La noche del 22 de septiembre de 2025, Fabiana Karina Rincón sobrevivió a un ataque que, según los médicos, debió haberle quitado la vida. La agresión ocurrió en su propio hogar, en la localidad de Fontibón (Bogotá), mientras su hija de cinco años dormía en la habitación contigua. El agresor, su expareja y padre de su hija, la golpeó repetidamente con un martillo hasta dejarla inconsciente. Sin embargo, contra todo pronóstico, ella sobrevivió.
La historia de Karina no solo es un testimonio de resiliencia, sino también un reflejo alarmante de las falencias en el sistema de protección a víctimas de violencia de género en Colombia.
Una historia de violencia ignorada
Karina, ingeniera ambiental, lideresa social y excandidata a edil, ya había denunciado a su agresor en al menos dos ocasiones ante una comisaría de familia. Sin embargo, sus llamados de auxilio fueron ignorados. “Pedí la primera medida de protección hace al menos dos años y la comisaría de familia no hizo absolutamente nada. Hace un año pedí otra medida, me la dieron, pero no la hicieron cumplir. Nunca estuvieron pendientes, ni siquiera una llamada. Así que estuve totalmente sola”, relató en entrevista con Caracol Radio.
El agresor, identificado como José Urbano Medina Villa, de 51 años, se entregó a las autoridades horas después del ataque y quedó en manos de la Fiscalía.
“Gracias a Dios, se partió el martillo”
El ataque dejó a Karina con múltiples fracturas en el cráneo y el rostro. “Tengo recuerdo de al menos cinco martillazos (...). Yo, con mi mano derecha, logré sostenerle el martillo y, gracias a Dios, se partió el palo del martillo. Esto hizo que hoy esté viva”, relató.
Tras el intento de feminicidio, fue declarada con muerte cerebral en el hospital de Fontibón, pero fue remitida al hospital de Kennedy, donde un equipo médico le realizó una cirugía de doce horas que le salvó la vida. “Los neurocirujanos habían dicho que podía no despertar nunca, pero escuché la voz de mi mamá y desperté. El neurocirujano dio un salto de alegría y le dijo: señora, usted ha hecho un milagro”.
La recuperación y el llamado a la acción
Hoy, Karina se enfrenta a un largo proceso de recuperación física y emocional. Ha perdido piezas dentales, tiene heridas profundas en el rostro y deberá someterse a múltiples cirugías reconstructivas, además de tratamientos dermatológicos y sesiones de rehabilitación. También necesita apoyo económico para cubrir los costos médicos.
“Me he visto al espejo y ha sido muy triste (...) pero tengo la oportunidad de vida, de poder seguir siendo madre, de poder seguir siendo familia y teniendo amigos. Esto me da mucha fortaleza cada oración, cada velita que han encendido para poder continuar”, expresó.
Un sistema que no protegió
Más allá del drama personal, este caso expone nuevamente las graves fallas institucionales en la prevención del feminicidio. A pesar de haber denunciado, de contar con medidas de protección y de haber intentado alejarse, Karina no recibió el respaldo necesario de las autoridades. Su historia se suma a las muchas voces que piden una revisión urgente de las políticas de protección y atención a víctimas de violencia de género en Colombia.
“Dios me dio una segunda oportunidad. Estoy viva y eso ya es un milagro”, concluyó Karina, con la esperanza de que su testimonio sirva para que otras mujeres sean escuchadas a tiempo.

