Opinión

Opinión: ¿Me colabora?

“Los celadores, porteros o los encargados de seguridad de bancos, edificios o cualquier establecimiento de comercio son, en general, tipos complicados que, seguramente por lo que le dicen sus jefes, se han convertido en personajes indeseados”: Andrés Charria

El crimen organizado se infiltra en las empresas de seguridad y paga a los guardias para que den información.

Uno de los personajes más recordados de Jaime Garzón era el celador del edificio Colombia, Nestor Elí, un portero simpático y chismoso que comentaba lo que pasaba en cada uno de los apartamentos. Desafortunadamente, la realidad está bastante lejos de ese personaje. Actualmente los celadores, al menos en Bogotá, son unos tipos odiosos que difícilmente sonríen y que tienen por función hacer infeliz la vida de quien recurre a ellos.

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Los celadores, porteros o los encargados de seguridad de bancos, edificios o cualquier establecimiento de comercio son, en general, tipos complicados que, seguramente por lo que le dicen sus jefes, se han convertido en personajes indeseados.

Lo primero que me llama la atención es el lenguaje que utilizan; la palabra “colabora” tiene múltiples significados que no logro entender:

-”¿Me colabora con el casco?”. Quiere decir quítese el casco.

-”¿Me colabora con la fila?”. Quiere decir haga una fila

En general, el “Me colabora” tiene una cantidad de significados exóticos. Alguna vez en un banco un celador me dijo que si le colaboraba con el celular, cuando esos aparatos no se podían usar en las largas esperas bancarias; pensé que me estaba pidiendo prestado mi teléfono para llamar a alguien y le dije que con mucho gusto lo podía usar. Casi me saca del sitio pues en ese caso el “me colabora” quería decir apague el celular. La palabra colabora tiene varios sentidos diferentes al normal.

Otro asunto complejo de los celadores o las consolas de seguridad de los edificios, generalmente, de oficinas o entidades públicas es el “de dónde viene”. Cuando se llega a un edificio de oficinas, luego de entregar un “documento diferente a la cédula” dar todos los datos y hasta hace poco tiempo al menos tres certificados de vacunación contra el COVID, viene la pregunta: “¿de dónde?”. Que quiere decir de qué otra oficina viene. Nuevamente hay problemas, muchos no tenemos oficina para decir de donde venimos y nos toca decir bobadas como “de mi casa”. Parece que para pasar el filtro de estos personajes hay que venir de alguna firma, compañía o empresa.

Luego de vacunas, de el " de dónde viene” y adicionales, viene la peor de todas que es: “¿y cómo para qué será?”. Cuesta trabajo entender tal invasión del espacio vital, no puede ser que un vigilante deba saber hasta los temas a tratar en una reunión con alguno de sus vigilados; la más fácil es decir “personal”, pero siempre he tenido la tentación de responderle “no se si interponer una tutela o una demanda ordinaria; ¿usted que opina?”

Otras manías de nuestros celadores, esta vez en los centros comerciales o grandes superficies, es pedir el recibo de compra. Esa me molesta enormemente, sé que no se hace por iniciativa propia del celador, pero me parece francamente ofensivo pues básicamente se trata de probar mediante la tirilla de la caja que uno no se robó nada de donde sale. No conozco otro sitio en el mundo donde la presunción de robo sea más evidente. En restaurantes, bares y sobre todo supermercados hay un vigilante con cara de perro esperando a que voluntariamente la persona que sale exhiba la tirilla de lo que compró. El problema es mayor cuando no se muestra la tirilla, directamente se acusa al incauto de robo y se llama a seguridad.

Finalmente, el lenguaje para comunicarse con las personas que serán atendidas es increíble, utilizan el primero del plural y el diminutivo de manera inadecuada y sobre todo permanente: “Los que vamos a consignar en efectivo hacemos una colita al lado de acá”, o “Si no traemos la muestrica de orina debemos volver mañana”

Parece que esas dos formas de lenguaje permiten un trato mas amable con los usuarios, pero a mi me parece francamente desagradable y sobre todo difícil de entender.

No son todos malos tipos y la mayoría de situaciones alrededor de estas personas son creadas por superiores creativos que pretenden destacar. Es cierto, igualmente, que la actual inseguridad exige vigilantes con habilidades para manejar personas y brindar tranquilidad a quien lo contrata, sin embargo, no puede ser a costa de la privacidad de las personas y, sobre todo, del sentido común.

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