Mientras Nacional realizaba, el pasado martes 21 de junio, un entrenamiento a puerta abierta en el estadio Atanasio Girardot con presencia de su hinchada, previo al partido de la final que a la postre ganó 3 goles por 1 al Tolima, uno de los integrantes del equipo de comunicaciones del club verde identificó en medio de la masa de personas a un personaje que no seguía los cánticos de la barra LDS. Ataviado con un gorro de Nacional, de esos como los que siempre usó don Ramón, con una camiseta réplica que le quedaba un tanto grande y con un frondoso bigote, el personaje en cuestión levantaba los brazos, gritaba de manera repetitiva y con un particular grito desgarrador que le salía del alma: ¡vamos, mi verde!, de forma solitaria vivía su pasión. A veces parecía que lloraba, el hombre cerraba los ojos, los abría, veía a los jugadores que tenía a pocos metros en la cancha, se tomaba la cabeza y seguía con sus frases particulares y propias de aliento para la nómina del equipo verde de Antioquia.
PUBLICIDAD
Al filo del mediodía, Nacional subió el video en todas sus redes oficiales y en pocos minutos la figura de este señor se metió en el corazón de los hinchas, se volvió viral y generó un contagio de identidad en pro de mover los cimientos de la identidad verdolaga a favor de la causa antes de la final contra los pijaos.
¿Quién es ese señor? ¿Quién lo ubica para regalarle una boleta? ¡Él nos representa y tiene que estar en el estadio en la final! Eran mensajes de los hinchas que se leían en las redes para dar con la identidad y el paradero del misterioso personaje. Al finalizar el día, un líder de la barra de Los Del Sur recibió un mensaje de alguien que se identificaba como el hijo del señor.
Faber Hernán Pulgarín, de 53 años, habitante del humilde, tanguero y tradicional barrio Manrique Oriental de Medellín, padre de tres hijos, de profesión constructor e hincha a morir de Nacional, era el protagonista del video. De inmediato un periodista lo ubicó y le hizo una nota con un celular; ya don Faber lucía sin bigote, muy organizado y se veía, incluso, más joven.
Desde las oficinas del club paisa hablaron con él y lo invitaron para que, en compañía de uno de sus hijos, visitara el hotel que sirve como sitio de concentración de los verdolagas. Otro video movió las fibras de la hinchada. Don Faber, sin ocultar sus sentimientos y lleno de humildad y emoción, recibió el saludo de los referentes de Nacional: Dorlan Pabón, Alexánder Mejía, Jefferson Duque y Giovanni Moreno.
Abrazos, llanto, risas, palabras de admiración y gestos de incredulidad brotaban de la humanidad de don Faber. Dorlan le dio una camiseta original del club, una de las de él, y se la firmó. Faber se tomaba la cabeza con las manos, no podía creer lo que estaba viendo, más aún cuando unas horas antes era un hincha anónimo que fue a ver el entreno de su equipo amado y sabía que iba a ver el partido de la final por televisión porque no pudo conseguir la entrada para ir al Atanasio. La otra sorpresa es que le regalaron dos boletas para la tribuna de occidental. ¡Tesoro completo para él!
Don Faber asistió al inolvidable partido que ganó Nacional al Tolima y vio el mítico gol de Yerson Candelo con la cara pintada de verde, la camiseta original que le dio Pabón y no dejó de lado el gorrito tipo don Ramón.
Todo lo anterior me lleva a pensar que en tiempos en que cada vez nos estamos deshumanizando más, en que el fútbol es tan mecánico y a veces plano y repetitivo, historias como la de un hincha, como don Faber, nos hacen recordar que amar a un equipo es un acto diáfano que se cultiva en la familia, el barrio, la ciudad y que, sin dinero o con él, nada cambia, nada afecta el hecho de amar unos colores que dan felicidad en tiempos de vida tan duros. ¡Más hinchas como don Faber, por favor!