Profe Osorio, descanse

“Osorio es un hombre que se llenó de terquedad, soberbia, agresividad y un halo de superioridad que destila un tufo maluco. Físicamente no se le ve bien, no luce bien. Sus declaraciones mutan de dar entender que los demás no saben lo que él sabe de fútbol a un constante rosario de excusas, de mea culpas por cada una de las derrotas que se le volvieron un libreto ya leído y poco creíble”: ‘Pote’ Ríos

Juan Carlos Osorio después de América vs. Nacional por Fecha 15 de Liga BetPlay 2-2021 (Tomado del Twitter de América)

Preocupa y es triste la situación del profesor Juan Carlos Osorio. Y no es de ahora, la cosa no viene bien con él desde que salió como un héroe de su primer ciclo con Atlético Nacional, en 2015, luego de obtener seis títulos y un subcampeonato continental en la Copa Sudamericana. Desde ese momento, en que fue despedido por una multitud de hinchas entre lágrimas y gritos de cariño y gratitud, la carrera de Juan Carlos Osorio ha tenido suspiros de alegría y muchos nubarrones llenos de conflictos, tristezas, derrotas y peleas que han desdibujado la imagen de un hombre brillante, pero lleno de errores.

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Muchos afirman, y también lo creo así, que Osorio es una de las personas que más saben de fútbol en Colombia. Su preparación académica, sus estudios de preparación física, ciencias del deporte y dirección técnica de fútbol en los Estados Unidos e Inglaterra; los mentores que tuvo, en los que figuran nombres como Kevin Keagan, Guardiola y otros; los últimos cursos de máximo nivel de la UEFA que está por terminar o ya terminó; sumado a una cultura general amplia y un sentido por cultivar aspectos sociológicos y psicológicos del deportista, son factores que hacen de él un hombre culto y absolutamente capaz. Pero la pregunta hoy es: ¿Juan Carlos Osorio es un ganador?

Lo fue, hoy no lo es y no lo ha sido en los últimos cinco años. El profe se fue a São Paulo y no pasó mayor cosa. Luego con la selección de México vivió momentos más amargos que dulces. Dulces por la victoria ante los alemanes en el Mundial de Rusia, el logro de la clasificación a ese certamen y una que otra buena presentación que dejó terceros y cuartos puestos en las copas de Oro y Confederaciones. Pero de títulos, nada; incluso en el mundial ruso, México no superó su eterna barrera de octavos de final. Durante su estadía en la selección mexicana, Osorio soportó una crítica implacable, muchas veces irrespetuosa, de la prensa de ese país y de otros entrenadores como Hugo Sánchez.

Luego el profe se fue a Paraguay y allá protagonizó un novelón, más allá del único partido en el que dirigió a la selección guaraní. Fue un momento en que manejó todo mal ante la opción de ser entrenador de la selección Colombia. Por allá, en Paraguay, el nombre de Juan Carlos Osorio no tiene buen recuerdo.

Lo de Colombia no se le dio y en 2019 aterrizó de nuevo en Nacional. Llegó como el ídolo que es, con tapete rojo, alabanzas y venias desde todos los frentes. Fracasó estruendosamente. Nacional tuvo la peor defensa de los últimos años y el profe se fue en noviembre de 2020 de manera fulminante y por la puerta de atrás.

Ahora, todos vemos su presente en América y la situación no cambia. Osorio es un hombre que se llenó de terquedad, soberbia, agresividad y un halo de superioridad que destila un tufo maluco. Físicamente no se le ve bien, no luce bien. Sus declaraciones mutan de dar entender que los demás no saben lo que él sabe de fútbol a un constante rosario de excusas, de mea culpas por cada una de las derrotas que se le volvieron un libreto ya leído y poco creíble.

Recuerdo que cuando llegó a su segunda etapa en Nacional, en su primer evento con la prensa y los hinchas, de entrada, tuvo un discurso agresivo, lleno de pullas, ironía, resentimiento y regaños por doquier. El profe afable, diáfano, humilde y conversador que conocimos en los años 2012 a 2015 en el equipo verdolaga era otro.

La prensa también ayudó a magnificar la mala situación. Se empezaron a ver ruedas de prensa llenas de terminología “científica futbolera” en las que varios periodistas competían por demostrarle al profe Osorio que ellos sabían de fútbol como él y eran dignos de un: “Muy interesante tu pregunta…”. Y, entre tanto, si a Osorio la pregunta no le parecía, hacía sentir al otro como un ignorante del fútbol.

Un ambiente maluco en el que nadie entendía nada y el fútbol se hacía “complicadamente sabiondo” y de reverencia a un “maestro shaolín” (Osorio) al que sus dirigidos no le funcionaban en la cancha.

Los rumores sobre complicaciones en su vida personal, los desaciertos comunicativos, sus peleas con los directivos, los hinchas, la prensa, el árbitro, el asistente del juez, el cuarto juez, los otros entrenadores, todo ha sido un cúmulo de hechos que hoy ponen a Osorio en la palestra como un tipo problemático al que no le fluye su idea de juego con los equipos que dirige. En sí, el otrora ganador mutó a perdedor.

No es una mala persona. Osorio se creyó un personaje que no le sienta y lo mareó. Yo le aconsejaría que es hora de tomarse un tiempo sabático (uno o dos años) en el que busque ayuda profesional, en donde se refugie en el amor de su gran y bella familia. En el que replantee su entorno, sus proyectos, sus metas y su ser. Es un hombre brillante que puede brindar mucho y aportar. Pero hoy, profe Osorio, usted necesita descansar, evaluar, cambiar y regresar más fuerte y humilde.

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