No voy a entrar a juzgar el trabajo que en nueve días realizó César Farías, nuevo técnico de Junior, previo a este compromiso de ida, por los octavos de final de la Copa Betplay, ante el DIM. De hecho, el haber modificado el módulo táctico con el que el onceno rojiblanco venía jugando, era una apuesta interesante: tres hombres en zona defensiva, dos volantes en primera línea, dos extremos abiertos, dos interiores y uno en punta, se mostraba como un esquema muy equilibrado. Y en el primer tiempo así fue.
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Pero el fantasma de las desatenciones volvieron a Junior en la segunda parte, y con ellas la obligación, no sé por qué, de tener que realizar cambios para buscar una mejora que desafortunadamente no ha llegado. Y es que Farías tuvo que hacerlos, uno por lesión, otro por improductividad en el arco rival, y los otros tres, quien sabe. TODOS los relevos fueron un fiasco.
Muchos concluyeron que el venezolano tomó este juego frente al DIM como uno de pretemporada, de preparación. Lo modificó todo. En un principio, ese módulo táctico que invitó a soñar, pasando por un 4-2-3-1, y finalizando con un 4-3-2-1. Pero hasta válido fué!! Y como no, si antes debía tratar de recuperar, en esos 9 días de preparación, a un equipo muerto en fuerza y sin identidad propia dentro de la cancha. A Farías le tocó, literalmente, cobrar el tiro de esquina, cabecearlo y taparlo. No tenía de otra.
Entonces, ¿el problema era Arturo Reyes? ¿O fueron los directivos que no le trajeron los jugadores de pergamino que pidió (Santiago Arias, Yeison Murillo, Helibelton Palacio, entre otros)? ¿O algunos jugadores que siguen demostrando que sólo están para cobrar la quincena puntual? ¿Que dentro de la cancha lucen más apáticos que con iniciativa? Me da pánico pensar que se vaya a repetir la misma historia de “el bolillo” Gómez con Farías. Hay muchas similitudes entre ambos, desde sus fuertes personalidades como el trabajo profesional de ambos en el fútbol. A veces, en este deporte, hay líderes que no copian de buena forma el trabajo de la vieja escuela. Y en Junior, no es la excepción.
El camino sigue. César Farías no debe flaquear, todo en búsqueda de la perfección dentro de Junior. Su escoba, de entrada, no barrió bien, pero en el mundo rojiblanco se mantiene la esperanza que, más temprano que tarde, la historia debe cambiar. Es sencillo porque el tiburón no tiene de otra: SER CAMPEÓN.
POSDATA: Farid Mondragón, nada. ¿Y saben qué? El problema es el billullo. ¡Quien lo creyera!