Opinión

Una respuesta política a quien habló desde la prisión

María Fernanda Carrascal, Representante a la Cámara de Bogotá por el Pacto Histórico, le responde públicamente a Alvaro Uribe Vélez tras sus señalamientos durante el funeral de Miguel Uribe Turbay

Opinión
Columna de Mafe Carrascal sobre Alvaro Uribe

El duelo y la aflicción que nos invaden por el asesinato de un dirigente político deben servir para unirnos contra los violentos, en defensa de nuestras instituciones y de la vida misma, pero nunca ser un motor para la calumnia, el odio y la venganza.

El expresidente Uribe, condenado por fraude procesal y soborno de testigos, fue quien escribió el discurso leído por Gabriel Vallejo, presidente del Centro Democrático, en el homenaje a Miguel Uribe Turbay el 13 de agosto en la Cámara de Representantes.

Fue un discurso político que merece respuesta, y a eso me dedicaré en las próximas líneas.

Antes, expreso mi solidaridad con la familia de Miguel, sus allegados y copartidarios, y con todos los colombianos que soñamos con superar la violencia que ha marcado nuestra historia.

Precisamente por eso considero necesario responder a Uribe y al Centro Democrático: sus palabras van en contravía de ese sueño. Paso entonces a comentar algunos fragmentos de su discurso.

Leyó Gabriel Vallejo: “Creemos en la razón, en su exposición, pero no en la sinrazón de la violencia ni en las arengas que la estimulan que con rabia todo lo inculpan al pasado, y siembran y atizan resentimiento, con la narrativa que tergiversa la historia o inventan lo que no sucedió (…) Asesinaron a Miguel, que ejercía la oposición crítica y razonada con la instigación de la venganza inducida por el presidente de la república que encontró como muletilla acusar de asesino y torturador al Presidente Turbay, abuelo de nuestro mártir”

En realidad, es el negacionismo histórico el que contribuye a la violencia. El duelo no puede ser usado para impedir que se le cuente la verdad histórica a las nuevas generaciones y a quienes aún viven esperando justicia, verdad y garantías de no repetición.

Recordar que durante la presidencia de Julio Cesar Turbay el Estado vulneró de manera masiva los derechos a la libertad y a la vida de miles de compatriotas no constituye una incitación a la violencia, sino que es un acto indispensable para reivindicar a las víctimas, honrar la verdad, exigir justicia y construir un futuro, todavía esquivo, de fraternidad y convivencia.

Debemos comprender que lo que previene la violencia política es tener la madurez para asumir que el debate franco, tanto sobre las ideas como sobre nuestra historia, puede ser incómodo, duro, difícil de escuchar. Así es el debate democrático.

Lo escrito por Uribe, en cambio, constituye una calumnia gravísima contra el presidente. ¿Qué incita realmente a la violencia: recordar verdades históricas o llamar asesino, sin prueba alguna, a quien las trae al debate público?

Otro fragmento: “En la historia del magnicidio de nuestra patria ha habido odios políticos y acciones criminales, pero estamos ante el caso excepcional del discurso presidencial instigador. La instigación presidencial ha resonado en los oídos de los terroristas que responden con la advertencia de que continuará la desaparición de la oposición. (…) Ningún presidente de Colombia fue instigador contra la Unión Patriótica. Durante mi ejercicio presidencial los dirigentes de la oposición, como los entonces senadores Gustavo Petro y Piedad Córdoba tuvieron las mismas garantías de seguridad que mis más cercanos colaboradores.”

Demasiadas mentiras en tan pocas líneas. Me centraré en lo referente al genocidio contra la Unión Patriótica.

En realidad, el gobierno de Uribe perpetuó la estigmatización contra militantes de la UP, no detuvo la matanza e incumplió los compromisos internacionales del Estado colombiano.

Durante su primer mandato hubo al menos 136 homicidios, 38 desapariciones y 28 atentados contra sobrevivientes y sus familias. Incluso en su campaña de reelección, la Corte Constitucional obligó a Fabio Echeverry, su gerente de campaña, a retractarse por una cuña que acusaba a la UP de matar civiles.

Y estas injurias no son cosa del pasado, las repitió en su discurso. Léanlo:

“El mundo debe saber que Miguel era un ejemplo de oposición democrática leal. Él, como nuestro partido y las fuerzas democráticas de Colombia nunca apeló a la combinación de las formas de lucha a diferencia de algunos miembros de la Unión Patriótica que promovían el secuestro, participaban de órdenes de asesinato, pero se sentían con derecho a imponerse sobre la democracia.”

Desafortunadamente, el presidente del Centro Democrático (y su presidente eterno, desde la prisión domiciliaria) no tienen vergüenza en seguir reproduciendo el discurso que justificó el único genocidio político tipificado del mundo.

Todas las corrientes políticas en Colombia deben reflexionar sobre su historia y hacer autocrítica si es el caso respecto al uso de la violencia en política, pero la infamia de Uribe olvida a propósito que la Unión Patriótica surgió al calor de un proceso de paz a mediados de los años ochenta, cuyo fracaso se debió en buena medida al fanatismo anti-reformas y anti-diálogos de sectores empresariales, políticos y militares que hoy serían uribistas.

Leamos un último fragmento, tal vez el más grave de cara al futuro de Colombia:

“Miguel estaba espiritualmente preparado para ejercer la presidencia de la república con decoro, con nobleza en la acción en la palabra, también con la firmeza necesaria para impedirle al presidente Petro llevar a cabo la amenaza que anticipa de bloquear al próximo gobierno con la anarquía de destrucción que usó en 2019 y en 2021.

Las movilizaciones de 2019 y 2021 no fueron obra de ningún dirigente desde las alturas, ni de Petro ni de nadie. Afirmar lo contrario es caer en teorías de la conspiración delirantes.

Si, como hace Uribe, se reduce el conflicto social a infiltraciones políticas, se le niega legitimidad y se habilita la violencia represiva, como ocurrió bajo Iván Duque, cuando cientos de jóvenes no volvieron a casa tras exigir sus derechos.

Lo que Uribe anuncia es que, si recuperan el poder en 2026, volverán a tratar la protesta social a plomo, como lo hicieron en el gobierno anterior y durante décadas. Hoy, gracias a un gobierno progresista, la protesta ya no se responde con balas y la fuerza pública goza de su mayor favorabilidad histórica.

Llamo al uribismo a comprender que el vil asesinato del senador Miguel Uribe Turbay debe unirnos contra quienes buscan desestabilizar al país con oscuros intereses. No intenten proscribir el debate democrático ni ensuciarlo con calumnias contra el presidente y sus adversarios.

Rechacen sin titubeos a figuras delirantes que llaman a destripar a la izquierda y a otras barbaridades. Construyamos entre todas y todos caminos para que nunca más un hijo de Colombia deba crecer sin su padre o su madre, se los pido de corazón.

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