Opinión

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“Ya hay voces pidiendo que echen de las empresas a quienes votaron por Petro. ¿Habrase visto? ¿Por qué tan vengativos, ah?”

No veo la hora de que Petro pase de presidente electo a presidente en funciones. Sé que faltan menos de dos meses para el próximo siete de agosto, pero la ansiedad es tanta que estas semanas se van a hacer eternas. Ya sea por esperanza, por ver si se equivoca, o por mero interés en ver qué pasa, todo el país quiere verlo ya gobernando, sensación que no creo recordar con ningún otro candidato reciente.

De estos tres grupos el que más llama la atención es el que dice estar triste por Colombia y al mismo tiempo desea que al nuevo gobierno le vaya mal. Es fácil identificarlo porque dice abiertamente que vamos rumbo al abismo, o porque suele empezar sus afirmaciones con un “Ojalá me equivoque, pero…”, lo que en plata blanca significa que tiene la razón y que, en efecto, estos cuatro años van a ser nefastos para el país.

Se les nota unas ganas irrefrenables de que llegue el día en el que puedan decir “Se los dije”, de ver a toda esa gente que hoy está feliz celebrando el triunfo de su candidato y deseando un país mejor, decepcionada y en la derrota. Vaya usted a saber por qué, pero a la mayoría de los seres humanos les fascina ver a los otros infelices, en eso radica su dicha. Y verla sin empleo también, no en vano ya hay voces pidiendo que echen de las empresas a quienes votaron por Petro. ¿Habrase visto? ¿Por qué tan vengativos, ah? ¿Cuál es el afán en que se mueran de hambre? ¿Dónde está el placer en ver sufrir al prójimo?

Anuncian también que van a hacer un control estricto del mandado que se viene y se hacen llamar la oposición, pero lo cierto es que van con las cuentas de cobro por delante y nunca van estar conformes con lo que haga el nuevo presidente. Les tomará tiempo acostumbrarse a que ya no están en el poder y se me antoja que a la hora de señalar los errores ajenos carecerán de la misma grandeza que les faltó cuando gobernaban.

Además, se van a agarrar de lo que sea para criticar y declararse en rebeldía, y van a descubrir que ser opositor es muy fácil, basta con mirar todo desde la barrera y decir “Haz esto, esto otro no; mueve esto para acá, esto mejor déjalo quieto” y quejarse si no les hacen caso; como dice un dicho que se aplica con frecuencia a los analistas de fútbol, es fácil opinar con el diario del lunes en la mano. Es que han pasado apenas un par de días hábiles como presidente electo y ya le están cobrando a Petro todo, desde la trepada del dólar y la caída en el precio de las acciones de algunas empresas, hasta no ser capaz de lograr la paz entre Israel y Palestina.

Para cerrar, una obviedad que muchas veces el fanatismo no deja ver: el gobierno de Petro tendrá aciertos y errores, como todos, así que paciencia, que ya tendremos tiempo y oportunidades para regodearnos por tener la razón. No creo en los fatalistas que esperan (o más bien desean) una debacle, ni en los desmesurados optimistas. Por una punta u otra, los políticos siempre terminan decepcionándonos.

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