Las elecciones apenas están calentando motores y ya han dejado episodios memorables. La política en general suele ser desagradable, gente luchando por votos como bandas peleando por territorios, y en la búsqueda de esos votos, y luego en el afán por evadir responsabilidades, son capaces de lo que sea. Basta con recordar a Musa Besaile en un video con su esposa y sus tres hijos, todos llorando con el fin de generar lástima.
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Pero no estamos adelantando, que aún no estamos en la etapa de victimización de los políticos, sino en la época en la que se muestran como los mejores seres humanos. No sé qué tienen ni cómo lo logran, pero cada cuatro años consiguen que olvidemos todos sus errores, delitos y promesas rotas y volvamos a votar por ellos con esperanza renovada. Hábiles que son, y nosotros muy pendejos también.
Víctima Alex Char; según él, claro, objeto de una conspiración orquestada desde Venezuela que quiere dejarlo como un adúltero y un corrupto. Su historia tiene mucho de telenovela y quienquiera que la haya echado a andar no solo destapó un caso grave que amerita investigación, sino que nos dio chisme que quedará en el tiempo. Eso sí, no creo que lo haya hecho porque quiera ver a Colombia libre de corruptos sino porque la caída de un contrincante significa más votos para él y los de su cuerda. Si algo aprendí de Game of Thrones es que no hay héroes ni villanos perfectos, todos son a su manera su mejor versión y al mismo tiempo la peor, como la vida misma. No sé por qué seguimos insistiendo en el blanco y el negro, en adalides impolutos y villanos despreciables, todos sin matices.
E inmediatamente después de Char, todo en un par de días, sale Petro dando un discurso borracho, Katherine Mirando copiando un video y Sandra Borda haciendo alarde de haber llevado una vida promedio. Insisto, lo de Char es caso aparte, un escándalo más de un clan político que tiene cada historia oscura encima, lo de los otros tres candidatos es cómo mucho reprobable, o cómo mínimo de hacérselo mirar. Acá no estamos analizando la gravedad de los hechos sino lo anecdótico de los mismos.
Que Petro haya dado un discurso con tragos encima es una prueba más de la incondicionalidad de sus seguidores. No está bien que lo haga, pero quienes piensan votar por él lo defienden con cualquier argumento, el principal de ellos, pidiendo que más bien miren todo lo que han hecho sus contendientes. Y tienen razón, el establecimiento coge cada cosa hecha por él y la maximiza, mientras que puede ser permisivo con los gobernantes de siempre. Lo que no puede ser es que el principal argumento de defensa, con Petro y con cualquier otro candidato, sea “Pero mire lo que hizo el otro”. En vez de exculpar o demonizar a Petro, deberíamos entender que si hay millones que lo apoyan irrestrictamente es porque están cansados de los corruptos de siempre, y que en vez de intentar dejarlo en ridículo tendrían que preocuparse por gobernar bien.
Luego está Katherine Miranda, famosa entre otras cosas por haber usado el término ‘abudinear’ como sinónimo de robar, e incluso usarlo en una valla para su campaña. Pues parece que se abudineó un video hecho en España y copió el tono, la estética y el mensaje del mismo. Algo parecido había hecho Duque en 2018 al imitar el mensaje de un político, español también, que le escribía una carta a su hija. Hacemos mucho eso los colombianos, copiar lo de afuera y copiarlo mal. Lo llamamos inspiración, pero es copia ramplona, prueba lo mediocres que somos. Que una persona natural sea mediocre no es lo ideal, pero vaya y venga, que responde solo por ella. Otra cosa es que alguien que aspira a liderar una sociedad no tenga la imaginación y el talento para hacer una campaña propia. El miedo que dan estas elecciones es que, en el afán por el cambio, estemos tumbando a los mediocres de siempre para elegir a mediocres nuevos.
Luego está Sandra Borda, aspirante al Senado. La entrevisté un par de veces y me parece una persona inteligente, decidida y con credibilidad. En su caso no hay mayores reparos y lo llamativo no es lo que hizo ella, sino la forma en que reaccionaron las personas. A manera de carta de presentación hizo un video contando su vida, el cual no fue del todo bien recibido, y creo entender por qué, a ver si doy en el clavo. En él habla de cómo proviene de una clase media en ascenso y cómo a punta de talento, disciplina y becas logró ser lo que es hoy, una narración admirable en muchos aspectos, sin duda.
Sin embargo, creo que el descontento viene porque quiso hacer pasar como historia inspiradora lo que es, o debería ser, una vida normal: alguien que a punta de esfuerzo ha ido mejorando su situación. Millones de personas han salido adelante así y no andan sacando pecho, al menos no sin que se lo pregunten antes. Hable usted con cualquiera y le contará sobre los sacrificios que ha tenido que hacer y lo que le ha costado llevar una vida cómoda, de ahí el reparo de muchos que vieron el video. Eso, y el hecho de que aquí mucha gente nazca sin siquiera los pocos privilegios que tuvo ella, y tampoco tenga su intelecto y su pujanza. Todo es una mezcla. En Colombia hay millones tan jodidos que es lógico que piensen que llevar una vida digna es ser privilegiado, desde comer tres veces al día hasta terminar el bachillerato.
Faltan meses de campaña y en el menú electoral hay de todo: populistas de izquierda y de derecha, viejos políticos que para no ahogarse posan de progres y nuevos candidatos con ganas de cambiar el orden establecido, pero que parecen no conocer esos esquemas que pretenden romper. No sé de dónde sacan eso de que el pueblo es superior a sus dirigentes, si lo que hay en el tarjetón es la réplica fiel de la población nacional. Los políticos no son inferiores a nosotros, más bien son el exacto reflejo de lo que somos los votantes. No existe mejor espejo.