Opinión

Despenalizar el Aborto es despenalizar las conciencias

Columna sobre la despenalización del aborto escrita por Laura Castro González, Coordinadora de la Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres, y Aura Carolina Cuasapud Arteaga, Abogada de CDD Colombia.

Movimiento Causa Justa

Aunque hace más de quince años se despenalizó parcialmente el aborto en Colombia, el riesgo de ser condenadas social y penalmente por abortar continúa dejando a miles de mujeres y niñas al borde de procedimientos inseguros que arriesgan sus vidas y al margen de una atención oportuna y adecuada en salud. Y es que más allá del derecho, el acceso al aborto está atrapado en prejuicios e imaginarios culturales y religiosos, que profundizan una moral basada en la culpa, el castigo y el miedo, y atentan contra la libertad de conciencia y la agencia moral de las mujeres para tomar decisiones.

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La Iglesia Católica siempre ha tenido voz en las discusiones sobre el aborto y aunque ni Dios ni la Iglesia han condenado directamente a las mujeres por abortar, lo que nos han dicho siempre, es que abortar está mal, que es un pecado o equivale a un homicidio. Los argumentos religiosos han sembrado en la sociedad una idea negativa sobre esta práctica, la cual se refuerza en todos los espacios a los que pertenecemos: en el colegio, la universidad, cuando estamos en la reunión familiar, en el trabajo comunitario, hasta cuando leemos una noticia. En septiembre de este año, algunos medios titularon “El Aborto es Homicidio”, refiriéndose al caso en el que el Papa Francisco al responder si estaba o no de acuerdo con la propuesta de algunos obispos en Estados Unidos de negar la comunión a políticos que apoyen leyes relacionadas con el aborto y qué les aconsejaría, dijo: “Nunca he negado la Eucaristía a nadie (…) El segundo problema, el del aborto: es más que un problema, es un homicidio, quien aborta mata, sin medias palabras. (…) Por eso la Iglesia es tan dura en este tema porque si acepta esto es como si aceptara el homicidio”[1].

Ante este tipo de declaraciones, no solo dirigidas a los líderes políticos sino en medio de sociedades que se reconocen principalmente como creyentes del catolicismo, ¿cómo podemos entonces, las mujeres vivir tranquilas y plenas con nuestras decisiones si constantemente nos culpabilizan por decidir? Si, aunque sepamos que ejercemos un derecho, para un espectro importante de la sociedad somos unas homicidas, culpables, malas mujeres. Mujeres que no cumplimos con el mandato social de ser madres, a pesar de embarazos producto de la violencia, la explotación, la pobreza y el abandono estatal.

Las decisiones que nosotras tomamos son objeto de debate continuo, poniendo en duda nuestra autonomía. Es por ello que, cuando una voz influyente como la del Papa expresa que el aborto es homicidio, está hablándole a toda una sociedad para que se sienta autorizada a castigarnos y cuestionarnos por actuar conforme a nuestras convicciones y nuestro proyecto de vida. Esta legitimando a aquellos profesionales de la salud que vulneran el secreto profesional cuando una mujer llega con un aborto incompleto o a quienes ejercen violencia obstétrica contra quienes acceden a una IVE. Esta moralidad religiosa ha permeado las conciencias, a nosotras las mujeres, nos ha llenado de miedos, el miedo al rechazo social y el miedo al castigo divino, despojándonos de la capacidad moral para tomar decisiones con confianza en nosotras mismas.

Sin embargo, apelar a la culpa y al castigo divino no ha sido suficiente para impedir que las mujeres decidamos no continuar con aquellos embarazos no deseados. Tampoco ha servido para clausurar el debate actual sobre la eliminación del delito de aborto del Código Penal. Entonces, los argumentos jurídicos también han integrado el arsenal discursivo empleado por los sectores religiosos para defender su postura misógina y de discriminación.

Sin ir más lejos, en la discusión de la C – 355 de 2006, la Conferencia Episcopal, acudió a garantías constitucionales como la vida y la dignidad humana. Al hablarse de la posibilidad de abortar ante un embarazo producto de una violación, dispuso que este procedimiento atentaba contra la vida digna de las mujeres y añadió que si “la víctima de violación puede sentir que si ella puede superar el embarazo habrá superado el trauma de la violación”[2]. Este año, cuando el movimiento Causa Justa demandó la inconstitucionalidad del delito de aborto del Código Penal, algunas autoridades religiosas acudieron a recursos jurídicos que entrabaron y dilataron el camino hacia una sociedad donde las mujeres seamos reconocidas como ciudadanas plenas y la construcción de nuestros proyectos de vida goce de la autonomía necesaria en materia reproductiva. Hoy seguimos sin una decisión sobre un asunto por el que diariamente las mujeres son condenadas social y penalmente.

Claramente, desde el 2006 hasta ahora han cambiado muchas cosas: la Corte ha robustecido los estándares de la garantía del derecho al aborto, las mujeres hoy por hoy hablamos más abiertamente del tema. Y se puede decir que tenemos una sociedad que cada vez se muestra más dispuesta a sostener una discusión razonable y argumentada sobre la conveniencia de avanzar hacia la despenalización total del aborto. Según una encuesta de Cifras & Conceptos hecha en 2021, solo el 20% de la población está de acuerdo con que las mujeres que aborten vayan a la cárcel. Y este grupo está principalmente constituido por quienes tienen fuertes afiliaciones religiosas y pocos años de educación formal culminados.

Sin embargo, aún con todo lo anterior, los discursos moralistas y religiosos siguen siendo un gran obstáculo para que nosotras seamos ciudadanas plenas y libres de elegir sin culpa. Es por ello que Colombia no solo necesita que el delito de aborto del código penal desaparezca, sino también que se desculpabilicen los cuerpos y las decisiones de las mujeres. Que se despenalicen las conciencias en un país en el que constitucionalmente se reconoce la separación entre la Iglesia y El estado. Es fundamental insisitir en que se detenga la intromisión de la moral religiosa en las discusiones y decisiones sobre la vida y la salud de las mujeres, pues esto permitirá un avance en la agenda de la democracia y en la garantía de los derechos humanos fundamentales. Y sin duda, un progreso en el reconocimiento del ejercicio pleno y autónomo de las mujeres para decidir sobre su vida reproductiva.

[1] Tomado de Vatican News https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-09/papa-francisco-rueda-prensa-vuelo-regreso-eslovaquia-periodistas.html

[2] Sentencia C – 355 de 2006.

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