Con frecuencia leo noticias sobre los avances de la inteligencia artificial. Lo hago con cierta angustia, asombro o morbo por cuestiones laborales, pensando en qué momento avanzará lo suficiente para que su uso me saque del mercado como editor, corrector de estilo, escritor e ilustrador.
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Como suele suceder con las invenciones de los seres humanos, nuestra relación con la inteligencia artificial es la misma que podemos tener con un palo, en el que bien logramos vislumbrar una potencial palanca o un arma.
De manera no sorpresiva, ya Estados Unidos anunció que su Fuerza Aérea quiere usar aviones piloteados por inteligencia artificial. No está solo en su empeño; países como China y Rusia están en la misma carrera.
Más allá del uso militar –el menos sorprendente y el que responde a nuestro instinto básico de sobrevivencia–, es curioso que los argumentos a favor del uso cada vez más generalizado de la inteligencia artificial sean los que venimos repitiendo desde hace dos siglos para justificar el uso de cualquier cosa: la inteligencia artificial hará las cosas de manera más rápida y mejor (que los seres humanos).
¿Para qué?, ¿para qué hacer las cosas de manera más rápida y mejor? La respuesta ha sido también repetida hasta la saciedad: Para avanzar… lo cual no responde nada. ¿Para qué avanzar? Nuestra vida será más fácil, dicen. Algunos, los más cándidos, dirán que tendremos más tiempo libre para desarrollar más labores creativas… que fue una de las promesas de la revolución industrial.
Los seres humanos hemos demostrado con creces nuestra capacidad de invención. En lo que no hemos sido muy buenos nunca es en nuestra capacidad de administrar, que es nuestra capacidad de repartir.
Puede sonar hippie, pero esta incapacidad habla de nuestro nivel de evolución. Solo pensemos que al año desperdiciamos cerca de un tercio de la producción de alimentos en el mundo para su consumo –aproximadamente, 1.300 millones de toneladas–, lo cual no habla muy bien de nuestro nivel de inteligencia.
Cuando leer sobre los avances de la inteligencia artificial me angustian pienso, “Bueno, nada de estas proyecciones es real, de todas maneras, hay mucha gente preocupada por lo mismo”. Pero una de mis voces interiores me recuerda una de las frases célebres de Einstein: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”.