Bogotá, la capital mundial de la polisombra, de los huecos de concurso y obras inconclusas ve por sus calles toda clase de vehículos, bicicletas con motor, buses articulados, carros blindados, patinetas, vehículos de tracción humana que llevan reciclaje y, claro, Ferraris y Twingos. ¿Valdrá la pena cambiar un Ferrari por un Twingo? O mejor, ¿un Twingo por un Ferrari? Veamos:
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Cualquier obra importante en Bogotá requiere mas de 4 años de ejecución, motivo por el cual ningún alcalde inicia algo que no podrá inaugurar. Por eso el metro viene siendo un sueño de los bogotanos desde 1942. La Avenida Longitudinal de Occidente fue planeada en 1961 y se ha retomado para su construcción en 1980, 1998 y 2005; nada raro. De manera que una vía que desatasca la ciudad y que se planeó hace mas de 70 años, a la fecha no se ha construido. La vía a La Calera, la salida a Cota o la Autopista Sur son las mismas de hace más de 30 años con más del doble de los carros de aquella época. El resultado es un tráfico endemoniado que con las mismas vías pretende solucionar la movilidad de carros, bicicletas, motos, transporte público y nuevos actores como pueden ser las bicicletas con motor.
Adicional a esto, la indisciplina de los usuarios de cualquier medio de transporte es permanente, carros parqueados al frente de una clínica con un parqueadero vacío al lado que ocupan prácticamente media calle hacen que el recorrido de una cuadra pueda tomar fácilmente 20 minutos. Un choque simple debe esperar un policía de tránsito que demora dos o tres horas en llegar, un levantamiento de cadáver puede tomar 12 horas. Domiciliarios que se mueven en bicicletas que escupen humo negro y chatean por el celular con una mano, carros mortuorios que se mueven a ritmo de tortuga por el carril de velocidad, guardaespaldas atrabiliarios que se apropian de la vía y otras delicias. Marchas, carros varados en la mitad de la calle o cualquier otro incidente. La imaginación es corta para nuestras vías.
Las calles son una trampa para cualquier vehículo, huecos parecidos a agujeros negros, bolardos, conos puestos por cualquier policía de tráfico con iniciativa, semáforos que no funcionan, mercados móviles, vías inundadas que impiden el tráfico.
La alcaldía se demora construir un andén de cuadra y media lo mismo que a una buena firma de ingenieros un edificio de diez pisos. El deprimido de la NQS se demoró 10 años en vez de los 17 meses inicialmente planeados y el primer aguacero bogotano lo inundó hasta dejarlo inservible por varios días.
Tener un carro de algún nivel en Bogotá adicional a lo anterior es francamente peligroso, cada semáforo es invadido por vendedores, malabaristas malos, mendigos y demás que pretenden ganar alguna moneda a como dé lugar. En navidad se suman a esta jauría mujeres con menores de edad que piden, como no, la navidad.
El pico y placa limita el uso del carro de manera dramática, los impuestos, el SOAT y demás costos son mayores para los carros de lujo; nuestros delirantes alcaldes pensaron que el pico y placa iba a mejorar el tráfico, lo que logró es que en una casa haya al menos tres carros. Finalmente, un pequeño golpe en un Twingo se arregla con un mecánico normal de taller con perro criollo a la entrada. Un Ferrari debe pasar por un taller especializado costoso, súper especializado, con precios cercanos a lo que puede costar una moto nueva.
Con todo lo anterior, desplazarse en carro en Bogotá es un martirio, alguna vez me demoré cuatro horas para intentar salir de la ciudad por el famoso “puente de guadua”.
Tres horas bajo un sol inclemente, o un aguacero cercano al diluvio de Noe para avanzar 25 cuadras no es plan para nadie, la tecnología puede hacer más llevable el martirio con buena música, o algún vídeo pero son las mismas tres horas perdidas por cuenta del tráfico bogotano. La diferencia de comodidad o seguridad es mínima... De pronto en Bogotá el Twingo ofrece mejor desempeño que el divino Ferrari. Por eso, bella Shakira, en Bogotá cambiaría felizmente un Ferrari por un Twingo.