El reciente atentado con una “mula bomba” en zona rural de Valdivia, Antioquia, ha estremecido a la opinión pública colombiana no solo por el saldo de víctimas, sino por la brutalidad de una práctica que parecía extinta: el uso de animales como portadores de explosivos. La detonación, que dejó un soldado muerto y varios militares heridos, fue atribuida al Ejército de Liberación Nacional (ELN), según informaron las autoridades.
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Este acto reactiva una dolorosa memoria. Desde hace tres décadas se han documentado al menos ocho ataques similares en el país, ocurridos en distintos departamentos como Caquetá, Sucre, Huila, Boyacá, Nariño y Antioquia. En todos ellos, los explosivos fueron adheridos o introducidos en burros, caballos o mulas, usados como “bombas vivientes” para burlar los controles de seguridad.
Cronología de una crueldad sistemática
Entre los casos más recordados se encuentra el ataque del 14 de marzo de 1996 en Chalán, Sucre, donde un burro cargado con explosivos explotó en una estación de Policía, matando a once uniformados. También sobresale el ocurrido el 10 de septiembre de 2003 en Chita, Boyacá, que dejó ocho muertos y quince heridos tras la explosión de un caballo bomba.
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En julio de 2011, dos burros fueron usados en distintos atentados en Caquetá. Uno de ellos, en Cartagena del Chairá, cobró la vida de un militar. El otro, en San Vicente del Caguán, generó pánico en la comunidad sin dejar víctimas fatales.
Este patrón de violencia se ha reactivado con mayor fuerza en 2025, especialmente en regiones como Catatumbo, donde se han difundido imágenes de caballos y mulas marcadas con las siglas del ELN, lo que sugiere un resurgimiento de esta forma de terror.
Delitos y condenas: ¿cómo castigar estos crímenes?
El caso de Valdivia se investiga bajo cargos de terrorismo, tentativa de homicidio y maltrato animal agravado. Expertos en derecho penal sostienen que estos hechos podrían derivar en acusaciones ante tribunales internacionales, ya que violan flagrantemente las normas del Derecho Internacional Humanitario (DIH).
“El ELN perpetró un acto cobarde y despiadado contra nuestras tropas que protegen a la población civil, utilizando como medio de ataque un animal indefenso (una mula) cargada con explosivos. En tiempos pasados, nuestra patria fue atacada de esta misma forma. Hoy, décadas después, el ELN repite esa barbarie, demostrando su desprecio por la vida, por la ley y por el sentido más básico de humanidad”, afirmó el general Luis Emilio Cardozo, comandante del Ejército Nacional.
Una denuncia ética y ambiental
El atentado también ha generado una oleada de repudio por parte de organizaciones defensoras de los animales, que insisten en que estas prácticas no solo constituyen crímenes de guerra, sino actos de crueldad injustificable.
“Es una forma de barbarie que debe erradicarse por completo del país”, declaró una vocera de una reconocida ONG animalista.
El uso de animales como herramientas de destrucción pone en evidencia los extremos a los que pueden llegar los grupos armados en Colombia, y resalta la necesidad urgente de una respuesta contundente desde lo judicial, lo ético y lo político. No se trata solo de proteger vidas humanas, sino también de reconocer el lugar de los animales como víctimas invisibles del conflicto armado.

