La pandemia ha sembrado una crisis existencial en los casi 4 millones de estadounidenses que renuncian mensualmente a su empleo. Esta situación ahora es tendencia y se denomina “la gran renuncia”. Pero, ¿a qué se debe esta decisión? ¿Se trata solo de causas externas o hay algo más profundo y relacionado con nuestro propósito detrás?
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Los últimos dos años el mundo ha cambiado a una velocidad trepidante. Nuestras formas de relacionarnos y de laborar se han modificado desde sus cimientos. Para muchas personas, fue la primera vez en la que experimentaron una existencia más centrada que no solo gira alrededor de una ocupación rutinaria y para muchos otros el confinamiento brindó la oportunidad de conocer y “encontrarse” con su pareja e hijos.
Los que no tenían familia, también se dieron cuenta de la importancia de tener un balance en el que cada uno de los roles que desempeñamos en nuestro día a día, tienen su espacio y prioridad.
Otros expertos coinciden en interpretar las estadísticas que indican que, por cada empleado, existen dos vacantes, como la evidencia de que se está gestando una reorganización de la fuerza laboral en la que los empleados valoran no solo la compensación económica sino el balance entre tiempo de trabajo y tiempo libre, así como otros beneficios.
Si bien se trata de un fenómeno multicausal, la gran renuncia pareciera ser producto de lo que aprendimos en pandemia en cuanto al valor de la vida y el tiempo.
Sea como sea, las estadísticas son irreversibles: según un estudio de Microsoft Research reseñado por El Cronista, 40% de los empleados a nivel global están pensando en dejar su empleo en este 2022.
Todo apunta a que ese esquema de trabajar 30 o 40 años en una misma empresa, como hicieron nuestros abuelos, para luego aspirar a un retiro tranquilo en el que, al fin, nos dediquemos a lo que nos gusta, ha llegado definitivamente a su fin.
La vida es corta como para pasarla haciendo algo que no nos encante. El hecho de haber demostrado en la pandemia que siempre podemos monetizar nuestra pasión y vivir de lo que sabemos, gracias a la tecnología que en ocasiones nos permite hacer home office, ha contribuido a llegar a estos niveles de desocupación elegida.
Espero de corazón que este despertar colectivo nos lleve a un mejor camino de reconexión con nuestro propósito y que, finalmente, podamos alinear lo que queremos con lo que hacemos en cada una de las facetas de nuestro ser.
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