Una de las fotografías que hacen parte de “Claudia Andujar y la lucha Yanomami” muestra una especie de nido grande en medio de árboles. Según explica un texto del chamán Davi Kopenawa, “cuando alguien muere, se hace una especie de caja para meter el cuerpo. Lo atan y se lo llevan al monte. No enterramos a la persona que muere. Prefiere quedarse allí. Los colgamos de quince días a un mes. Después de que se pudre, todo lo que queda es hueso. Entonces es hora de sacarlo e incinerarlo”. La foto me hizo imaginar la interacción de las demás personas con ese nido. ¿Irán al nido a recordar a la persona muerta?, ¿la llorarán?, ¿irán a hablarle?
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Salí muy emocionado de la exposición y con la idea de mencionarla en alguno de mis textos, de tal manera que los lectores se animen a visitarla. En esas habló una de mis voces, la crítica, siempre vigilante, sospechando de todo. Como la de algunos académicos y profesores que parece que siempre estuvieran en clase, o la de algunos activistas prestos a señalar los crasos errores de otros.
Casualmente, acababa de leer un par de artículos de esferapública y “El museo apagado”, una columna del libro Un apartamento en Urano, de Paul Preciado, donde las exposiciones de Björk en el MOMA y de Jeff Koons en el Pompidou son el punto de partida para hablar del papel del museo de arte moderno y contemporáneo en la era neoliberal. Suficiente crítica para indigestarme y sentir que mencionar la exposición no una mera invitación, sino un acto de ingenuidad. ¿Acaso no me daba cuenta?, ¿por qué el nombre de la exposición es “Claudia Andujar y la lucha Yanomami”?, ¿por qué mencionar a Andujar primero, por qué no llamarla solo la lucha de los yanomami?, ¿es Andujar otra persona con complejo de salvador blanco?
Solo al leer sobre cómo el interés de Andujar había surgido de la fascinación que le produjo la cultura yanomami me sentí tan tonto, tan desfasado juzgando el asombro de alguien bajo filtros de otros. ¿Y cuántas veces no le habrán hecho cuestionamientos parecidos? Agradecí que, gracias a la exposición, busqué un poco más sobre el rito funerario. Encontré que los yanomami consumen las cenizas de sus muertos unos meses después, con una sopa de plátano.
La exposición está hasta septiembre. Muestra, por un lado, fotografías de Andujar y dibujos de integrantes de este pueblo y, por otro, registros de la resistencia de los yanomami ante la presión de la minería. Muy recomendada.