Opinión

Iván es mi copiloto

“Lo primero que sentí cuando oí a Jaime Pumarejo decir lo de la Fórmula 1 fue risa, la cual se acrecentó cuando Iván Duque lo respaldó, es decir, los amigos borrachos de los que hablé un par de párrafos arriba. Superada la sorpresa, me pregunté qué tipo de cortina de humo era esa y qué pretendían tapar lanzando semejante afirmación. Sea lo que sea, les está funcionando porque hoy no se habla de otra cosa en el país, si acaso del accidente de Egan Bernal y del precio de las entradas al concierto de Bad Bunny en Medellín”: Adolfo Zableh

PRESIDENCIA DE COLOMBIA - Archivo Europa Press (PRESIDENCIA DE COLOMBIA/Europa Press)

Un amigo dice que hacer cine es el último gran lujo que se puede dar un país. Buen cine, quiere decir, una industria que mueva producciones con calidad y frecuencia, no una película medianamente decente cada dos años. Curiosamente, mi amigo es barranquillero, y la verdad es que se quedó corto porque, aunque en efecto el cine requiere de mucho dinero y esfuerzo, no es nada comparado con lo que se necesita para hacer una carrera de Fórmula 1.

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Pues el país se sorprendió hace apenas unos días cuando el Alcalde de Barranquilla, secundado por el Presidente de la República, salió con la idea de que la ciudad albergara una prueba de la categoría. Y la lanzaron así, con seguridad y valentía, como cuando uno borracho se pone a hablar con los amigos, a criticar a los políticos y a arreglar el país y de repente alguien dice: “¿Sabes qué necesita Colombia para salir del subdesarrollo? Una prueba de Fórmula 1″ y da un golpe sobre la mesa mientras los demás lo secundan emocionados, entre vivas y aplausos. Sobrio, a plena luz del día y entre semana, la idea suena a estupidez, pero de madrugada y con todos los tragos encima, parece una genialidad, la respuesta a todo; y al revés, te sorprende y te da hasta rabia que no se te hubiese ocurrido a ti primero.

Y no me malentiendan, no es que le esté negando a Barranquilla y al país la idea de soñar en grande, al revés, ojalá tuviéramos cómo organizar una vaina de esas, y de paso todos los eventos de talla mundial que se nos cruzaran por la cabeza, pero es que hay que aprender a caminar antes de empezar a correr. Y aunque el desarrollo de la ciudad en la última década ha sido descomunal y promete seguir creciendo, estamos hablando de la máxima categoría del automovilismo mundial, un show que en muchos aspectos excede las exigencias de un mundial de fútbol.

Lo primero que sentí cuando oí a Jaime Pumarejo decir lo de la Fórmula 1 fue risa, la cual se acrecentó cuando Iván Duque lo respaldó, es decir, los amigos borrachos de los que hablé un par de párrafos arriba. Superada la sorpresa, me pregunté qué tipo de cortina de humo era esa y qué pretendían tapar lanzando semejante afirmación. Sea lo que sea, les está funcionando porque hoy no se habla de otra cosa en el país, si acaso del accidente de Egan Bernal y del precio de las entradas al concierto de Bad Bunny en Medellín.

Y aunque los beneficios de hacer una carrera de carros del primer nivel son muchos, los expertos hablan de una inversión de decenas de millones de dólares por cada carrera, no menos de cincuenta, y pasando por ahí hace rato. Eso es solamente lo que cuesta tener la franquicia cada año, sin incluir todos los trabajos de adecuación e infraestuctura. Y esa plata la hay en Barranquilla de sobra, no lo duden, al punto de que si se organizan bien podrían comprar no solo una válida, sino el calendario entero. Pero es que ese no es el punto, al fin y al cabo, carreras de Fórmula 1 han organizado países casi tan subdesarrollados como nosotros, tipo Brasil, Argentina, India y México.

El punto es que tal idea no suena a chiste sino a ofensa en una ciudad que no tiene fluido eléctrico constante ni un acueducto óptimo. Dígale usted a un pueblo sumido en la ignorancia y la pobreza. o a una persona que se muere porque no hay camas de hospital ni médicos suficientes, que la respuesta a sus problemas es hacer una válida de automovilismo donde millonarios de todo el mundo van a gastar alrededor de 600 dólares al día. Si en Bogotá un concesionario de Maserati se ve poco menos que inadecuado al lado de personas pidiendo plata y calles rotas, ahora imagine usted una competencia de esas con toda su opulencia y exigencias técnicas. No han podido acabar el aeropuerto en quién sabe cuántos años, con qué cara salen en menos tiempo con una pista apta para la Fórmula 1. ¿No hay para lo necesario, pero sí para el lujo? ¿Qué clase de burla es esa?

Si el tema es hacer chistes sobre la idea, y bastantes han salido al respecto, mi propuesta es que en vez de hacer un circuito urbano de Fórmula 1 en una sola ciudad, más bien organicemos el Dakar en varias ciudades de Colombia aprovechando la infraestructura existente, eso sí sería minimizar los gastos y maximizar las ganancias, toda una visión de negocio. Total, las calles vueltas mierda ya las tenemos.

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