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“Los bancos de hábitat son una alternativa real para conservar la biodiversidad en Colombia”: Vanessa García

Con 1.352 hectáreas conservadas y más de 30.000 plántulas de 35 especies nativas en proceso de restauración, demostrando una reconciliación entre desarrollo económico y naturaleza es posible.

Foto “Los bancos de hábitat son una alternativa real para conservar la biodiversidad en Colombia”.
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Publimetro Colombia conversó con Vanessa García, experta de Terrasos, sobre la importancia de los primeros bancos de hábitat en Colombia, una herramienta que protege ecosistemas críticos y genera alternativas sostenibles para las comunidades.

Banco de Hábitat del Meta: un modelo de compensación ambiental en Colombia

En la Orinoquía colombiana, entre sabanas y morichales, avanza el Banco de Hábitat del Meta (BHM), un proyecto con más de 1.300 hectáreas destinadas a restaurar y conservar ecosistemas estratégicos. Se trata del primer banco de este tipo en América Latina, un esquema que canaliza inversiones del sector productivo hacia la protección de la biodiversidad y el cumplimiento de las obligaciones ambientales.

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El BHM nació hace más de una década con el impulso de propietarios locales y la empresa Terrasos, especializada en inversiones ambientales. Hoy es un referente nacional, al articular el trabajo de empresas, comunidades y ciencia aplicada en la recuperación de ecosistemas. Su localización es significativa: un territorio históricamente impactado por actividades agropecuarias, mineras y petroleras que hoy se transforma en refugio de especies como el jaguar, el chigüiro y el guacamayo.


El banco desarrolla acciones como el rescate de plántulas, la restauración de suelos degradados y la protección de humedales y nacederos de agua. En sus viveros crecen más de 30.000 plántulas de 35 especies nativas, entre ellas guayacán amarillo, copaiba y algarrobo, seleccionadas por su capacidad de recuperar la estructura del bosque.

El crecimiento del BHM ha sido constante. En 2017 contaba con 629 hectáreas registradas ante el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible; en 2023 la cifra ascendió a 1.126. Actualmente, con la segunda ampliación, el área disponible alcanza las 1.352 hectáreas, distribuidas en cuatro predios: Matarredonda, Rey Zamuro, El Recreo y La Colmena.

Este modelo también ha atraído la inversión de empresas del sector hidrocarburos y energético como GEB, ONGC, OCENSA, VETRA, CENIT y ODL, que han asignado más de 646 hectáreas a compensaciones ambientales en el BHM.

La experiencia del Meta ha servido de base para otros bancos en el país, como La Lope y Mata de Lata en Cesar, o el Cañón del Río Cauca y El Globo en Antioquia. Además, Terrasos trabaja en mecanismos complementarios que incluyen proyectos en predios privados y públicos, alianzas con reservas naturales y acuerdos de conservación comunitaria.

En 2024 se han realizado 11 visitas técnicas de monitoreo al BHM con autoridades y clientes, asegurando el cumplimiento de las obligaciones. Este esquema demuestra que la compensación ambiental puede convertirse en una inversión real y medible-

Para quienes no conocen el trabajo de Terrasos, ¿cómo nació esta iniciativa y en qué consiste su labor?

Terrasos nació hace unos 15 años en Colombia con el propósito de crear proyectos y áreas de conservación que permitan a los propietarios proteger y restaurar los bosques y ecosistemas naturales. Iniciamos con el modelo de bancos de hábitat, que busca establecer una estructura jurídica, financiera y técnica para canalizar recursos hacia la conservación de la biodiversidad por un periodo de 30 años.

Estos recursos provienen principalmente del mercado obligatorio de inversiones en biodiversidad, derivado de los procesos de licenciamiento ambiental que deben cumplir proyectos de infraestructura, minería, petróleo o desarrollo urbano. Así, los bancos de hábitat se convierten en un mecanismo para garantizar la conservación a largo plazo, fortalecer economías rurales y permitir que las empresas cumplan con sus obligaciones ambientales.

—¿Cómo funcionan estos bancos de hábitat y cuál es su importancia en un país megadiverso como Colombia?

Colombia es uno de los países más megadiversos del mundo y, por lo tanto, necesita esquemas efectivos de conservación. Contamos con áreas protegidas nacionales, regionales y territorios indígenas, pero los bancos de hábitat se diferencian porque son áreas registradas ante el Ministerio de Ambiente que, además de conservar, generan incentivos económicos para los propietarios.

Su importancia radica en que permiten conectar corredores ecológicos, mantener relictos de bosque en zonas fragmentadas y complementar proyectos de gran escala como los de carbono. A diferencia de estos últimos, los bancos de hábitat pueden establecerse en áreas más pequeñas —300, 500 o 1.500 hectáreas—, pero con gran impacto en la conectividad y la protección de especies.

—Varias empresas ya han invertido en estos proyectos. ¿Cómo funciona esa relación?

Trabajamos con compañías como ISA, Amarilo o Natura. En estos casos, las empresas adquieren lo que llamamos Terrasos Biodiversity Units (TEBU), unidades de biodiversidad que representan ganancias medibles en conservación durante 30 años. A diferencia de los créditos de carbono, que son globales, los TEBU son locales, dependen del contexto y garantizan transparencia gracias a la trazabilidad y a una plataforma en blockchain.

Un ejemplo claro es ISA: al construir sus líneas de transmisión, debe compensar impactos ambientales inevitables. Para hacerlo, invierte en bancos de hábitat que aseguran conservación en el tiempo y fortalecen proyectos como Conexión Jaguar.

—Terrasos también trabaja en proyectos con especies amenazadas, como los murciélagos en Antioquia. ¿Qué avances destacan en este frente?

En Colombia tenemos diez proyectos registrados en distintos ecosistemas: bosque seco tropical, sabanas de la Orinoquía, bosques riparios y zonas cercanas a Bogotá. Cada banco de hábitat tiene especies insignia que guían su conservación.

El caso de los murciélagos en Antioquia es muy innovador porque busca proteger una especie amenazada y demostrar cómo la conservación puede enfocarse en grupos poco visibilizados. Más allá de las especies, lo clave es que estos bancos de hábitat protegen paisajes críticos en zonas fragmentadas y vulnerables.

—Finalmente, ¿qué llamado harías a las empresas y a la ciudadanía frente a estos mecanismos de conservación?

El llamado es a reconocer nuestra dependencia de la naturaleza. No estamos separados de ella: la biodiversidad nos da alimentos, medicamentos y agua limpia. Por eso es fundamental que empresas y ciudadanos apoyen esquemas que garanticen conservación a largo plazo.

No se trata solo de sembrar árboles, sino de generar áreas protegidas que persistan en el tiempo. Con los bancos de hábitat, las empresas pueden decir en 30 años: “Nuestra inversión creó un área protegida que sigue viva y beneficiando al país”.

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