La angustia crece con el paso de los días. Una semana completa ha transcurrido desde que Valeria Afanador, una niña de 13 años, desapareció misteriosamente en un colegio rural de Cajicá, Cundinamarca. Su padre, Manuel Afanador, resume la situación en dos palabras: “incertidumbre total”. Cada jornada, desde que amanecen, él y su familia acompañan a las brigadas de búsqueda, aferrados a la esperanza de volver a verla.
Las labores de rastreo se han convertido en un operativo sin precedentes en la zona. Más de cinco organismos de seguridad y socorro trabajan de manera articulada y han acumulado más de 140 horas de búsqueda, peinando bosques, zonas montañosas y el caudaloso río Frío. A la causa se han unido no solo uniformados, sino también decenas de voluntarios, que iniciaron como 190 personas y hoy se reparten en cinco puntos estratégicos de Cajicá y del municipio vecino de Chía.
Padres de Valeria claman por su regreso mientras la recompensa sube a 70 millones
El terreno ha obligado a desplegar tecnología especializada. Perros entrenados rastrean huellas, mientras drones sobrevuelan un radio de siete kilómetros desde el colegio de donde desapareció la niña. El objetivo es trazar un mapeo detallado que permita detectar cualquier rastro en sectores como La Cumbre, conocida como “La M”; el Polo Club hacia Tabio; y los límites de las veredas Fagua y Canelón. Incluso se han inspeccionado construcciones abandonadas y bodegas en busca de pistas.
En paralelo, las autoridades analizan un gigantesco archivo de cámaras de seguridad. Según el secretario de Seguridad de Cajicá, Wilson Halaby, se han recolectado cerca de 30 terabytes de grabaciones, material que hoy estudia la Policía Judicial y el CTI de la Fiscalía.
Hasta el momento ninguna hipótesis se ha descartado incluyendo, una nueva versión en la posibilidad de un rapto por parte de un desconocido.
La recompensa ofrecida por información sobre el paradero de Valeria asciende ya a 70 millones de pesos, en un esfuerzo por motivar a la ciudadanía a entregar datos clave.
Mientras tanto, la voz de su madre, Luisa Cárdenas, refleja la desesperación de una familia que no pierde la fe: “A quien tenga a mi hija, le pido de corazón que la retorne. Aquí la esperamos con amor y con la esperanza intacta de verla regresar sana y salva”.

