Opinión

Opinión: Hasta ahora nada

“Bogotá requiere decisiones drásticas que no se si el actual alcalde está dispuesto a tomar. La primera de todos es la seguridad”: Andrés Charria

Carlos Fernando Galán, candidato a la Alcaldía de Bogotá
Carlos Fernando Galán, Alcalde de Bogotá (Juan Pablo Pino)

Hasta el momento de escribir esta columna, el alcalde de Bogotá no ha hecho mucho, me recuerda a un político que estudió conmigo en la facultad de derecho, que era experto en firmar trabajos que sus compañeros de grupo hacían y en el que el poco participaba. En el caso de Bogotá la situación es evidente, nuestro actual alcalde se ha empeñado en firmar, en este caso inaugurar, las obras que los antiguos alcaldes iniciaron. Ya sabemos que ninguna obra, desde un andén a un aeropuerto, en Bogotá, se demora menos de tres años; por lo tanto, todo lo que planeó y ejecutó alguno de los alcaldes que desde hace mucho tiempo dirigen la ciudad lo está inaugurando este delfín.

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Tal vez lo mejor que ha hecho el señor Galán en estos cuatro meses es pelear con Petro para ver quien tiene razón en temas como el metro o el agua, de resto:, pocón, pocón. Nuevo, solo ha implementado un odioso pero necesario racionamiento de agua y, como no, cambiará el pico y placa para modificar la forma en que estos genios nos mortifican cada vez que se dan cuenta que el tráfico no funciona.

Las últimas joyas de este letárgico alcalde son retirar los pasacalles de algunos barrios donde se previene al despistado transeúnte de la proliferación de ladrones en la calle. Como parece que lo que hay en Bogotá es simple sensación de inseguridad, Galán decidió quitar esos anuncios para erradicar la “sensación” de inseguridad. Adicional a lo anterior, el alcalde decidió utilizar la policía para vigilar que los conjuntos con tanque de reserva de agua no lo utilicen durante el racionamiento, es decir que quienes están encargados de mejorar la seguridad de la ciudad se pondrán ahora a mirar en los techos de casas y edificios para asegurar la efectividad del racionamiento. De seguridad, nada.

Desde hace muchísimo tiempo ningún alcalde en Bogotá emprende una obra que realmente mejore la ciudad. Unos buenos parques o una ciclorruta hacen algo por mejorar en una porción ínfima de habitantes la calidad de vida. Salvo algunas obras menores, ningún alcalde se ha distinguido por imprimirle su sello a la ciudad. La mayoría de las obras que hacen nuestros burgomaestres son andenes, podan el pasto y pintan cuatro y cinco veces líneas en las vías.

No tiene nada de malo que el nuevo visitante del palacio Liévano inaugure grandes obras con nombres como Luis Carlos Galán Sarmiento, al fin y al cabo, él y sus hermanos se lo deben todo. Tampoco me molestaría una gran vía que descongestione la ciudad que se llame Autopista Nuevo Liberalismo, mucho menos, como en Pereira, que nombre un buen viaducto con César Gaviria Trujillo, dirán los Galán que gracias a tiíto César ellos pudieron estudiar en Francia y muchos de sus familiares consiguieron buenos trabajos.

Bogotá requiere decisiones drásticas que no se si el actual alcalde está dispuesto a tomar. La primera de todos es la seguridad. Cada vez es más evidente que estamos a merced de los malandros y para la mayoría de los ciudadanos es claro que nada hace ni la ciudad ni el estado para protegernos; da tristeza ver como cualquier bandido queda libre después de ser aprendido. La socialbacanería pretende, en línea con el presidente, premiar a los delincuentes de manera que poco le interesa castigar y mucho menos encerrar a todos aquellos que se pueden transformar en gestores de paz o voceros del tan cacareado cambio. Esperamos que Galán cambie esta idea y saque a los ladrones de las calles.

Hay otro tema no menor que me parece debe mirar con cuidad, las ciclorrutas, los andenes, parques y cualquier sendero caminable está siendo invadido por patinetas, motos eléctricas y bicicletas con motores hechizos de gasolina. El caso de estos últimos es increíble, tipos a más de sesenta kilómetros por hora sin casco, por los andenes y con un motor que contamina más que cualquier cebollero de los años 90. No son bicicletas, ni motos y gracias a esto hacen lo que les da la gana.

Cualquier trabajador tiene como máximo dos meses de prueba en un nuevo trabajo, parece que para el alcalde este será mayor y, queramos o no, nada pasará si no es el adecuado para manejar esta megalópolis.

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