A las afueras de Urumquan

Esta ciudad, que no se encuentra en ningún mapa, parece erguirse como un lugar emblemático de los nuevos tiempos.

Guía turística de una ciudad creada por intligencia artificial
Urumquan (Instagram: @gossipgoblin)

Hace unos meses supe de Urumquan, una ciudad reseñada en la cuenta de Instagram @gossipgoblin. Nunca había oído hablar del lugar, y mucho menos de unos pantanos al sur que son el hábitat natural de renegados de toda índole. Por los fenotipos de los personajes que aparecen en las imágenes, supuse que quedaba en algunas de las exrepúblicas soviéticas, quizás cerca de Mongolia. Las expresiones de los rostros, los atuendos, el tipo de filtro y, sin duda, la música envestían a las imágenes de cierto aire melancólico por un mundo de ensoñación que ha desparecido o está por hacerlo.

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A pesar del sentimiento que me producían, las imágenes no parecían del todo reales. Hice una rápida búsqueda en Google. Nada. La ciudad no existe, al menos no en esta dimensión. Zack London (Gossipgoblin) ha creado estas postales y otras más recientes de gnomos con inteligencia artificial (IA) (midjourney).

Pienso en Urumquan y en los rostros de sus habitantes cuando oigo a algunos, de manera un poco romántica, diciendo que las creaciones de IA no tienen ni tendrán “ese algo” que solo tenemos los humanos. Y aunque lograr “ese algo” es solo cuestión de tiempo –de datos que la IA recopile para perfeccionar la ilusión–, ¿hay acaso algo más humano que la necesidad de crear artefactos que nos deslumbren porque actúan y crean casi como si fueran humanos, y en este caso, eventualmente, de manera más rápida, eficiente y personalizada?

Con razón los creadores están preocupados. Hace poco George RR Martin, autor de las novelas que fueron adaptadas para televisión como Juego de Tronos demandó a la compañía detrás del ChatGPT por violación de derechos de autor. Otros escritores como Jonathan Franzen, George Saunders y Margaret Atwood se han sumado. A grandes rasgos, ChatGPT puede crear textos con base en información preexistente sin pedir permiso a los creadores de esta información; al parecer, podrá desplazar a los creativos de cualquier rama.

Lo curioso, por llamarlo de alguna manera, es que la preocupación es todavía de índole económica: si IA va hacer uso de determinado material, debe pagar por ello. Pero aún si paga, cosa poco probable, llegará un momento en que IA tenga suficientes datos para que los dueños del dinero dejen de necesitar de creadores para entretener al público. Quizás el factor de que una creación sea hecha por humanos se vuelva un valor en sí mismo, algo por lo cual un mercado reducido esté dispuesto a pagar. Quizás nos haga recordar una pregunta más profunda: frente al aburrimiento o el vacío, ¿preferimos crear o que nos entretengan? La mayoría, aun con tiempo y recursos, preferimos lo segundo. Requiere, sin duda, menos esfuerzo.

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