Es posible que Carlos Carabalí no hubiera descubierto su vocación artística sin la artritis reumatoide que le cambió los planes cuando tenía 13 años y se pasaba los días corriendo en la finca de sus abuelos en el Cauca. Lo que unos meses atrás eran leves molestias mutó en dolores que lo dejaban inmóvil. Luego, sus manos y pies tomaron una forma distinta. No pudo caminar más.
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Desde ese momento hasta su encuentro con el arte pasaron 14 años. Pero antes se mudó a Cali, a uno de los barrios de la comuna 20 que, en conjunto, suelen llamarse Siloé. Dedicó la mayoría de sus días a los videojuegos y andaba en esas con unos amigos cuando alguien los interrumpió para invitarlos al Club Smart, un proyecto que les enseñaría a construir murales con mosaicos.
Carlos, que no sabía que con pequeños trozos de cerámica se podían armar enormes piezas artísticas, se apuntó en la lista de los interesados en ese curso de cuatro meses. “Todos dijimos que sí, pero no asistimos a las primeras clases. Unos días después, doña Carolina fue hasta mi casa y me animó. La verdad es que empecé a ir por pena con ella”, cuenta.
La doña de la que habla el muchacho es Carolina Jaramillo, la artista caleña que dirige el Museo Libre de Arte Público de Colombia (MULI). Su idea era convocar a jóvenes de la comuna para que se capacitaran en mosaiquismo y pudieran decorar los escalones que conducen a las casas construidas sobre un sector de esa montaña. Carlitos, como lo llaman sus amigos, fue parte del proyecto.
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Hoy, con 31 años, el joven ha hecho cuatro murales con esa técnica y es uno de los artistas del MULI. Por su dificultad para cortar la cerámica con tenazas, el museo le compró una máquina en Turquía que solo le exige ubicar la pieza y hacer presión con un brazo para que la cuchilla la parta en dos. También tiene una silla de ruedas eléctrica que le permite ir todos los días a su trabajo sin depender de nadie.
“Carlitos ha desarrollado unas habilidades que ni él mismo sabía que tenía. Es un ejemplo para todos y se ha convertido en un líder en su comuna, alguien que le genera progreso a la comunidad. La idea es formarlo para que sea maestro de los talleres. Por eso el lema de la Bienal, ‘La capacidad de la incapacidad’, está inspirado en él”, dice Carolina.
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Durante la Bienal, que inició el pasado 19 de septiembre y que se extenderá hasta el 5 de diciembre con talleres, exposiciones, arte en vivo y una intervención comunitaria, Carlitos participará en la construcción de un mural en una de las estaciones del MIO Cable. Su obra más linda, recuerda, es una que retrata a tres niños en un parque y que fue instalada en una empresa de la ciudad.
“Quiero seguir trabajando porque tengo muchas metas por cumplir. Con mi madre me gustaría comprar una vivienda y mi deseo es quedarme en Siloé. En la casa en la que vivimos ahora hay bastantes personas, entonces yo duermo con mi hermano… me encantaría tener una habitación para mí solo”, confiesa el artista.
En el sótano de la antigua estación del ferrocarril donde desde hace poco funciona el MULI, Carlitos invierte su tiempo cortando cerámicas que luego, como si fueran piezas de un rompecabezas, acomoda sobre las figuras dibujadas en una plantilla para construir mosaicos preciosos. Construir. Es posible que hubiera tenido que atravesar tantas situaciones difíciles para darse cuenta de que esa era su misión en este mundo.
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