Desanas y martillos

Reichel-Dolmatoff, el llamado “padre de la antropología colombiana”, publicó Desana. Simbolismo de los indios tukano del Vaupés a finales de los años sesenta. He aquí la historia del libro, no exenta de claroscuros que la embellecen.

Gerardo Reichel-Dolmatoff es considerado el padre de la antropología en Colombia
Reichel-Dolmatoff

La lectura de libros de antropología y de historia de las religiones pueden tener la feliz consecuencia de relativizar ideas que, por costumbre, tomamos como verdades. “Si tu única herramienta es un martillo, tiendes a tratar cada problema como si fuera un clavo”, plantea un dicho. Para mí, este tipo de lecturas es una suerte de visita a una ferretería en la que no había reparado antes.

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Entre esos libros está Desana. Simbolismo de los indios tukano del Vaupés, de Gerardo Reichel-Dolmatoff. Es una muestra de lo que llamó etnología de “emergencia”, que, según el autor, es un intento por registrar el sistema filosófico de culturas “tribales o llamadas ‘primitivas’ que se encuentren en vías de desaparición”, por cuenta de “misiones católicas, el sectarismo ciego y militante de los grupos protestantes, los caucheros, los pequeños comerciantes”, entre otros. En este caso, como dice el título, la cultura amenazada era la del pueblo desana.

El proceso de producción del libro en sí es llamativo. En 1966, Reichel-Dolmatoff conoció a Antonio Guzmán, un indígena desana que vivía en Bogotá y estaba interesado en el programa de Antropología de la Universidad de los Andes. Consciente de las limitaciones presupuestales y de tiempo de las investigaciones etnográficas, el antropólogo colombo-austríaco se embarcó en el proyecto de registrar aspectos de los desana teniendo a Guzmán como único informante.

Durante siete meses se reunieron una o dos horas diarias para hablar, primero, sobre la relación entre el ser humano y los animales desde el punto de vista desana. Establecieron un inventario de los animales de la región y registraron la descripción de su conducta y su alimentación, entre otras, con lo cual pasaron luego a “las prohibiciones alimenticias, el ciclo anual de disponibilidades de la alimentos, la magia de caza, las armas y trampas”. Terminaron la escritura del primer borrador en mayo de 1967 y luego viajaron a Mitú, donde permanecieron un mes confirmando la información de Guzmán con parientes y amigos indígenas desana, pira-tapuya, tukano y uanano.

Reichel-Dolmatoff explica que la importancia de este tipo de registros tiene relación con el peligro que encarna el empobrecimiento de nuestra idea del mundo por la desaparición de culturas distintas de la nuestra. La afirmación, sin embargo, tiene su ironía. En 2012, se supo que el llamado “padre de la antropología colombiana”, antes de llegar a Colombia en 1939, tuvo un “pasado oscuro de militancia activa en el Partido Nacionalsocialista alemán”, lo cual generó un corto debate en ámbitos académicos. Cada tanto pienso cuáles habrán sido sus preguntas y angustias para pasar de ser un simpatizante nazi, en su juventud, a un defensor de la necesidad de conocer otras culturas. Sea como fuere, en teoría el hombre dejó de usar el martillo y sintió curiosidad por recorrer la ferretería. Para suerte nuestra, sus lectores.

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