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Infancias trans: Cuando el amor de la familia lo cambia todo

Especial Pride: Las infancias trans son una realidad y el amor de la familia la base del desarrollo de sus proyectos de vida.

Importancia del amor de la familia en la infancia Trans.
Infancia Trans y el amor de la familia Infancia Trans y la importancia del amor de la familia. (Juan Augusto Cardona / Publimetro Colombia)

“Esto no es algo pasajero”, es la frase que le cambió la vida a Tiana Rosal, mamá de Antonia, una niña trans de 11 años. Recuerda que la pronunció en silencio, sola, mientras observaba a su hija, cuando aún era Felipe, mirarse al espejo con una sonrisa tan amplia, tan auténtica, que era imposible no verla como lo que realmente era: una niña feliz, reconociéndose. “Yo me empecé a dar cuenta no que era mamá de una hija trans, sino que tenía un hijo que desafiaba todas mis expectativas cuando tenía 3 años”.

Desde muy pequeña, Antonia gravitó hacia lo que el mundo adulto aún etiqueta como “cosas de niñas”: disfraces de princesas, ponis, muñecas. “Todo era femenino: los dibujos, las escogencias, los disfraces, los juguetes. Si bien ella nunca dijo ‘mamá, yo soy una niña’, siempre se pintó de manera femenina”, relata.

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Al principio, Tiana y su esposo buscaron respuestas en su entorno cercano. “Fuimos a hablar con las psicólogas del jardín infantil y a decirles: ‘Miren, estamos muy preocupados porque este niño no se comporta como debería comportarse, solo quiere jugar con ponis y con muñecas y con princesas’”. La respuesta fue clara y tranquilizadora: “Todos los niños exploran el mundo a través del juego. Los colores y los juguetes son para todas las personas, no tienen género”. Salieron pensando: “Esto va a ser una fase, y se le va a pasar. Por ahora, que juegue con muñecas”.


“Mi familia cercana veía lo mismo que nosotros, pero no se conversaba en profundidad el tema”, comenta. Sin embargo, el punto de inflexión llegó alrededor de los 5 años, tras mudarse a una nueva ciudad y celebrar su cumpleaños. “Le llegaron muchos regalos, pero al final dijo: ‘Mamá, ¿por qué nadie me regaló las cosas que a mí me gustan?’”.

Entonces fueron a cambiarlos. “Había un disfraz de unicornio que era una trusa arcoíris, con un tutú, una balaca y un cuerno de unicornio. Y dijo ”‘yo quiero el disfraz’”. Tiana intentó que mirara otras opciones. “Yo no quería hacerla sentir mal. Así que compramos el disfraz. Llegamos a la casa, se lo puso, se paró frente al espejo y le vi una sonrisa de así se quiere y se quiere seguir viendo. Para mí fue un momento muy difícil: en ella había una alegría enorme y en mí un miedo y una tristeza gigantes”.

Yo creo que tuve una crisis de salud mental fuerte”, recuerda. “No estaba durmiendo, no comía, tenía la atención dispersa. Eso se tomó toda mi vida”. Fue entonces cuando buscó ayuda. No para su hija, sino para ella misma. “La recomendación fue: ‘Busca a alguien para ti’”.

Así empezó un proceso terapéutico de tres años, acompañado de lecturas, estudios médicos, libros de mamás de niñas trans, información. El cambio de ciudad y el ingreso a un nuevo colegio fueron el momento perfecto para que Antonia expresara su deseo con claridad: “Yo sé que no me tengo que cambiar el nombre para ir al colegio en falda, pero yo igual me quiero cambiar el nombre. Y me quiero llamar Antonia”.

La familia eligió una institución educativa abierta, segura y con experiencia en acompañar infancias diversas. “Ella dijo que quería que la llamaran con pronombres femeninos, y que no quería que nadie supiera que alguna vez no se había llamado Antonia”.

Tiana no solo se transformó como madre, también como activista luego de encontrarse con FAUDS, (Familiares y Amigos Unidos por la Diversidad Sexual), donde encontró consuelo, herramientas y sentido. “Me podía sentar con una mamá, tomarme un café y estaba esa persona ahí para apretarme la mano o darme unas palmaditas en el hombro”.

Ser mamá también es transitar

Ser mamá de una infancia trans es transitar la incertidumbre con un miedo mayor por la sociedad en la que estamos”, dice María, psicóloga, educadora, feminista y madre de Marti, una niña trans de casi 12 años.

Marti siempre fue clara. Desde pequeña eligió muñecas, dibujó hadas, prefirió el rosado y el morado. Su madre le celebraba esa libertad, sin sospechar que era mucho más que una preferencia. Desde siempre tuvo el cabello largo, le compraban camisetas con arcoíris y mariposas sin reparos.

Cuando aprendió a leer, a los cinco años, sus padres le regalaron un libro titulado Cuentos para niños que se atreven a ser diferentes. Encontró allí historias de personas trans que dobló con cuidado. Luego se acercó a su mamá y le dijo: “Mira, yo soy como esta persona, como esta persona y como esta persona”. A los ocho años fue clara y le dijo a su mamá: “Soy una niña trans. Una niña transgénero”.

El momento fue revelador. María no tenía respuestas. “Me sentía adentrándome en un bosque oscuro, sin mapa. Hay que hacer este camino, pero no sé qué hacer”. Una amiga le recomendó la Fundación FAUDS. Habló con otras madres, se informó. Escuchó a su hija.

Existimos seres que nacemos siendo niños y transitamos un camino para ser niñas”, le explicó Marti sobre un papel, con apenas siete años. “Ahí no me quedó ninguna duda”. El tránsito fue colectivo. Sus hermanas le prestaron su primer vestido, las amigas organizaron un ritual de tránsito y sus padres decidieron apostar por la libertad. “La mayor libertad es dejar ser. Y a eso le apostamos: a que ella fuera lo que quisiera ser”.

Para María, ser mamá ha sido siempre habitar lo desconocido. Pero al acompañar a una infancia trans, se intensifica. “Ser mamá de una infancia trans es transitar esa incertidumbre con un miedo mayor por la sociedad en la que estamos”. Recuerda que Marti le dijo a su profesora: “Yo veo a mi mamá llorando desde que le dije”. Y era cierto: lloraba de angustia, por los riesgos que sabía que enfrentaría solo por ser quien es.

Los desafíos no han faltado: tutelas para acceder a bloqueos hormonales, resistencia familiar, estigmas sociales. Pero también ha habido avances. “Recientemente hicimos el cambio de documento, nos fue bien, asesorados por FAUDS. Ella ahorita, claro, entrando en su preadolescencia está buscando juntarse con pares y en ese proceso estamos, en que ella se encuentre con pares porque tuvo un tiempo de mucha extrañeza, porque por supuesto Marti era la única niña trans de su entorno”.

A quienes dudan de la existencia de las infancias trans, María responde: “Imaginar que un niño o una niña trans debe esperar hasta los 18 para ser quien es, es condenarlo a habitar durante 11 años un cuerpo que no le pertenece y para mí eso es desastroso para la salud mental”.

Como mamá a mí me acompaña el miedo y siempre le he dicho a ella, esto tiene que terminar convirtiéndose en tu poder personal, en poderlo expresar con total fuerza”, puntualizó.

El amor de un padre en la transición de su hija trans

Yo siempre le he dicho a Marti que es una niña maravillosa, y que la diversidad está en todos”. Así resume Juan el mensaje que quiere que su hija recuerde. Desde su formación como sociólogo y educador, entiende que el género es una construcción social. Desde el corazón, es más simple: su hija es feliz, y eso es lo único que importa.

Juan no se sintió incómodo ni confundido. “He sido tranquilo con eso y creo que esa tranquilidad he podido entregársela a mi hija”.

Recuerda cómo algunas personas insinuaban que a su hijo “le faltó jugar más fútbol”, como si la identidad se definiera por estereotipos. “La verdad es que no hubo como algo que me mantuviera como tenso, como molesto, como cuestionándome permanentemente como qué me faltó o qué hice”.

En Medellín, una ciudad conservadora, Juan asumió un rol protector. “Es una sociedad muy religiosa, que no concibe formas diferentes. Por eso, siempre voy a proteger a mi hija contra la adversidad”.

Las hermanitas de Marti fueron quienes más fácil vivieron la transición. “Los niños y las niñas no vienen con prejuicios”, dice su papá al contar que en el colegio también fue natural.

Además, cuenta que cuando llegó el momento del cambio de nombre legal, Marti consideró llamarse Matilda, pero en familia eligieron Marti. “El proceso fue sencillo, gracias a FAUDS, aunque no exento de miradas en la notaría. Pero lo más importante fue cómo lo vivió Martina: su expresión fue de infinito agradecimiento”.

“Marti es una niña muy inteligente, con una amplia sensibilidad social. Ella sabe que estos procesos son como ir contra la corriente”, dice Juan con orgullo. Y cuando enfrente alguna dificultad, quiere que recuerde siempre que: “No está sola”.

Del miedo al amor: el conocimiento como puente

Amar también significa desaprender. Eso lo sabe bien la red FAUDS, un colectivo de madres, padres y cuidadores que decidió caminar junto a sus hijos e hijas en sus procesos de tránsito de identidad.

Claudia López, madre de un hijo trans y cofundadora de FAUDS, ha sido testigo de historias profundamente conmovedoras. “La historia que tengo en mi corazón es la de un chico cuya familia es de la costa, donde el machismo es muy marcado. Su papá era amoroso, pero le costaba acompañarlo. Fue víctima de bullying, incluso de maestros, e intentó quitarse la vida. Ese momento volteó ala familia: entendieron que primero estaba su hijo, su bienestar, por encima de cualquier creencia”.

El estudio “La relación entre el apoyo de padres y cuidadores y el suicidio entre jóvenes LGBTQ+ de color”, publicado en Journal of Adolescent Health, analizó cómo el respaldo familiar influye en el riesgo de suicidio en esta población, con especial atención a jóvenes transgénero, no binarios o en cuestionamiento (TGNBQ). Según los datos de una encuesta realizada en EE. UU. en el 2022, aplicada a más de 28.000 jóvenes LGBTQ+ de edades entre los 13 y 24 años, se encontró que la aceptación por parte de padres o cuidadores reduce significativamente el riesgo de intento de suicidio.

La aceptación de la orientación sexual se asoció con una reducción del 33 % en la probabilidad de intento suicida, y en el caso de la identidad de género entre jóvenes TGNBQ afros, esta disminución fue del 36 %. El estudio concluye que la aceptación familiar actúa como un factor protector crucial y destaca la urgencia de promover intervenciones culturalmente sensibles que fortalezcan el apoyo familiar.

Una de las metodologías que promueve FAUDS es la “curva del proceso de aceptación”, basada en el modelo de la psiquiatra Elizabeth Kübler-Ross, con una etapa añadida: la plenitud. “Uno de los chicos que acompañamos dijo: ‘Yo ya no estoy en aceptación, estoy en plenitud’. Y así decidimos que ese sería nuestro último nivel”, explicó Claudia.

Pero para llegar allí, es clave el conocimiento. “El rechazo no viene del desamor, sino del miedo. Y el miedo se combate con información. Cuando una mamá entiende desde la ciencia lo que implica la identidad de género, ese miedo se deshace”.

El lenguaje es también una herramienta clave. “Nombrar como la persona quiere ser nombrada es decirle: ‘Te veo’. Les damos estrategias a las familias: empezar con palabras neutras. Se vale equivocarse, pero hay que avanzar”, dijo Claudia.

Y cuando se le pregunta qué sembrar en el corazón de una madre temerosa, Claudia responde: “Confianza. Si tu hijo o hija acude a ti, es porque te tiene confianza. No necesitas tener todas las respuestas. Pero sí estar. No estás sola. Sí se puede”.

Las cifras

  • 101 personas fueron atendidas en FAUDS según el informe de gestión entre el 2015 y el 2022.
  • 16 años es la edad de las personas sexualmente diversas que más buscaron encuentros con FAUDS.
  • 257 personas participaron de los grupos de apoyo en el 2022.
  • 900 familias han sido atendidas y acompañadas por FAUDS en los procesos de transición de sus hijos.
  • 16 historias recopiladas en el primer libro para familias escrito en español “Espejos del Corazón” de Tiana Rosal en colaboración con FAUDS.

*Este reportaje hace parte del especial periodístico que lanzó PUBLIMETRO COLOMBIA a propósito del mes del orgullo LGBTIQ+. Puede verlo completo haciendo clic aquí.

       

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