Un mercenario colombiano identificado como “César”, quien formó parte de una milicia en Nyala, Sudán, denunció a la Silla Vacía que se les asignó la tarea de entrenar a niños soldados. Según su testimonio, además de capacitar a adultos sudaneses, los integrantes del grupo entrenaban a menores en el uso de armas ligeras, ametralladoras, fusiles Dragunov y RPG —prácticas consideradas crímenes de guerra según el derecho internacional.
“Con todos mis compañeros allá uno hablaba de eso: ‘qué pesar de esos niños’… Tocará entrenarlos, lastimosamente así es la guerra”, relató “César”, quien antes sirvió en el Ejército colombiano y combatió en Ucrania. En Nyala, trabajó durante semanas como instructor y guardia en el aeropuerto local, mientras coordinaba logística y abastecimiento.
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Entrenamiento infantil bajo lupa internacional
El reclutamiento y entrenamiento de menores por parte de grupos armados violan el Protocolo Opcional a la Convención sobre los Derechos del Niño, ratificado por Colombia y Sudán, que prohíbe a toda persona menor de 18 años participar en conflictos armados.
Human Rights Watch, a través de su investigador Jean‑Baptise Gallopin, advirtió que el reclutamiento forzoso de menores por parte de las disidencias constituyen crímenes de guerra. Estas violaciones están sujetas a persecución penal bajo el principio de jurisdicción universal, dado que Colombia es miembro de la Corte Penal Internacional.
Gallopin explicó que el Estado colombiano podría abrir investigaciones judiciales contra cualquier nacional implicado en el reclutamiento o capacitación de niños, incluso si el hecho ocurrió en el extranjero.
Contexto y motivaciones del conflicto
El investigador estadounidense Justin Lynch, de Conflict Insights Group, ha reportado un crecimiento en el reclutamiento de menores dentro de las disidencias de las FARC, especialmente en Darfur del Sur. Lynch señala que ante el aumento de bajas en combate, las disidencias recurrieron a intensificar la movilización de niños y adolescentes, bajo amenazas a pobladores que se negara a colaborar.
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Por su parte, “César” detalló que estos niños eran armados hasta con fusiles y RPG, pese a su limitada preparación y escasa protección. “Si no los entrenamos, los matan fácil”, comentó sobre la lógica militar interna del grupo armado. Algunos de esos menores incluso expresaron afecto hacia sus instructores, pese a las letales tareas asignadas.
Los testimonios de exmercenarios colombianos como “César” y las alarmas de organismos como Human Rights Watch configuran una alerta urgente: el uso de niños como combatientes en conflictos extranjeros representa una violación flagrante de derechos fundamentales. La comunidad internacional y las autoridades colombianas podrían activar mecanismos legales para responsabilizar a los implicados y prevenir que esta práctica continúe.

