Opinión

Mi esquema de seguridad

Columna de Adolfo Zableh Durán

Escoltas Getty

Yo me hice escritor para usar la expresión ‘Mi editor’ en una frase. La leí alguna vez en una entrevista y me pareció fantástica, al punto que desde ese día he hecho todo lo posible para poder decir cosas como “Mi editor me acaba de mandar las correcciones de mi texto”. Y ni siquiera decirla, con solo pensarla ya me empodero. No sé, me hace sentir importante y a la vez protegido, como que no estoy solo en este mundo. Escribir es una lata, además de mal pago, pero tener editor es todo un lujo.

PUBLICIDAD

Algo parecido, pero en cuerpo ajeno, sentí cuando María Fernanda Carrascal dijo hace unas semanas en un tuit que le habían robado una maleta de una camioneta asignada a su esquema de seguridad. Por un lado, la denuncia refleja la inseguridad que se vive en Bogotá, los ladrones ya no respetan ni blindaje ni escoltas; por el otro, me sorprendió que ella tuviera esquema de seguridad.

A ver, no estoy tratando de menospreciarla ni de insinuar que más bien ande en bus. Valoro su vida como la de cualquier ser humano y si tiene esquema de seguridad asumo que está más que justificado. A ella le deseo lo mejor y que pueda llevar su vida de la manera más segura y tranquila posible. Dicho esto, y sin conocerla, me parece una vendehumo, una persona que demuestra más que lo que hace, y que ese esquema de seguridad no solo ayuda a reforzar esa imagen de persona importante que quiere proyectar, sino que produce en ella el mismo éxtasis que me produce a mí decir mi editor. Repito, no la conozco y posiblemente me equivoque, es solo la sensación que me da cuando la veo hablar.

No está sola. Pareciera que la política está cada vez más llena de gente que la usa no para servir sino para sentirse por encima del pueblo que gobierna, y las camionetas blindadas y los escoltas son solo un par de detalles más que ayudan a reafirmar dicha posición. Se les llena la boca diciendo ‘Mi esquema de seguridad’ así como Trino Epaminondas Tuta tenía la jeta redonda de tanto decir ‘Oro’. En un país donde a la gente la matan porque está amenazada y el Estado poco o nada puede hacer, tener esquema de seguridad es un privilegio, pero también una manera de subir de estrato.

Hay que ver esas caravanas parqueándose donde les plazca, volándose semáforos, cerrando vías y andando por el carril de Transmilenio porque van de afán quién sabe a qué cita y no pueden esperar unos minutos como cualquier otra persona; es que dan es rabia, semejantes vagos. Y encima en camionetas que podrán ser muy buenas y bonitas, pero también ofensivas, todas grandes y caras, blindadas y con esos vidrios oscuros. Yo viviría estresado si fuera el dueño de Toyota y me relacionaran con algunos de mis clientes. Lleno de dinero, sí, pero con un poco de pena con la humanidad.

En países civilizados hay políticos que llegan a su trabajo en bicicleta, a pie incluso, y acá hay algunos matándose para que les den un esquema de seguridad y así no tener que pisar la calle nunca más. Es claro que esto no es Canadá ni Holanda y que las amenazas de muerte están a la orden del día, abres un paquete de papas y te sale una. Sin embargo, es posible que haya ahí también un carrusel de peticiones y favores para acceder a una cosa de esas. Por mucho que nos indigne tal situación, también se entiende: con lo jodida que está la economía, el sector público es casi la única opción que tienen muchos de subir en la escala social. Un esquema de seguridad cuesta una millonada, un despilfarro del presupuesto público del que poco se habla; los editores, en cambio, son manejables y cobran poco. Punto para los escritores.

Tags

Lo Último