La aburrida propuesta del epicureísmo

Frente a un sistema que promueve más artilugios cada vez más aparatosos para ser feliz, el epicureísmo propone una vida sencilla, incluso aburrida.

Libro de John Sellars
Lecciones de epicureísmo

Decidí leer Lecciones de epicureísmo, de John Sellars, por insistencia de una amiga que vive en la montaña, reciclando cuanta cosa pueda y e intentando limitar su consumo al mínimo.

Decidí leerlo porque me llegó a las manos en los mismos días y a pesar del subtítulo: “el arte de la felicidad” (¿cómo?, ¿otro de estos?, ¿el mercado no tiene ya suficientes fórmulas garantizadas?, ¿no son suficientes los libros sobre budismo, estoicismo e intencionalidad cuántica?). Del epicureísmo no conocía mayor cosa, ni siquiera la asociación con el hedonismo. El epicureísmo plantea, a muy grandes rasgos, que la felicidad radica en la búsqueda del placer y evitar el dolor, lo cual suena a descubrir que el agua moja. A diferencia del hedonismo, que establece “el placer como fin y fundamento de la vida”, el epicureísmo asocia el placer con el estado de satisfacción, nada más. Si hablamos de comer, por ejemplo, para los epicúreos “no se trata del placer de comer, sino de la satisfacción de no tener hambre. Y, para Epicuro, no tener hambre no supone la mera ausencia de dolor –lo que parecería un estado anodino y neutro–, sino que es en sí mismo un placer” (p. 29). Epicuro, sin embargo, no se centra en los placeres físicos; sus propuestas buscan aliviar la angustia y la ansiedad, lo cual en el fondo se puede enfocar de manera parecida. ¿Cuántas de nuestras angustias y ansiedades tienen que ver con nuestras expectativas de placer y dolor más que con la posibilidad de estar satisfechos?

Como muchos planteamientos filosóficos y espirituales, puede parecer un planteamiento lejano en un mundo donde la mayoría de la gente no puede plantearse este tipo de dudas: simplemente no hay con qué cubrir las necesidades básicas. Aun así, uno podría creer que quienes logramos cubrir estas necesidades somos un poco más felices, lo cual no parece ser el caso.

La propuesta epicúrea, en un mundo lleno de luces titilantes y fuegos artificiales, podría parecer un poco aburrida. Pero acá entra otra de sus apuestas: la amistad como fuente de felicidad. Si retomamos el ejemplo de la comida, para los epicúreos (al menos, de acuerdo con Sellars) es más importante incluso la posibilidad de sentarse con amigos a charlar que el placer mismo de comer. Esto no resulta lejano para quienes intentamos reunirnos y hablar con amigos con frecuencia. A veces, después de una comida puede quedar uno sobreestimulado, con nuevas ideas y más preguntas. Para la muestra esta columna, que surgió de un libro que una amiga mencionó varias veces en una visita a su casa en la montaña.

Lo Último