Entré en la sala de la premier en el Museo del Chicó, con la convicción de que después de ser la obra en español más traducida y leída de toda la historia, constituirse en el lazo con Colombia para millones en el planeta. Al vallenato de 400 páginas -como a García Márquez le gustaba llamarla-; no le faltaba ninguna cúspide por conquistar, pero, debo reconocer que, tras ver el primer capítulo de la serie desarrollada por Netflix, existe una nueva gloria para Cien años de soledad…
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No soy precisamente una neófita en el mundo de García Márquez, he investigado y escrito la Ruta Macondo Magdalena, Bogotá, Barranquilla, Cartagena y Zipaquirá. Y a la fecha incursiono con símiles en México y Panamá. Esto, para comentarles que he pasado ya más de dos décadas en el estudio de ese estado del alma -como me enseñó a entenderlo Jaime García Márquez-, llamado: Macondo.
Si algo tiene Cien años de soledad de complejo; es esa combinación de origen real con pensamiento mágico, en el que es muy fácil caer en el cliché efectista que cree mucha gente que es la magia, y descuidar el orígen real de la historia. Y en este sentido me ha sorprendido particularmente el énfasis y lealtad estética, paisajística y de tradición que han mostrado en este primer capítulo hacia la Guajira y el Magdalena, origen tanto de los Buendía como de la familia Márquez Iguarán.
Un recorrido colombianísimo, dónde la música, la parranda, los chócoros de la cocina, los frutos de la tierra, las pieles, y el paisaje caribe sabanero -lejos del estereotipo -, confirman un análisis real y concienzudo del orígen de esta obra universal, que doy fe, cumple página a página, con la consabida frase de Gabito en El olor de la Guayaba: “No hay en mis novelas una línea que no esté basada en la realidad (…)”.
Mujeres de ternura dura, que son retrato de las femes del mundo Garcíamarquiano -dentro y fuera de las letras-. Cuya interpretación es todo un reto, que en este primer abre bocas Viña Machado logra con una naturalidad exultante, interpretando uno de los personajes más policromos y por demás angulares de Cien años de Soledad: Pilar Ternera… Quedo expectante al curso que le dará a esta interpretación.
Como Rodrigo García Barcha aseguró en su intervención en el evento, esta serie se perfila no como un remplazo de la lectura de la novela, sino como un acompañamiento de la misma. Dado que ser fiel a la cabeza de cada lector es imposible. Visión a la cual sumo la necesidad de un respeto a la licencia poética, pues es de anotar que esta es una interpretación artística de una obra de arte y por ello tiene y debe tener acepciones estéticas particulares.
Dirigida por el argentino Aléx García López y la colombiana Laura Mora, la serie está constituida por ocho capítulos, que cumplen -como asegura Netflix - con las directrices de la familia García Barcha en su realización: está hecha en Colombia y en español, con un equipo de trabajo latinoamericano mayormente colombiano y que narrará la obra de principio a fin.
Una producción que convocó a más de 500 personas en el estudio construido para su filmación en el departamento del Tolima, cuyo reparto es una polifonía entre actores y actrices de trayectoria, en combinación con nuevos talentos; fruto de un equipo de casting que recorrió casi todo el país.
Con una inversión que hay quienes estiman en 80 millones de dólares, la producción involucró insumos de todas las regiones de nuestra nación, reiterando un compromiso de tuétano con Colombia, que es pertinente reconocer, y que sin ambages ya en el primer capítulo le dio el tricolor nacional como bandera al país donde está ese pueblo llamado: Macondo.
Producción audiovisual que renovará el positivo interés de muchas personas por este terruño en donde nació García Márquez, y cuya lealtad a él se confirma con todos estos elementos que conforman esta serie a la que le auguro un éxito de talla mundial… Tal cual aquel que se inició los primeros días de junio de 1967 en los quioscos de Buenos Aires, cuando empezó a venderse esa novela que había escrito un Cataquero durante 18 meses, con sus días y noches, sentado en el estudio conocido como “La cueva de la mafia” en la casa que compartía con su esposa y sus dos hijos en la calle de la Loma, en la Colonia San Ángel Inn, en la Ciudad de México. Haciendo que esta obra literaria se constituyera entre otras en el más exitoso de los desarrollos culturales transnacionales que había conocido América Latina.
Cien años de soledad, la serie, una nueva oportunidad de sentirnos orgullosos de ser latinoamericanos y creer en otras y poderosas formas de crear y de existir. Tal cual como dijo García Márquez en su discurso cuando recibió el Premio Nobel de literatura en 1982: “Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.