudadanos venezolanos de segunda categoría.

Yo voy a seguir votando por las mujeres las veces que considere que el momento histórico me lo pide, seguiré invitando a votar por mujeres porque es un principio ético que atraviesa todas mis miradas. No obstante, no me temblará la voz para señalar a las mujeres que no representan los intereses, ni del propio género, ni de ninguna minoría social, a las mujeres que solapadamente aplican las políticas tradicionales de segregación, clasicismo y oportunismo.

Hoy, con profundo guayabo tengo que decirlo abiertamente: Claudia López ha sido una política camaleónica, siempre ha sido así, pero nunca imaginé que esa característica le alcanzara para convertirse en una política más al servicio del sistema que tanto crítica.

Como Emma Goldman estoy absolutamente convencida de que si los hombres hacen política partidista, las mujeres tienen que hacer política partidista en igualdad de condiciones. No creo que las mujeres por el simple hecho de ser mujeres sean impolutas y sé perfectamente que toda mujer tiene la misma capacidad de corrupción que todo hombre. Digo esto entendiendo la corrupción no solamente como el acto de robarse los recursos, o el amiguismo y el tráfico de influencias, sino también como el acto concreto del vender humo y dar discursos contradictorios, hacer promesas imposibles de cumplir, vender pan y circo a las ciudadanías.

En ese sentido yo no puedo seguir votando por mujeres que tengan esas prácticas. Seguiré trabajando desde Feminismo Artesanal por una conciencia política interseccional con perspectiva de género y enfoque diferencial, nada ingenua, capaz de entender que necesitamos votar según las necesidades puntuales del momento. No obstante, el voto por un político no es un matrimonio para toda la vida, tenemos que ser capaces de dejar de apoyar a quién no merece nuestro apoyo y trabajar en nuestra propia construcción de país desde las bases.

Por supuesto que voy a apoyar al movimiento de mujeres Estamos Listas y seré profundamente crítica con aquellas que sean evidentemente instrumentales en el feminismo o ejerzan políticas tradicionales. Las mujeres tenemos que hacer política, porque es nuestro derecho y nuestro deber; asimismo, nuestro deber es señalar a todas las que con sus prácticas políticas no merecen nuestro respaldo. 

Por: Mar Candela – ideóloga Feminismo Artesanal / @femi_artesanal

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