El muro que divide a Estados Unidos y México vuelve a estar en el centro del debate migratorio. La secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, confirmó que varias secciones del muro están siendo pintadas de negro por petición directa del presidente Donald Trump. Según Noem, esta medida busca que la superficie se caliente con las altas temperaturas del desierto, lo que dificultaría que migrantes irregulares intenten escalarlo.
“El presidente entiende que cuando se pinta algo de negro, se calienta aún más. Eso hará que sea más difícil de escalar”, explicó la funcionaria durante una visita a un tramo fronterizo en Nuevo México.
Una barrera física y simbólica
Noem afirmó en su cuenta de X que el muro ahora será “demasiado alto, demasiado estrecho y tan caliente al tacto que los delincuentes extranjeros ilegales ni siquiera lo intentarán”. Además, aseguró que la pintura no solo incrementa la seguridad, sino que también ayuda a evitar la corrosión y el desgaste de la estructura metálica.
El gobierno destaca la obra como un “escudo y un símbolo”: un monumento al compromiso de Trump con la seguridad nacional y el control migratorio. La medida se suma a un ambicioso plan aprobado a mediados de año que destina 46 millones de dólares a la extensión de esta infraestructura, a razón de 0,8 km de muro construidos por día a lo largo de los 3.218 km de frontera.
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Impacto en la política migratoria
Las cifras respaldan, según la administración, el endurecimiento de la estrategia. En julio se registraron aproximadamente 4.600 detenciones en la frontera, frente a más de 6.000 en junio, lo que representa una reducción del 92% en comparación con el año anterior. Durante el gobierno de Joe Biden, algunos meses alcanzaron un promedio de hasta 6.000 arrestos diarios.
Asimismo, la secretaria Noem aseguró que 1,6 millones de inmigrantes indocumentados abandonaron Estados Unidos durante los primeros 200 días del actual mandato, aunque no se especificó cuántos fueron deportados y cuántos salieron voluntariamente.
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Refuerzos en el Río Bravo
Otro de los puntos clave en la estrategia es el Río Bravo (Río Grande en EE.UU.), que representa más de la mitad de la frontera entre ambos países. Noem adelantó que se instalarán más “infraestructuras acuáticas” para frenar el paso irregular. El estado de Texas ya ha desplegado boyas naranjas con púas y vallas fortificadas vigiladas por la Guardia Nacional y la policía local.
Estas medidas han sido defendidas por la Casa Blanca como un factor disuasorio contra la migración irregular. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos y defensores de migrantes cuestionan la efectividad y humanidad de estas acciones, señalando que miles de personas con infracciones leves también han sido arrestadas en las redadas masivas.