En Bogotá, donde cada administración promete transformar la ciudad y pocas dejan huella estructural, el lanzamiento de los Proyectos de Renovación Urbana para la Movilidad Sostenible (PRUMS) son, sin duda, una jugada técnica de alto calibre.
Por primera vez, el Distrito asume abiertamente que la movilidad y el urbanismo no pueden caminar por senderos separados, y que el transporte masivo solo será verdaderamente útil cuando esté rodeado de vivienda, comercio y servicios.
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A través del Plan de Ordenamiento Territorial (POT) se designa a la empresa Transmilenio S.A. como operador urbano, responsable de gestionar, coordinar y ejecutar las Actuaciones Estratégicas y los PRUMS, con facultades para liderar procesos de formulación, estructuración predial, incorporación de suelos, ejecución y seguimiento, marcando un cambio profundo: Transmilenio se convierte no solo en un gestor de buses, sino además en un actor urbano.
El primer PRUMS en Bogotá es la estación intermedia de la Avenida Primero de Mayo, que habilita 12.594 m² de suelo para edificar más de 25.000 m² de vivienda, comercio y servicios. No es un proyecto aislado: es la señal de que la ciudad quiere romper con 30 años de dispersión y apostar por centralidades compactas.
Pero el verdadero reto está en otro lugar: en Metrópolis, un conjunto residencial construido en los años ochenta. Su localización, hoy fortalecida por la troncal de la avenida 68, lo convierte en un candidato ideal para impulsar el esquema de los Proyectos de Renovación Urbana para la Movilidad Sostenible (PRUMS).
Este será parcialmente intervenido para dar paso a un ambicioso proyecto inmobiliario: un conjunto de torres de 25 a 29 pisos con 2.450 soluciones de vivienda, comercio en los primeros pisos y nuevos espacios comunes. Las nuevas edificaciones contarán con terrazas verdes, plazoletas, salones sociales, spa, zonas comunes renovadas y parqueaderos para vehículos eléctricos. El centro comercial no será intervenido.
En el mundo, este enfoque se conoce como Desarrollo Orientado al Transporte (DOT): un modelo que integra infraestructura de movilidad con densidades equilibradas, mezcla de usos, accesibilidad peatonal y calidad del espacio público.
La administración distrital insiste en que los PRUMS plantean una transformación de fondo: renovar los entornos de estaciones, portales, troncales y patios mediante procesos más ágiles, mayor edificabilidad, licenciamientos eficientes y la eliminación del requisito de plan parcial.
Esto reduce tiempos, costos, trámites, y permite que el sector privado y el público confluyan para crear barrios bien localizados, seguros y activos. No es solo urbanismo; es estrategia económica y social.
Una de las apuestas más relevantes es la articulación entre la Secretaría del Hábitat y TransMilenio para que hogares de Vivienda de Interés Social (VIS) y Vivienda de Interés Prioritario (VIP) accedan a vivienda bien ubicada, cerca del transporte y con prioridad en subsidios.
Sería un giro radical en la tradición de tener población vulnerable en los bordes de la ciudad. El urbanismo orientado al transporte no solo mejora la movilidad; mejora la vida cotidiana. Una estación rodeada de vivienda y comercio se convierte en un punto seguro, activo, iluminado y útil para sus habitantes.
Hoy, bajo esta administración, se está dando el paso político que antes nadie se atrevió a dar: autorizar mayor altura, promover mezcla de usos, acelerar licenciamientos y convertir a los operadores de movilidad en actores urbanos.
Ignorar el potencial de los PRUMS sería un error estratégico. Bogotá necesita tener vivienda bien ubicada y financiar su sistema de transporte. Renovar los entornos de estaciones y troncales implica barrios más activos, comercio de proximidad, seguridad urbana y nuevas fuentes de ingresos públicos.
En Metrópolis, la administración tiene la oportunidad de mostrar que la renovación urbana no tiene por qué significar desarraigo. Se puede construir sin destruir comunidad, la plusvalía puede volver a lo público y la movilidad puede ser el motor de un urbanismo más justo. Es, en suma, la oportunidad de probar que el nuevo modelo no es un favor al mercado inmobiliario, sino una estrategia para que la ciudad crezca hacia adentro y para todos.
Uno de los pilares técnicos del modelo PRUMS es la captura de valor del suelo: el incremento de edificabilidad, los cambios de uso y la localización privilegiada generan plusvalías que deben retornar a la ciudad en espacio público, vivienda asequible, infraestructura y equipamientos.
El desafío, entonces, consiste en definir reglas claras para capturar y distribuir el valor urbano, proteger la permanencia de los residentes y garantizar que la modernización no excluya a quienes han habitado los territorios por años.
La administración ya invitó a la inversión privada; ahora debe hacer el mismo esfuerzo por robustecer los mecanismos de control, participación y justicia urbana. Bogotá está ante un momento decisivo: o se atreve a cambiar su forma de crecer, o seguirá repitiendo los errores que la han fragmentado durante décadas.

