En 2023, Colombia alcanzó una producción récord de más de 73.000 toneladas de cacao, superando su máximo histórico y generando ingresos superiores a US$2 billones para más de 65.000 familias cacaocultoras. Sin embargo, este crecimiento se produce en un contexto complejo: desde septiembre del mismo año, el precio internacional del cacao comenzó a superar su rango histórico de US$2.000 a US$2.500 por tonelada, alcanzando niveles de hasta US$11.000 por tonelada en abril de 2024.
Para leer:¿Cómo crear una marca personal? Conozca las cuatro claves
Este incremento sin precedentes se explica por una oferta global extremadamente baja, causada principalmente por el cambio climático y la crónica falta de inversión en los sistemas productivos del cacao. Esta combinación ha dejado a muchos pequeños productores expuestos a riesgos crecientes y con capacidades limitadas para adaptarse.
De acuerdo con Jorge de Angulo, director de Acumen Latinoamérica, aunque los precios récord ofrecen alivios temporales, no solucionan las inequidades estructurales del sector. “Los pequeños productores siguen asumiendo la mayor parte del riesgo, con ingresos que no permiten sostener su resiliencia ni hacer las inversiones necesarias para crecer”, advierte.
Producción récord de cacao en Colombia impulsa transformación social y desafíos estructurales
En medio de este panorama, organizaciones como Cacao de Colombia —conocida por su marca Cacao Hunters— están demostrando que otro modelo es posible. Un reciente estudio realizado por Acumen en alianza con 60 Decibels reveló que el 82% de los agricultores que trabajan con esta empresa vive con menos de USD 6.85 al día, frente al 27% promedio nacional, lo que muestra su enfoque en comunidades en situación de pobreza.
El estudio también indica que el 96% de los productores encuestados ha mejorado su calidad de vida, mientras que el 100% aumentó sus ingresos, ya sea por mayores volúmenes de venta o por acceder a precios más justos. Además, el 95% percibe un mayor optimismo en sus comunidades y el 86% reporta una mejora en la colaboración entre vecinos, impulsada por el modelo colectivo de Cacao de Colombia.
Con presencia en regiones como Tumaco y la Sierra Nevada, y trabajando con más de 800 familias productoras, la empresa exporta a mercados exigentes como Japón, Europa y Estados Unidos. Además, ha promovido prácticas agroecológicas: el 55% de sus agricultores ha adoptado al menos una nueva técnica sostenible, como la rotación de cultivos, el compostaje o el intercalado de siembras.
Pese a que un 69% aún se siente vulnerable ante el cambio climático, el enfoque ambiental y social de la empresa está fortaleciendo la resiliencia comunitaria y productiva. “Cuando las empresas asumen un rol activo en el ecosistema rural y promueven prácticas justas, el impacto es visible, medible y sostenible”, concluye de Angulo.
Este modelo de negocio, enfocado en las personas agricultoras, está redefiniendo la industria del cacao en Colombia. Más allá del beneficio económico, está abriendo oportunidades para el desarrollo rural con dignidad, inclusión y sostenibilidad, y posicionando al chocolate colombiano como símbolo de calidad con impacto positivo.

